Las cenas amarillas han servido y sirven para recoger el afecto y apoyo de la población independentista. Pero no han sido útiles, por incapacidad o por falta de voluntad, para ampliar la solidaridad, para hacerla más transversal, para trabar alianzas con sectores políticos y sociales que aunque no ser independentistas, consideran una vergüenza democrática los presos del 1 de Octubre. Porque, siendo honestos, no todos los que hicieron el 1-O eran indepes y mucho menos todos los que salieron a la calle el 3-O.

Articular espacios de encuentro y complicidad solidarios es y tendría que ser una apuesta estratégica del movimiento republicano, que es todo lo contrario a pretender patrimonializar ideológicamente el 1-O y no darse cuenta de que, de hecho, fue una victoria brillante de la democracia ante un estado autoritario que reaccionó a golpes contra los ciudadanos. Era el "¡votaremos!" contra el "no se va a votar, ni urnas, ni papeletas". Era una confrontación de raíz radicalmente democrática contra el gobierno del PP y el régimen del 78 que tiró de violencia haciendo suyo el miserable "¡A por ellos!" real.

Iniciativas ciudadanas de raíz municipal o sectorial como las del Free son una herramienta formidable porque permiten llegar a un mundo que de otra manera no sabe o no encuentra un espacio para articular una sentida voluntad solidaria. Los Free nacieron en Sant Vicenç dels Horts, con el encarcelamiento de Junqueras, cuando un grupo de vecinos y amigos se organizaron. En cada manifestación se les puede ver sosteniendo una gran pancarta con la estampa de Junqueras y el "libertad presos políticos". Con Domingo Alfonso y Maxi Calero, entre otros, al frente. Son un grupo de medio centenar de personas, municipalista, que actúa en clave local y piensa en clave global. Al abrigo del Free Junqueras nació el Free Romeva, el Free Rovira, el Free Forcadell, etc.

El independentismo tiene que entender que no ha venido a tener razón, ha venido a ganar

Estos sí que son espacios que hacen un acercamiento humano a la ignominia de la democracia española y sus jueces merdosos, herederos de la España franquista. Un espacio que amplía el perímetro del movimiento republicano, que amplía la solidaridad, que parte de principios imbatibles como la libertad y la justicia entendidas como pilares de la democracia.

El Free Romeva se constituyó con un encuentro, boca a boca, en un bar de Sant Cugat del Vallès, el Mesón. Se presentaron 200 personas, del sí y del no. Demócratas todos. Había gente de todo tipo, amigos, nadadores, waterpolistas, castellers o escaladoras como Anna Ibáñez. Una tropa diversa y heterogénea, muy unidos por la libertad de Raül y la de todos los presos políticos. Incluso han creado un Free Romeva en Menorca. La solidaridad se extiende así como una mancha de aceite. Los Free hacen lo que no han sabido hacer las cenas amarillas, que ―no hay que confundirse― son imprescindibles y formados por incombustibles. A su lado, los Free son complementarios y hacen un trabajo bestial, un trabajo de suma, un trabajo que permite trabajar con gente de diferentes sectores políticos y sociales, un trabajo que conecta el independentismo con el conjunto del país o al menos con una parte del país que no tiene como prioridad la independencia pero que al mismo tiempo es imprescindible para seguir avanzando. Son aliados del independentismo o lo pueden ser si no se los excluye.

El independentismo tiene que entender que no ha venido a tener razón, ha venido a ganar. La razón es siempre compleja y múltiple. Sin olvidar que hace muchos años que los independentistas tenemos razón. Y eso no nos hacía ganadores ni hegemónicos. Porque para ganar hay que articular el país entero o, cuando menos, una mayoría incuestionable, que abarque el conjunto de nuestra sociedad. Sólo así ganaremos la libertad, la del país entero.