Ayer era un día marcado con círculo rojo en la agenda del Tribunal Supremo, con la esperada declaración del cabecilla tácito de la Guardia Civil. La cita no era menor, llegaba el abanderado de la patria española, el defensor con capa y tricornio de la Benemérita. El teniente coronel que de día actuaba como jefe de la policía judicial en Catalunya y de noche se disfrazaba de maleante bajo un perfil de Twitter con el seudónimo Tácito ―aunque lo negó rotundamente―.

El teniente coronel Daniel Baena ha comparecido dos semanas más tarde de lo previsto. Él mismo pidió la prórroga de su declaración. ¿El motivo? No tener suficiente tiempo para preparar el caso ―las defensas de los encausados, seguramente, sí―. Necesitaba más tiempo para interiorizar sus propias mentiras. Creerse su propio relato inoculado por los salvapatrias españoles. Tiempo para digerir el catálogo de falsedades y hacer de actor solvente durante su interpretación en el Tribunal Supremo sin caerle la cara de vergüenza. Visualizar en sede judicial el resultado de intensas jornadas de ensayo previo al feudo teatral de la Benemérita al ritmo orquestado por la fiscalía. Una declaración larga y llena de prosa y ensayo policial arcaico, con revelaciones inverosímiles y negaciones que te toman, directamente, por estúpido.

De nada han servido las quejas de las defensas para invalidar su declaración, con el justificante de los informes periciales ―tal como informaba el diario Público― y que demuestran que la cuenta @nmaquiabelo1984 tuiteaba desde el terminal telefónico del teniente coronel. Es obvio, evidente y relevante que detrás del tricornio del coronel Baena hay un personaje con un perfil ideológico que hace incompatible su responsabilidad como autoridad en el marco de esta investigación judicial. Sus tuits son incompatibles con su responsabilidad como jefe de la policía judicial de la Guardia Civil en Catalunya.

El teniente coronel Baena es el máximo responsable de las diligencias policiales y quien actúa como policía judicial a requerimiento de la autoridad judicial. Él es el instructor de una treintena de atestados que han alimentado al juzgado de instrucción 13 de Barcelona y que han sido la base para fundamentar las acusaciones contra los líderes independentistas. Él es quien ha capitaneado la investigación contra el procés para criminalizar el independentismo.

La instrucción del caso contra el procés ha sido contaminada por la actitud del teniente coronel Baena, con actuaciones del todo parciales y viciadas por su patriotismo visceral, hecho que se ha puesto de manifiesto en unos informes policiales totalmente subjetivos. Elementos suficientes que tendrían que servir para invalidar las investigaciones y ser declaradas nulas. Un despropósito procedimental que en cualquier país con una democracia plena inmediatamente habrían sido invalidadas.

El teniente coronel Daniel Baena ha vulnerado la ley de manera flagrante, con falta de neutralidad en sus actuaciones como policía judicial y donde ha priorizado la injerencia política por delante de su deber como servidor público

La Ley orgánica 11/2007 regula los derechos y los deberes de los miembros de la Guardia Civil. En el artículo 18, punto 2, deja claro cuáles son sus obligaciones "en el cumplimiento de sus funciones, los guardias civiles tendrán que actuar con absoluta neutralidad política y sindical, respetando los principios de neutralidad política y no discriminación...".

La Ley orgánica 2/86 de fuerzas y cuerpos de seguridad también lo menciona, concretamente en el artículo 5, apartado b), "actuar, en el cumplimiento de sus funciones, con absoluta neutralidad política e imparcialidad, sin ninguna discriminación...", o en el apartado d) "...en ningún caso la obediencia debida puede amparar órdenes que comporten la ejecución de actos que constituyan manifiestamente un delito o sean contrarios a la Constitución o a las leyes".

El teniente coronel Daniel Baena ha vulnerado la ley de manera flagrante, con falta de neutralidad en sus actuaciones como policía judicial y donde ha priorizado la injerencia política por delante de su deber como servidor público. El teniente coronel Baena es la imagen de las cloacas del Estado, el primo hermano del comisario Villarejo, los dos pilares fundamentales en la operación Catalunya.

El domingo estuve en Altsasu, uno más de los más de 60.000 que estuvimos, para denunciar otra barbaridad judicial, también con el sello de la Benemérita detrás. Miles de asistentes recorrieron las calles de este bonito municipio navarro al grito de "Askatu Altsasukoak (Libertad para los de Altsasu)" y "Hau ez da justizia (Eso no es justicia)". Detrás de la pancarta, las caras de preocupación de los familiares de los jóvenes encarcelados, padres y madres destrozados que encontraban en el calor y el apoyo de los presentes la fuerza para llenar el vacío, que genera no tener los hijos en su lado.

Los jóvenes que salieron un sábado al bar del pueblo con los amigos y que se toparon con lobos vestidos de verde. Lo que tendría que haber sido tipificado como una riña más, una de las 950 producidas en el Estado durante el 2018, fue elevada de anécdota a categoría y sentenciada con penas de prisión de entre 2 y 13 años. Ocho jóvenes condenados por la Audiencia Nacional acusados de agredir dos guardias civiles y sus parejas, con la aplicación de las penas máximas previstas en el Código Penal por los delitos de atentado, lesiones, desórdenes públicos y amenazas con el agravante del abuso de superioridad y odio.

Una sentencia en la cual seguro no ha tenido nada que ver el hecho de que la presidenta de la sala, la magistrada Concepción Espejel, sea la mujer de un coronel de la Guardia Civil –recusada sin éxito por las defensas– y la principal avaladora de la teoría que no fue una simple riña de bar.

Dos ejemplos que hacen patente la involución democrática del estado español y la perpetuación de los pilares del aparato franquista, Estado, judicatura y el aparato policial, con la persecución del movimiento independentista y la sentencia a los jóvenes de Altsasu como evidencia. Pasan los años, las décadas y todavía perduran aquellos a quienes no les tiembla el pulso para redactar cualquier relato que la justicia ve con buenos ojos sin preguntar, porque así ha funcionado siempre. Seres extraños, venidos del más allá, que vieron murallas y masas humanas con caras de odio y llenas de rabia donde otros vimos simples manifestantes con claveles. Primeros columnistas patrióticos con el orgullo herido dispuestos a todo y que actúan como soldados del Estado, donde mentir en la actuación policial es un principio más en sus actuaciones.

Y acabó la intervención del ínclito teniente coronel con la incógnita de saber si su número dos ―el secretario en la instrucción de los atestados policiales― y que tenía que comparecer después de él, se indispuso por la incapacidad de avalar el falso testimonio que se desprende ―con creces― de la declaración de su jefe o, simplemente, pasó vergüenza. Todo es posible para el "¡Todo por la patria!".