Es un anacronismo que en Catalunya se haya sido incapaz de vertebrar un sindicato nacional y de clase que pudiera competir con las centrales mayoritarias, CC.OO. y UGT. Al contrario que en el País Vasco, o incluso en Galicia, con una fuerte implantación del sindicalismo nacional, el sindicalismo genuinamente autóctono ha sido huérfano.

En Galicia está la CIG, con cerca de un 20% de la representación sindical, que no es una cifra modesta. Y en el País Vasco tienen una clara hegemonía de las centrales sindicales ELA (41,68%) y LAB (19,20%), esta última fundada por hombres como el mítico Jon Idígoras, en 1975. Entre ambos sindicatos, están hoy cerca de sumar los dos tercios de la representación sindical, relegando a CC.OO. (18,31%) y UGT (10,41%) a terceros y cuartos sindicatos del país. Esta mayoría sindical vasca se ve reforzada por el concurso de los sindicatos sectoriales, agrícola y a la enseñanza. Con respecto a Navarra, LAB y ELA-STV siguen progresando y están muy cerca de superar la representación de UGT y CC.OO.

La hegemonía histórica del centro derecha nacionalista y la debilidad de la izquierda independentista explican esta notable carencia en Catalunya. Ante este déficit de país, la izquierda nacional apostó (en tiempo de Carod-Rovira) por aquello que Junqueras avala como la necesidad de empapar de republicanismo a todos los actores sociales y económicos (aquello que llamaban 'entrismo'), en este caso en la UGT, una apuesta estratégica que permitió a la fundación de Avalot, una especie de sección juvenil de la UGT, con la connivencia del entonces secretario general de la UGT en Catalunya, Josep Maria Álvarez. No olvidemos que Álvarez, durante los años 2013 y 2014, hizo muchísimos actos en el Baix Llobregat a favor del derecho a decidir. Y cabreó, de lo lindo, a la dirección del PSC.

Años después, la apuesta de Avalot no se puede decir que no fuera un éxito. Uno de aquellos jóvenes que procedían del universo independentista, Camil Ros, es hoy el presidente de la UGT. Cesc Poch o las hermanas Pelay han ocupado sitios de responsabilidad.

La misma Dolors Bassa era la secretaria de la federación gerundense de la UGT. Y el conseller Chaquir el Homrani, también. Buena parte de estos han ocupado sitios de responsabilidad en el Gobierno de Catalunya en el último ciclo político. O qué no decir de un tipo como Carlos de Pablo, secretario general de la UGT en el Baix Llobregat. Un hombre valeroso que desprende una humanidad tan inmensa como su corpulencia. El día que Junqueras volvió a pisar Sant Vicenç dels Horts él estaba. Los ojos empañados lo delataban, emocionado como el que más. Junquerista a matar.

Hay muy buena gente en la UGT, que hace un trabajo que sobresale. No sólo Pablo. Lo cierto es que aquel sindicato que antaño era un apéndice del PSC es hoy infinitamente más transversal. Pero esta progresión no ha impedido que en los momentos más complejos del procés, cuando más había que contar con las centrales sindicales, no estuvieran o que estuvieran arrastrando los pies. Por eso las huelgas o paros de país siempre han sufrido del mismo lastre: la falta de implicación del sindicalismo. Convocar paros laborales con los sindicatos pitando era y es un handicap tan evidente que hipotecó la fuerza y dimensión de la huelga. Y es así que, por ejemplo, en los polígonos industriales tuvo una repercusión ínfima.

Pero quizás las cosas empiezan a cambiar. La emergente Intersindical acaba de escoger a Sergi Perelló como secretario general. Y escucharlo en las entrevistas que ha hecho estos días es un placer. Habla con criterio, con ambición pero tocando de pies en el suelo. Con compromiso y determinación pero rehuyendo las astracanadas. Habla un hombre sensato, consciente de los déficits que lastran el proceso independentista y de la imperiosa necesidad de fortalecer sus carencias. Y una de las prioritarias es, sin duda, fortalecer el sindicalismo nacional y de clase. Hay un independentismo que sigue en la inopia y es incapaz de hacerse suya esta apuesta. Todo eso del mundo sindical los coge muy lejos, a menudo con aversión.

Dicho y hecho, nos hacen falta muchos Carlos de Pablo. Pero muchos. Tener hombres como él es imprescindible. Pero, al mismo tiempo, y cada día más, también nos hacen falta unas centrales sindicales comprometidas con un horizonte republicano. Como la Intersindical, sin duda. Sin cubrir ese flanco el movimiento independentista nunca podrá aspirar a movilizar el mundo del trabajo. Y para ganar, esta también es una asignatura pendiente.