Iceta, según confesión propia, aliado con las voces más retrógradas del Upper, se ha propuesto evitar a cualquier precio que Barcelona pueda volver a ser republicana. Hasta aquí, una relativa sorpresa. Ver a Iceta impulsando un pacto con la derecha extrema, la del cutter y el pasamontañas, sin complejos, tampoco era exactamente previsible. Por mucho que ya lo hayamos visto desfilando codo con codo por las calles de Barcelona, repetidamente y con una sonrisa, con todos los forofos del 155, o sea, con PP, Ciudadanos y Vox.

Ahora todavía se percibe más delirante recordar como, hasta el final de la última campaña, Elsa Artadi y Artur Mas, al unísono, agitaban el espantajo del Tripartit, asegurando que si sumaban ERC, comunes y PSC, pactarían. La cara más dura que el cemento cuando hace sólo cuatro años, sólo cuatro, los que sí que intentaron un tripartito de derechas (a pesar del primer gesto inicial de Xavier Trias) fueron PP, Ciudadanos y CiU, que presionaron a ERC para descabalgar a Colau de la alcaldía. Alfred Bosch los mando a freír espárragos. Pero Colau, por ahora, no parece ni remotamente querer imitar la ejemplar actitud del que fuera candidato republicano.

Lo francamente chocante no es tanto ver a Iceta jugando con los ricos de las tinieblas a descabalgar a Maragall de la alcaldía, sino ver a destacados comunes entrando en la rueda, festejando también sin complejos esta opción, y a Ada Colau permitiendo que la idea circule como herramienta de presión hacia Ernest Maragall, dejando flotar la idea de que si ERC no acepta las exigencias de la alcaldesa y ahora candidata de Valls, podría pasar que los votos de la derecha extrema decidieran la alcaldía de la ciudad. El ministro de Francia, el ministro de propuestas más xenófobas, el que ha aterrizado en Barcelona de la mano de Albert Rivera, el que no sabía dónde caerse muerto después de fracasar en todas partes... Pues ahora resulta que la progresista Ada Colau flirtea con la idea chantajista, como espada de Damocles del diálogo con Maragall, de entregar la llave de la alcaldía, de la ciudad de Barcelona, al candidato de la derechota catalana.

ERC y comunes tienen que hablar y ante los resultados tienen la obligación de establecer un diálogo preferente y acuerdos preferentes

¿Y cuáles son supuestamente estas exigencias de Colau? Primero, la broma que hay que hacer un tripartito con el PSC, broma porque sencillamente el PSOE no se lo puede permitir. Barcelona es la capital, es una alcaldía icónica, y que con los votos del PSC, ergo del PSOE para toda España, se hiciera alcalde a un republicano que tiene un jefe de filas por el cual la fiscalía pide 25 años de prisión, hoy no le pasa por la cabeza a nadie, excepto a las mentes pensantes de un lado y otro, que a la hora de formular hipótesis rocambolescas no se privan de nada. Segundo, aspirar a una alcaldía compartida. Esta segunda hipótesis ya sería más verosímil, si bien difícil de ligar porque requeriría un pacto global que a media legislatura permitiera a Colau acceder a la alcaldía con el concurso de 21 concejales, cuando ERC y comunes suman 20, aunque es Maragall quien ha ganado las elecciones y ERC quien viniendo de detrás (de sólo cinco concejales) ha protagonizado una victoria épica.

ERC y comunes tienen que hablar. Seguro. Y Maragall tiene que tener voluntad de ser el alcalde de todos y conceptualmente de aquello que en Òmnium denominan el 80 por ciento. Es decir, de toda la buena gente que aprecia la libertad y la justicia social, que quiere a los presos en casa, que defiende un referéndum de autodeterminación y que sabe y quiere que Barcelona sea la capital de un gran país, aquella capital que reflejaba el mundo el 36 cuando mientras Hitler preparaba en Berlín los Juegos Olímpicos, Barcelona organizaba la Olimpiada Popular.

ERC y comunes tienen que hablar y acordar, sin duda, y ante los resultados tienen la obligación de establecer un diálogo preferente y acuerdos preferentes. Pero si Ada Colau y sus corifeos pretenden utilizar los votos de Valls-Ciudadanos como chantaje, si el diálogo pasa por la amenaza permanente de utilizar los votos de Valls-Rivera-Ciudadanos, de aquellos que aplauden y espolean a los comandos del cutter y el pasamontañas, de los que se marchan del Parlamento para evitar condenar el franquismo, de los herederos de aquellos que aplaudían la entrada de las tropas franquistas por la Diagonal que acabaron con la Barcelona republicana, ya les puede aprovechar el pastel por el cual salivan, aferrados a la poltrona, con el único objetivo, confeso, de evitar que un candidato republicano que ha ganado las elecciones pueda recuperar aquello que hace ochenta años nos quitaron por la fuerza de las armas. Si el diálogo de Colau para llegar a un acuerdo, si las propuestas de ciudad, de país, de capital, pasan por el chantajismo de hacer efectiva la voluntad de Valls-Ciudadanos, que hagan y asuman las consecuencias, que para pactar con la derecha extrema ya tienen a Iceta.