¡Hoy nadie se tiene que quedar en casa! ¿Qué motivo tienen para hacerlo? ¿El desánimo, comprar el discurso del unionismo rancio o simplemente porque piensan que el globo se ha pinchado y ya no tienen tan claro eso de que verán la República Catalana? Les tengo que decir que se equivocan, ahora más que nunca.

La Diada Nacional de Catalunya es muchas cosas: movilización y reivindicación, tradición e historia, valores y principios, pluralidad e inclusión, sin embargo, sobre todo, resistencia, persistencia y esperanza.

Si todavía no están convencidos, cierren los ojos y visualicen las grandes manifestaciones del independentismo llevadas a cabo durante los últimos años. Recuerden, participaron en ellas: camiseta, estelada en mano, horas de viaje, masificación, ilusión y esperanza para vencer a Goliat. Calles desbordadas, un país atravesado por centenares de miles de manos entrelazadas y millones de gritos para reclamar quiénes somos, de dónde venimos y qué queremos ser. Nada ha cambiado, bueno sí, que tenemos centenares de imputados y procesados judicialmente o perseguidos policialmente y los líderes encerrados en prisión o en el exilio, con una sentencia que los castigará sin piedad, precisamente, por defender este país. ¿Qué más les falta para volver a salir?

Del antónimo que supone celebrar de una derrota la Diada Nacional hemos hecho el sinónimo de estar eternamente y persistentemente alzados contra la injusticia y la represión. La máxima expresión del espíritu de un país que nunca se arrodillará ante el cacique. Un cacique, históricamente, fuerte en el concepto, pero débil en sus acciones. Es cuestión de tiempo.

Esta mañana, Rafael Casanova volverá a recibir las ofrendas custodiadas por el Pelotón de Gala y Honores del Cuerpo de Mossos d'Esquadra. Pasado, presente y futuro, sobre todo futuro. Una Diada que ha venido marcada por el temor a que la manifestación de la tarde pueda pinchar. Por si la reivindicación democrática más grande de Europa, a las puertas de una sentencia que no será absolutoria, será la evidencia de la deshinchadura de la burbuja en que vive inmerso el independentismo ―argumento recurrente de la caspa derechosa―.

Si alguien todavía piensa que esta Diada será un farol, que será la constatación de la bajada del suflé independentista, se equivoca. Aquellos que dudan en si ir a la manifestación pueden hacer dos cosas: emperifollarse con la mejor camisa de lino y brindar con los Iceta, Colau o Valls en alguna terracita céntrica cool-pijo-friendly o llenarse de valor y salir a la calle para reivindicar y denunciar la inmensa represión que sufre el pueblo de Catalunya.

Si con eso todavía no están convencidos, cierren los ojos. Estiren las piernas encima del cheslong, cojan aire y respiren fuerte. Quizás de fondo escuchan a sus hijos susurrar; quizás los tienen pequeños y los acarician; quizás ya son grandes y sólo están pendientes de conseguir una hora decente de vuelta a casa bajo sus criterios de adolescentes. Quizás la abuela empieza a preparar el sofrito y les llega un aroma celestial que cautivaría hasta al más desganado. Cosas sencillas, cosas del día a día. Ahora piensen en aquellos que han hecho del gris cromo su compañero de viaje los últimos 23 meses, de los muros el horizonte donde aviva la libertad y de los barrotes lo que más se parece a los pilares por los cuales están encerrados. Madres y padres de familia que desde una prisión o el exilio, desde la distancia o la reclusión darían lo que fuera para poder estar.

La mejor respuesta es prepararnos para el tsunami represivo que atacará de nuevo al pueblo de Catalunya

Seguramente, en menos de un mes tendremos una sentencia que degollará judicialmente a los líderes independentistas. La mejor respuesta es prepararnos para el tsunami represivo que atacará de nuevo al pueblo de Catalunya con un guerracivilismo discursivo en boca de los alumnos aventajados de los primeristas de Rivera, que será constante, incisivo y exponencialmente falso e injusto.

Contra todo eso nos tenemos a nosotros, ciudadanía, entidades, partidos e instituciones. Esto va de confluir, de encontrar la teorizada unidad estratégica. Si alguien a estas alturas no entiende que eso lo tenemos que hacer juntos, vamos mal. Pero aprendan a discernir los que hace décadas que están instaurados en el filibusterismo político de los que nunca han dudado en mirar de cara al fusil.

No puedo olvidar el maltrato personal y político que el unionismo casposo evidenció aquellos 6 y 7 de septiembre en el Parlament de Catalunya. Profesionales tergiversadores de la realidad, asalariados de fracturismo endémico y aspirantes a mago que quieren hacer ver una realidad que sólo existe en sus sueños más húmedos. La presidenta Carme Forcadell está encerrada en la prisión por permitir el debate político, el debate parlamentario, la base del parlamentarismo democrático. También por ser la presidenta de la ANC.

No sé cuántos inscritos habrá definitivamente en la manifestación, los autobuses fletados o las camisetas vendidas, pero sin duda, de nuevo, será desbordante. Lo importante es que pongamos todo el esfuerzo para salir adelante. Y es, precisamente eso, salir adelante, lo que quieren los millares de afectados por el incendio de la Ribera d'Ebre, el Segrià y les Garrigues. Tirar adelante es lo que quieren hacer los que están firmemente comprometidos con el territorio, en el que quieren vivir y prosperar.

Ahora hace poco más de un año, los tobillos quedaban superados por el nivel del agua del río Ebro. Centenares de personas desbordaban el Assut de Xerta para reclamar la libertad de la presidenta Carme Forcadell. Teñidos por su espíritu, el domingo pasado, lo volvimos a hacer por una causa muy justa, para reivindicarnos como territorio, para alzarnos de nuevo, para persistir, para perdurar. Las poblaciones de Tivenys, Xerta y sus alcaldes hermanados para que vuelva a rebrotar la tierra, para que el verde venza al gris. Los pies en el río, la presidenta Forcadell en el corazón y su fuerza y tenacidad en la cabeza para salir adelante, para mirar adelante.

Rebrotar o morir. Mirar adelante o conformarse. Aceptar la ilegitimidad del Estado o plantarle cara. Conformarse con cuatro gotas o provocar el choque democrático con el tsunami que de la no violencia hará su victoria.

¡Salgan a la calle, disfruten de la Diada Nacional de nuestro país y hagamos que vuelva a rebrotar la libertad!