Peter Benenson, abogado británico, fue en 1961 el fundador involuntario de Amnistía Internacional al denunciar el encarcelamiento de unos estudiantes en Portugal acusados de haber brindado por la libertad.

Benenson, hombre de justicia y libertad, defendería sin dudas de ningún tipo a los presos políticos catalanes. Ahora, al ver como Amnistía Internacional no actúa así, le caería el mundo encima. Se daría de baja.

Amnistía Internacional en muchos casos ha sido la única voz de denuncia de miles de personas en el mundo en privación de libertad. En el presente, inexplicablemente no se posiciona, afirma que tiene que estudiar a fondo el encarcelamiento del Govern de Catalunya escogido democráticamente por el pueblo. Amnistía Internacional parece que quiera ignorar las calumnias acusatorias sobre la actuación de los líderes de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, y de la ANC, Jordi Sánchez, y todavía, ante el exilio en Bélgica del president Puigdemont y otros consellers, obvia el golpe de estado constitucional del gobierno del PP contra Catalunya con el artículo 155, eso sí, con la pérfida complicidad del PSOE y Cs.

Un hecho que no es solamente traicionar los principios fundacionales de Amnistía Internacional ("si no hay violencia o sangre la detención de personas se tiene que considerar propia de presos políticos"), sino que la falta tan evidente de sensibilidad, coraje y defensa de los agredidos abre todo tipo de sospechas.

Amnistía Internacional Catalunya es un ente federado con Amnistía Internacional España. Se teme que con esta relación orgánica se justifique la España de la Constitución. Que sea una argucia más. Otra trampa. Que sea como el pretendido federalismo de siempre hacia Catalunya o el resto del Estado. Que sea la secular toma de pelo federal del PSOE, o de Iglesias aplicando el 155 a Podem Catalunya, o las federaciones deportivas más diversas, y tutti quanti. El amo siempre es Madrid, y los mayordomos hacen de servidores fieles a cada territorio.

Benenson, hombre de justicia y libertad, defendería sin dudas de ningún tipo a los presos políticos catalanes. Ahora, al ver como Amnistía Internacional no actúa así, le caería el mundo encima.

Unos ejemplos significativos. La opinión pública europea se escandalizaba ante la violencia de la policía española y su represión de la voluntad democrática de los catalanes de ejercer el derecho al voto. Poco después enrojecía de vergüenza ajena al saber a quién se otorgaban los Premios Princesa de Asturias: a los dirigentes políticos europeos, ni más ni menos que usando el simulacro de premiar la Unión Europea a la Concordia 2017. Es el premio que bendice la Concordia borbónica que reprime, golpea, encarcela u obliga a exiliarse para evitar una prisión injusta.

Recogían el premio Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo y líder de la Plataforma Cívica polaca; Antonio Tajani, proveniente del partido de Berlusconi —ahora en el Partido Popular Europeo— y sorprendente Honoris Causa por la Universidad de Salamanca —otro honor regalado—, y Jean Claude Junker, presidente de la Comisión Europea y miembro del Partido Popular Social Cristiano.

Recuerda a Shakespeare. Algo apesta a... España o Europa. Un recelo desconfiado que no parece nada desencaminado.

Del nacionalismo español se puede esperar de todo y más, que quiere decir exactamente esto, por brutal que parezca. También se podía pensar en una fraternal convivencia de la derecha enfurecida por las denuncias que recibe, desde la corrupción al uso partidista de la justicia, con la extrema derecha siempre latente en la España de una Transición fallida. Era difícil de creer, sin embargo, que volverían a actuar juntas otra vez para ejercer una intimidación sabida por las calles, haciendo de la violencia el argumento principal. Lo que nunca nadie había pensado era ver juntos a un dirigente del PSC con destacados principales políticos de organizaciones de extrema derecha mientras hay encarcelados y exiliados.

Otro ejemplo. Se da la cifra de 750.000 personas que se manifestaron el sábado 11 de noviembre para reclamar la libertad de los presos políticos catalanes. La Guardia Urbana de Barcelona, un ente más, es puesta en cuestión al no contar muy esmeradamente a la gente que llena las calles paralelas llenas, o al olvidarlo en la suma de asistentes que no pudo entrar en la calle Marina. Otros cómputos llegan a hablar de una cifra superior a un millón de manifestantes.

Otro caso. Es obvio que el PSOE, con su federado (?) PSC, es ciego. Nada más preciso se puede decir de seguir siendo el carcelero necesario de las personas encarceladas o perseguidas. Por eso los Colau, los eternos denunciadores de la Puta y la Ramoneta de Pujol, convertidos en cuatro días en los alumnos más aventajados, ponen distancia. No se aman, no conviven, no se separan, sólo se dan un tiempo de reflexión... Más politiqueo, imposible. Tantos análisis y al final llegan a morderse por un puñado de votos como los tiburones al ver sangre.

No acabaríamos, de tantos despropósitos, pero hay uno clave. Hay que extender a los cuatro vientos la cobardía y falta de ética, la no solidaridad tantas veces reclamada por mil y uno hechos de todo el mundo ante la represión ejercida contra las instituciones catalanas y la mayoría del pueblo catalán —con presos políticos y exiliados—, por parte del mundo intelectual español, pensadores, analistas, periodistas, escritores, poetas, novelistas, universitarios, artistas, cantantes, actores, científicos, etc.

España como estado es un error histórico montado sobre el dominio y la fuerza de las armas en el pasado y el secuestro de todo el aparato administrativo, judicial y policial del Estado en el presente.

Amnistía Internacional ha fallado por no ser plural y libre, como dicen sus estatutos. Hay que recordar, además, que demasiadas veces se ha tenido que reivindicar el catalán no supeditándolo a la lengua castellana, como impone la dirección central de Madrid. Amnistía Internacional ha fallado por no defender la libertad de todo el mundo y de sus ideas mientras estas sean propositivas y democráticas. Por tener, como uno dice de forma popular, "qui té el cul llogat no seu quan vol".

Amnistía Internacional tiene que rectificar, porque este silencio es demasiado grave.

El hecho de la revolución democrática en Catalunya hace caer todo tipo de máscaras en los campos más diversos. Un camino hacia la libertad que no será fácil, ni breve, pero que de forma inexorable seguirá mientras así lo quieran los catalanes.