Hoy, cuando se acabe el día, Europa se irá a dormir con una probable y tenebrosa noticia: Giorgia Meloni, la líder de la extrema derecha italiana, puede haber ganado las elecciones y convertirse en la jefa de gobierno de Italia. Es decir, la heredera del legado de Mussolini, de donde nace su partido Fratelli di Italia, llegaría a presidir el Consejo de Ministros, justo en el centenario (octubre de 1922) de la llegada del fascismo al poder, después de la tétrica Marcha sobre Roma de los camisas negras. Un siglo después, pues, el cadáver colgado boca abajo de Mussolini vuelve por la puerta grande, como si fuera una mueca de la historia. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Y qué impulso representa para la mancha negra que lentamente se extiende por toda Europa.

De los múltiples motivos del éxito de Meloni (y de su probable triunfo esta noche), hay algunos que son determinantes. De entrada, la normalización y el blanqueo de la extrema derecha perpetrados por los partidos conservadores italianos, que se han aliado sin escrúpulos. No olvidemos que la propia Meloni fue ministra de Juventud en uno de los gobiernos Berlusconi, y ahora la derecha se presenta con la extrema derecha en una gran alianza —el Forza Italia de Berlusconi, la Liga de Salvini y los Fratelli de Meloni— consciente de que el sistema electoral italiano siempre favorece a las coaliciones. Este hecho, sumado a la fragmentación de la izquierda, y a una previsible alta abstención, inclina la balanza de una manera definitiva. Este es el primer aviso que envía Italia, especialmente hacia aquellos territorios donde la extrema derecha crece de manera exponencial: el papel decisivo de los partidos conservadores que deciden, por intereses partidistas, taparse la nariz y aliarse con el fascismo, convirtiéndose en los limpiadores de su pasado negro. De esta manera caen muchas de las prevenciones que los ciudadanos podrían tener hacia la extrema derecha, a la cual ven totalmente "normalizada" al lado de los partidos tradicionales. El paralelismo con España es evidente, con el PP y Ciudadanos blanqueando a Vox sin pudor. Es posible, pero, que en este caso sea el PP el que devore a Vox, especialmente con el impulso que le ha dado Feijóo, pero el blanqueamiento de la extrema derecha española se ha producido de manera definitiva.

Es el fascismo, en su versión 2.0, un huevo de la serpiente alimentado con la corrupción sistémica de la derecha y la incapacidad atávica de la izquierda, y que ahora surge con un populismo demagógico que se hace sitio entre las clases populares y medias, duramente golpeadas por la situación económica

El segundo motivo del éxito de Meloni es, sin duda, su indiscutible carisma; tan seductora y desvergonzada como eficaz en el dominio del relato. Recordemos su famosa frase, "soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana", que llegó a convertirse en un hit musical. Meloni es una líder muy preparada, activa políticamente desde la adolescencia, cuando ya militaba en el Fronte della Gioventù del Movimento Sociale Italiano, el partido fascista que se creó después de la Segunda Guerra Mundial. Con un añadido que no es menor: sus raíces humildes y un cierto deje antisistema, que la alejan del estereotipo del fascista poderoso, y la acercan a las clases populares. También es importante su capacidad de alejarse estratégicamente de sus aliados, cada vez que las circunstancias lo piden, por ejemplo ahora con respecto a Putin, con quien, como Marine Le Pen, había tenido una excelente relación. A partir de aquí, su repertorio es el clásico: ultranacionalismo, asociado a un antieuropeismo activo, alimentado por las miserias de la Unión Europea; cristianismo, abiertamente planteado como contraposición al islam, como si fuera una cuestión de valores religiosos; antiinmigración, convertidos los migrantes en los chivos expiatorios de los problemas económicos; y, finalmente, una revisión camuflada de los derechos civiles conquistados, amparada en una supuesta concepción de orden. Resumido: la cruz, la patria y la seguridad, el triángulo de oro del fascismo de siempre.

Finalmente, el tercer gran impulso del éxito de Meloni se ha nutrido, como pasa en el resto de los territorios donde crece el fascismo, de las carencias y los errores estratégicos de los partidos de izquierdas, que han abandonado a los ciudadanos ante sus incertidumbres, han rehuido los grandes debates, como el de la inmigración o el islamismo, y se han bunquerizado en posiciones dogmáticas que no resuelven los problemas. Por ejemplo, zafándose del debate serio sobre la inmigración descontrolada, o del peligro que representa el aumento del islamismo radical en las poblaciones musulmanas europeas, cuestiones que las izquierdas niegan, criminalizan, no asumen y abandonan completamente en manos de los demagogos más extremos. En Catalunya, esta derivada negativista de los partidos de izquierdas es especialmente beligerante contra aquellos que intentan plantear los debates, y también aquí dejan un vacío que puede llenar la extrema derecha.

De la suma de todo ello, resulta el probable triunfo electoral de Meloni de esta noche, pero sobre todo el éxito imparable que ha alcanzado, desde la fundación de los Fratelli en 2012, hace sólo diez años. ¿Quiere decir eso que Italia se prepara para una dictadura fascista? De ningún modo. Primero, porque, lógicamente, no gobernará sola; sin embargo, además, el nuevo fascismo europeo no emula las dictaduras de los años treinta, sino que quiere asentarse en la estructura democrática, pero vaciándola de contenido. Es una especie de "jibarización" de la democracia, a la cual quieren mermar en derechos y libertades, y reforzar en dureza legal y judicial. Una democracia más represiva y menos democrática, pero siempre con apariencia de estado de derecho. Es el fascismo, en su versión 2.0, un huevo de la serpiente alimentado con la corrupción sistémica de la derecha y la incapacidad atávica de la izquierda, y que ahora surge con un populismo demagógico que se hace sitio entre las clases populares y medias, duramente golpeadas por la situación económica. Como siempre ha pasado en la historia, los momentos volátiles y precarios son el terreno abonado para los salvadores de la patria y Meloni ha jugado muy bien esta carta. "Vengo a rescatar Italia", ha gritado en los mítines, y parece que Italia le quiere dar su confianza. Tiempos oscuros. Tiempos negros.