En general, la gente suele hablar de cualquier tema con naturalidad y tranquilidad; pero, cuando, en una conversación, alguien (muy atrevido) introduce el tema del sexo, se produce un cortocircuito en las conexiones neuronales de los contertulios y se desencadenan toda una serie de reacciones paranoicas: se encorvan y bajan la cabeza y la mirada; miran obsesivamente a su alrededor para comprobar que no los mire ni oiga nadie; bajan el volumen de la voz a niveles casi inaudibles, y, finalmente, esbozan una pequeña sonrisa traviesa, de esas que haces cuando estás haciendo una fechoría y te sientes un aventurero.

Que yo sepa, hablar de sexo no es ningún delito; pero, si lo haces abiertamente, enseguida te asocian a una persona depravada que se pasa noche y día haciendo orgías y bacanales (que no estoy en contra, cada uno que disfrute del sexo como más le guste). ¿Por qué nos tiene que dar, todavía, tanta vergüenza y tiene que ser tabú hablar de un tema tan imprescindible para nuestra felicidad? El sexo, además de ser una actividad muy placentera (si se hace bien), tiene muchos beneficios para la salud: disminuye el estrés y el colesterol; fortalece el sistema cardiovascular; mejora la circulación, e incluso tiene un efecto analgésico y hace que duermas mejor. Decidme, ¿qué otra actividad te proporciona tantos beneficios? No se me ocurre ninguna otra. Entonces, ¿qué carajo estamos haciendo, por qué seguimos hablando del sexo clandestinamente? Disfrutar del (buen) sexo (respetando la voluntad de los demás) debería ser un derecho universal.

Las personas cada vez están más encerradas en sí mismas y son más narcisistas; prefieren la idealizada virtualidad a la cruda e imprevisible realidad

¿Hay alguien que se sienta un depravado cuando cuelga fotos, en Instagram, de las comilonas que se zampa? (Esto sí que es pornografía y debería estar penado por la ley; no todo el mundo puede comer tan bien, y mostrarlo o hablarlo abiertamente supone un maltrato psicológico para mucha gente.) ¿Verdad que no? Entonces, ¿por qué os da vergüenza y encontráis vulgar hablar de sexo de una manera natural y en cualquier contexto informal (tampoco es necesario que el presidente del Gobierno nos explique sus fantasías sexuales cuando da el discurso de investidura)? Hay muchas otras cosas que deberían darnos mucha más vergüenza que hablar de sexo y no nos la dan, como por ejemplo: gastar más agua de la que necesitamos; tirar comida; pasar junto a alguien que está sufriendo y simular que no lo vemos; dedicar más tiempo a las redes sociales que a escuchar a las personas que nos necesitan... Pero lo único que nos sigue preocupando es que, si hablamos de sexo abiertamente, alguien pueda pensar que somos unos depravados. De hecho, lo que acaba convirtiendo a una persona en depravada es no hablar de ello y reprimirlo.

Actualmente, el conflicto de la sexualidad todavía se ha complicado más. Ahora, para no ofender a nadie, estás obligado a analizar y medir todas tus palabras antes de abrir la boca. Tienes que ser capaz de adivinar qué quiere escuchar y qué no la persona con la que estás hablando y seguir cuidadosamente estas directrices. Si pones una coma donde no toca o te equivocas con el género de una palabra, ya puedes arrancar a correr y cambiarte de identidad, porque tu reputación quedará totalmente hundida. Y ya no hablemos del contacto humano: ni se te ocurra abrazar a alguien si no te lo ha pedido, y, mucho menos, darle dos besos o darle la mano cuando te lo presentan si antes no habéis firmado un contrato ante un notario. Se ha perdido la espontaneidad, qué le vamos a hacer.

En fin, ya veis que es un tema que se va complicando cada día más. El contacto humano (ya no hablo del sexo), incluso siendo imprescindible para sobrevivir, es cada día más inexistente. Las personas cada vez están más encerradas en sí mismas y son más narcisistas; prefieren la idealizada virtualidad a la cruda e imprevisible realidad. En el mundo virtual, todo es más fácil, no tienes que dar explicaciones a nadie ni asumir las consecuencias de tus actos: si algo te molesta, haces un poco de ghosting u orbiting y comienzas una nueva vida. En una sociedad así, el sexo tradicional —el que permite a dos o más personas entrar en contacto físicamente y compartir un rato de satisfacción— no tiene cabida.