Ya tenemos Govern, autonómico claro. Como tenemos ayuntamientos, autonómicos tanto o más. Pero los tenemos. ¿Y ahora, qué? Es justo preguntárselo. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es la estrategia de futuro que se dibuja?

El sábado, Òmnium celebró una asamblea multitudinaria que reeligió a Jordi Cuixart, en la prisión de Soto del Real desde hace ocho meses. La reelección de Cuixart es ejemplar, multitudinaria, emotiva y de afirmación. Òmnium cierra filas blindando a su presidente y ante la represión suma ya más de 120.000 asociados en un escenario de crecimiento sostenido. Una auténtica barbaridad. Òmnium Cultural ha hecho un enorme esfuerzo de transversalidad y al mismo tiempo ha evitado tomar partido en ninguna contienda electoral, algo imprescindible cuando aspiras a representar a un universo lo más amplio posible. Hace días que Òmnium Cultural apunta una apuesta estratégica, tal vez con escasa definición, pero que ya insinuaba cuándo proponía una campaña como Lluites compartides, "un espacio para compartir las luchas, y hacer visible y reivindicar el trabajo de miles de personas anónimas que han trabajado por el bien colectivo y han contribuido a construir un barrio, un pueblo, una ciudad, un país y un mundo mejor". Puede que suene poco épico. No hay ninguna consigna inflamada. Ninguna proclama de tierra prometida. Pero es que la épica la pone cada día Jordi Cuixart en la prisión y el día que el país dio un vuelco: el 1 de octubre (además de la réplica del 3), que sin el compromiso y determinación de personas como él nunca se habría hecho.

En el ámbito de los partidos, a los que correspondería en última instancia definir una estrategia, ERC es el único que a estas alturas ha convocado a toda la militancia a una conferencia nacional, precisamente para debatir y aprobar una estrategia de futuro. ERC también tiene la necesidad de rehacer una estructura interna deteriorada por la feroz represión del Estado. Es la formación política más damnificada por el 1 de octubre, pero también por el 20 de septiembre, y la lista de dirigentes represaliados afecta a toda su dirección política. Con diferencia, tiene la estructura más castigada por la represión. El presidente, la secretaria general, el secretario general adjunto, la presidenta adjunta, el presidente del consejo nacional... Más allá de lo que finalmente acabe resolviendo ERC, la estrategia tendría que ser compartida por una mayoría política. Y es aquí donde todo el mundo tendría que hacer los deberes, responsable y serenamente. Los tiene que hacer el conglomerado nacionalista postconvergente, JxCat y el PDeCAT, tan pronto haya superado la nueva fase de recomposición y refundación, para poder afrontar con las mejores garantías las próximas elecciones, municipales se entiende. Y los tendrá que hacer el anticapitalismo independentista, que habiendo salido bastante más airoso de la represión podría emplear todas las energías no a resolver la organización interna, sino en un ámbito propositivo. Este mundo tendrá que poner negro sobre blanco y explicar qué aporta al debate estratégico. Decía Brian Keenan, que fue el último responsable del chief commander del IRA, que los revolucionarios deben ser pragmáticos —las listas de regalos son para la Navidad—. Sin excluir, al mismo tiempo, a otros espacios de este debate estratégico, como qué proponen de serio los comuns o cómo plantean derrocar el régimen del 78 si es que lo plantean.

Partiendo del 1 de octubre, que no es el final de nada, sino el principio de todo, habrá que redefinir una estrategia que nos permita afrontar un segundo embate con más fortaleza y mejores condiciones. Cuál es a estas alturas ese embate nadie lo sabe concretar. Pero mientras tanto habrá que seguir trabajando para generar grandes consensos, en la línea de lo que apunta Cuixart en una reciente entrevista en La Vanguardia: "Òmnium tiene la obligación de hablar con todos los demócratas siempre y cuando rechacen la violencia". Y apunta: "Los comuns no son ningún apéndice, son una parte muy importante del soberanismo". Por eso Raül Romeva insiste, reiteradamente, en hacer partícipe de las cenas amarillas al mundo del comunes, entre otros. Porque ese tendría que ser precisamente un espacio de encuentro, de compartir toda la solidaridad con los presos y los exiliados, transversal. La máxima solidaridad y lo más transversal posible.

Los prisioneros políticos lo son, precisamente, por el 1 de octubre. Es el castigo de un Estado vengativo que ve Catalunya como una posesión. Pero un 1 de octubre no se improvisa. Lo hicieron posible un Govern y una dirección política, una estrategia compartida por una multitud de actores políticos y sociales. Y una sociedad, largamente concienciada, que respondió como nunca. Pues este es hoy precisamente el reto de futuro: cómo compartimos ampliamente una estrategia democrática ganadora de la que sea partícipe una mayoría política y social imbatible. Todo el resto, brindis al sol o los platos por la cabeza.