La ceremonia de toma de posesión del primer president republicano, desde 1939, fue un soplo de aire fresco. Un acto innovador, moderno y transgresor.

Era como si hubieran abierto la ventana después de años de haber acumulado moho. Las estancias de Palau estaban enrarecidas y por todo se sentía aquel olor de habitaciones cerradas. La ceremonia de toma de posesión del 132.º president de la Generalitat de Catalunya fue lucida, moderna. De los eternos Jocs Florals a las Olimpiadas. De la Catalunya carlista a la Catalunya republicana. De los segadores a las segadoras.

Para los que somos hijos de familias republicanas represaliadas, ver a Pere Aragonès siendo investido fue como una reparación histórica. De muchos años, lustros, décadas. Hay toda una generación olvidada, silenciada, a la sombra o sencillamente sepultada, en las cunetas. Sólo los que hemos visto como nuestros abuelos habían interiorizado el miedo ―hasta el límite de querer olvidar deliberadamente tanto sufrimiento, tanto dolor― podemos entender el alcance del cambio de tornas en el Govern de la Generalitat. Lo que no nos tendría que sorprender es la reacción airada de este independentismo autodestructivo que siempre busca bronca y que no comulga con nada que no sea su retórica inflamada.

Es una actitud tan reaccionaria que pone en peligro todo el proceso de acumulación de fuerzas y que empuja el independentismo hacia posiciones intransigentes, populistas, lejos de la centralidad, es un nacionalismo de barretina calada hasta las orejas

No les gustan los zapatos. No les gusta el vestido de esta o de aquella. No les gusta la innovación. No les gusta que se diga segadoras. No les gustan los saltitos de un niño. No les gusta la formación de gala del Escamot de Gala i Honors dels Mossos. Y Mosses. No les gusta la música que suena. No les gusta nada ni nadie que no sean ellos mismos y sus manías, filias y fobias.

No les gusta el cambio, en definitiva. Ni lo toleran, ni lo aceptan. Es la fe contra la razón, el inmovilismo contra la modernidad. Es la oscuridad contra la luz. Es la procesión de Semana Santa contra mosén Ballarín. Es Gomà contra Vidal i Barraquer. Es la Lliga contra Esquerra. Es el Institut de Sant Isidre contra la Unió de Pagesos. Es la escuela confesional contra la laica. Es la propiedad privada contra la ley de contratos de cultivos. Es Aristóteles contra Copérnico. Es el tradicionalismo contra el modernismo. Es el interior contra la costa.

Es una actitud tan reaccionaria que pone en peligro todo el proceso de acumulación de fuerzas y que empuja el independentismo hacia posiciones intransigentes, populistas, lejos de la centralidad, es un nacionalismo de barretina calada hasta las orejas.

Suerte que, afortunadamente, se ha abierto un resquicio de luz que permite avistar una salida del túnel del tiempo.

Una Generalitat Republicana con el compromiso y la responsabilidad de rehacer el país socialmente y avanzar hacia la independencia. "Una nueva Generalitat con el compromiso inequívoco de hacer más fácil la vida de la ciudadanía [...]. Una Catalunya prospera, justa, verde, feminista y libre que queremos para nuestros hijos e hijas". Así lo expresaba el ya 132.º president de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonès. ¡Suerte, aciertos y mucha fuerza!