La figura más interesante de la política española ahora mismo es Pedro Sánchez. El hecho de que el futuro del Estado recaiga sobre los hombros de un político frívolo, inexperto y quijotesco puede gustar más o menos, pero pone en evidencia qué grado de decrepitud ha alcanzado el mundo de la transición. Los intentos de Felipe González de forzar al secretario general del PSOE a aceptar un gobierno del PP y Ciudadanos han acabado de rematar al presidente Rajoy y han dejado en falso a Susana Díaz. Es verdad que Sánchez no domina su partido. Pero eso para él es una suerte. Díaz y el resto de barones ya sólo gestionan agencias de colocación. Sánchez intenta mantener su partido en vida; trata de articular una idea de la España socialista que no sea subsidiaria de la derecha y de unas generaciones que han perdido la hegemonía y el contacto con la juventud.

Quizás con un exceso de optimismo, el líder socialista intenta disputar al PP el papel de partido alfa de la política española. Como el espacio del bipartidismo se ha reducido y no hay sopa boba para todo el mundo, la lucha es feroz. La frivolidad quita presión a Sánchez y le ayuda a sobrevivir cuando todo el mundo lo da por muerto. El hecho de venir de una familia de militares franquistas le da un temple especialmente desacomplejado ante la aristocracia del PP. Sánchez es el único brote verde que le queda a la España constitucional, cada vez más rodeada por los partidos republicanos e independentistas.

Siempre que Catalunya tiene dificultades para independizarse se alía con los parias del resto del Estado. Si yo fuera el rey Felipe trataría de darle una oportunidad a Sánchez. Sin el PSOE, el rey siempre quedará demasiado facha y la monarquía tendrá problemas a medio plazo. Sánchez es hoy el único político que puede hacer de rótula entre las dos Españas goyescas que están a punto de colisionar. Quizás el PSOE tendrá que conformarse en bascular entre el PP y Podemos, o quizás podrá ocupar el centro y dejar que el PP se derechice. Pero mientras que Catalunya hace declaraciones de intenciones, España va hacia al choque de trenes y ahora mismo sólo Sánchez puede impedirlo o suavizarlo.