Me ha llegado a las manos el último libro de Pilar, SOS cristianos, en que aborda la persecución y el exterminio de los cristianos en pleno siglo XXI. De hecho, me lo dio ella misma en mano, "para hacerlo llegar a Oriol [Junqueras]", pero de mutuo acuerdo convinimos que aquel ejemplar me lo quedaba yo y que un día ella misma le traerá en mano otro volumen (en este caso volumen es bastante aproximado al peso del libro) a Lledoners.

Son tantas las veces que he discrepado de Pilar, que no he compartido lo que ha verbalizado aquí o allí, que podría escribir un volumen casi tan pesado como el último libro que firma. También es igualmente justo reconocer el valor e interés de una obra que pone luz sobre una herida que sangra y sangra y que se ha convertido en uno de los genocidios más salvajes de este mundo en conflicto permanente. La diáspora cristiana ha llegado a las puertas de Europa, por tierra y mar, atravesando un Oriente en llamas. Los hemos visto amontonados en las islas griegas, de una Grecia empobrecida, o en la frontera con Turquía, llegando en masa en barcas, con cuatro harapos, huyendo del horror de las guerras que han asolado Siria e Iraq, entre otros, y de una segunda guerra religiosa impulsada por un fanatismo devastador que aún hoy es incomprensible a los ojos de tantos y tantos occidentales.

La suya es una radiografía de la feroz persecución de los cristianos allí donde son minoría, de la barbarie que golpea la cuna de la civilización cristiana, del infierno que ha sacudido cada uno de los países donde ha intervenido Estados Unidos para "restablecer" la democracia, del efecto contagio de estas intervenciones armadas, de como a menudo el remedio ha sido mucho peor que la enfermedad.

La diversidad de las comunidades cristianas hoy perseguidas es también un apasionante recorrido por las vicisitudes históricas de la principal religión monoteísta, de una amalgama de personas y pueblos que habían sobrevivido a sus mismas divisiones y hasta 2.000 años de una historia que en buena medida es también la nuestra. Hoy todo su legado patrimonial, espiritual y arquitectónico languidece ante este fenómeno tan nuevo como dramático que es la radicalización en el extremo de una civilización, la musulmana, también víctima de un orden mundial y una decadencia que a estas alturas parece tan imparable como aterradora.