Cayetana Álvarez de Toledo llamó vieja a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. El periodista Jaume Barberà se ponía las manos en la cabeza, al Tot es mou, por tanta bajeza. ¿Cómo puede ser, se preguntaba, tanto menosprecio, tan poco respeto, ante la vida, ante el paso inexorable del tiempo? ¿No ha pensado Cayetana Álvarez de Toledo que la piel se marchita y que tarde o temprano ni una buena cosmética borra las arrugas del tiempo? ¿Y entonces valdrás tanto como el ingenio, el conocimiento y la experiencia que atesores?

La vieja Manuela ante de la bella Cayetana, debió de pensar la aristócrata, como la monarca celosa de Blanacanieves que se miraba ante el espejo: "Espejo, espejito, ¿quién es la más bonita?". Ninguna idea brillante se reflejaba en el espejo, solo la envidia que la corroía por dentro. La derecha estética, vacía y arrogante. Cabe decir que, según todos los indicios, Carmena ganará sobrada en Madrid y que los de Álvarez pincharán tanto como ella lo hizo en Catalunya, con el peor registro histórico del PP. Dios castiga castiga sin piedra ni palo.

Elsa Artadi hizo lo mismo con Ernest Maragall, recurrió a la descalificación por su edad. No lo hizo por conocimientos de Barcelona, ni por proyecto de ciudad o de país, lo hizo porque Maragall es mayor y podría, si quisiera, ejercer de jubilado jugando al ping pong con los nietos o a petanca en una plaza. Artadi, como Álvarez, es de casa buena. Ernest, también, ni que sea por ser nieto de Joan Maragall. Artadi, como Ernest Maragall, representan dos fracciones que explican, por separado, el crecimiento del independentismo, desde la derecha civilizada una y desde el centro-izquierda el otro. La ya no tan joven Artadi tiene mucho que aprender todavía de Quim Forn, de su experiencia, bagaje y coneixements. Forn no hubiera metido la pata con las líneas del Metro, cuando el astuto Bolaño le tendió una trampa tan sencilla como demoledora. Touché, Vila Artadi. El problema, en este caso, no fue mentir. El problema es el profundo desconocimiento que demostró sobre el principal medio de transporte público de los barceloneses. El problema no es el coche oficial o que no lo utilice, en los barrios altos se va en taxi o con los Ferrocarriles, el problema real es un desconocimiento tan notable sobre la principal infraestructura barcelonesa. Querer ser alcalde para servir a la ciudad y regir su destino tiene poco que ver con tener el cutis impoluto o la frente arrugada. Para ser alcalde lo básico nunca no será el año en que naciste, ni dónde naciste, sino tener ideas y proyecto, entender y conocer profundamente Barcelona. Y aquí Ernest es imbatible y la transformación de Barcelona capitaneada por los Maragall es incuestionable.

Maragall representa, al mismo tiempo, la suma del proyecto republicano, su vigor y fortaleza, representa el cambio que ha experimentado el conjunto del país que se explica, precisamente, porque ha integrado a personas de otras tradiciones, como los catalanistas del PSC, y al mismo tiempo sectores de la derecha del Upper, que han cambiado de bandera. De no ser así, seguiríamos con los catorce diputados de antaño. El independentismo ha sumado porque ha incorporado a gente de todas partes, como los pericos Gabriel Rufián o Elsa Artadi, de la izquierda y de la derecha de Sarrià. El independentismo se ha hecho grande porque ha sumado tradiciones diversas, se ha hecho grande porque ha superado la adolescencia, se ha hecho grande por su transversalidad y capacidad de seducir y sumar.

Por cierto, suerte de las personas mayores que están en todo, como mi madre, como tantos millares de madres y abuelas, de padres y abuelos, que están en todo, siempre, en cada charla o movilización. Suerte tenemos. Probablemente Carmena repetirá como alcaldesa de Madrid y si así lo quiere una mayoría, Barcelona tendrá el primer alcalde republicano desde enero de 1939, cuando los fascistas entraron por la Diagonal y los republicanos se luchaban en retirada o se preparaban para sobrevivir a una posguerra implacable ante la hostilidad de la derecha local que festejó el franquismo. Ernest es grande, tan grande como esta gran capital que es Barcelona, cabeza y casal de la gent gran, com Ernest Maragall. Suerte y aciertos, Ernest. Si vuelven los republicanos es que también vuelve la República, vuelve aquella capital que cautivó el mundo en los años 30, aquella capital que proyectó la Olimpiada Popular frente los Juegos Olímpicos de Berlín.