Las reivindicaciones de este primero de mayo para exigir la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y recuperar el derecho laboral recortado comparten protagonismo con el tema troncal de esta semana: los resultados de las elecciones generales del pasado 28 de abril.

El 28-A ha sido el primer round de un total de tres, que nos llevarán a escoger a alcaldesas y alcaldes, así como a los representantes a las instituciones europeas. El resultado del 28-A deja un resultado histórico en Catalunya y la victoria en el Estado del "no pasarán". Estos comicios electorales confirman el porrazo del PP ―con 66 escaños― y el aumento de Ciudadanos ―llegar a los 57― que significa el avance de los naranja para culminar la OPA sobre el espacio popular. La entrada en el Congreso de Vox se ha confirmado ―con 24 escaños― y pronto veremos entrar al del caballo y pistola para dar voz a la extrema derecha fascista. La victoria del PSOE ha sido holgada y la caída de Unidas Podemos inferior a la esperada ―salva los muebles con 42 escaños―, víctimas de las luchas internas y de un discurso muy fuerte en campaña pero que incumplen después.

El 28-A deja al Partido Popular tocado y casi hundido ―pasa de 137 a 66 escaños―, dejando en la punta del precipicio a Pablo Casado ―el alumno aventajado de la FAES― y a su mentor, José María Aznar. Ellos son los claros derrotados y víctimas del error que ha supuesto el giro a la derecha de su discurso, un discurso extremado, radicalizado, lleno de amenazas y descalificaciones contra Catalunya y el independentismo. El desahucio en la calle Génova se acerca, habrá baile de bastones, el estropicio de los populares en el País Vasco, en el País Valencià y en Catalunya provocará una sangría inevitable.

Ciudadanos ―que queda a menos de un punto con intención de voto de los populares― tampoco ha conseguido los objetivos marcados por Albert Rivera: sustituir totalmente el espacio político que ocupa el partido más corrupto de Europa y hacer fuera de la Moncloa a Pedro Sánchez.

Sin olvidar que habrá que estar atentos al papel de Santiago Abascal, el cabecilla de Vox que entra con fuerza ―por suerte, con menos de lo que algunas encuestas daban― y que no podemos despreciar, pues que representan el fascismo extremo en un contexto de importante crecida del autoritarismo en Europa y en el mundo.

La suma de Ciudadanos, Partido Popular y Vox equivale a lo que acostumbraba a sacar el Partido Popular en épocas de bonanza, la evidencia de la fragmentación del voto de la derecha española.

Queda de manifiesto que el modelo basado en la diversidad de las listas independentistas ha obtenido los mejores resultados de la historia en el Congreso y en el Senado

El 77,75% de participación es el indicio evidente de que estas elecciones han supuesto la movilización en las urnas para frenar la amenaza de un hipotético gobierno con la ultraderecha reaccionaría de portavoz y la presidencia en manos de los tres caballeros del apocalipsis fascista. El 28-A confirma la derrota del programa electoral de la bronca permanente, el insulto, el victimismo, la sobreactuación, la manipulación, la confrontación y la mala educación. Una campaña electoral polarizada por el todo o nada y que mostraba una Catalunya hereje y golpista.

Así pues, el PSOE es el claro ganador de estas elecciones y quien con una campaña centrada en no equivocarse y de perfil bajo ha conseguido que Pedro Sánchez ―hay que recordar la defenestración que sufrió por los suyos no hace tanto― siga siendo presidente del Gobierno, la primera victoria socialista después de 11 años.

Ahora, Sánchez tiene que escoger, si hace caso a los gritos que se escuchaban delante la sede de Ferraz "con Rivera, no" o sucumbe a las presiones del Ibex y al poder e influencia de los medios de comunicación españoles.

¿Y en Catalunya qué? Los resultados del 28-A en aquí significan la victoria del independentismo en un contexto muy desfavorable y complicado, con candidatos encerrados en la prisión y en medio del juicio político. A pesar de esta barbaridad antidemocrática, el independentismo suma más votos y más escaños que nunca, 413.168 votos más, si lo comparamos con los resultados de las últimas elecciones en 2016.

En primer lugar, destacar la consolidación de ERC como primera fuerza del país, con votos y escaños ―con más de un millón de votos―, por delante del PSC y con el colofón de la victoria en la ciudad de Barcelona. Y con un En Comú Podem que pasa de ser la primera fuerza a ser la tercera, justo por delante del espacio postconvergente, nervado por el crecimiento del voto metropolitano hacia el partido socialista. Y con el Front Republicà que, desgraciadamente, se ha quedado sin representación.

En Catalunya, con una participación del 77,58%, el independentismo suma 5 más y un total de 29 escaños de los partidarios de un referéndum de autodeterminación como solución para Catalunya. Y con un valor extra, el crecimiento del independentismo llega en un marco y un contexto de unas elecciones convocadas y que sólo beneficiaban al PSOE. Y con la buena noticia de los sólo 7 escaños de Ciudadanos, PP y Vox.

Así pues, queda de manifiesto que el modelo basado en la diversidad de las listas independentistas ha obtenido los mejores resultados de la historia en el Congreso y en el Senado. Un modelo basado en el trabajo en las fronteras sociológicas del independentismo y poniendo énfasis en el diálogo, en el multilateralismo y en las políticas sociales como eje vertebrador.

El resultado del 28-A deja a 4 diputados electos en el Congreso y 1 en el Senado encerrados en la prisión, a la espera de saber si podrán recoger el acta y si permitirán su excarcelación para cumplir con las funciones que tienen como electos; con el líder del partido más votado a Catalunya procesado y con una propuesta de condena de más de 25 años de prisión.

Hasta pasadas las elecciones municipales del 26 de mayo, no sabremos qué gobierno quiere Pedro Sánchez, si el del 155 o el del diálogo para resolver un problema político con política y no con jueces y fiscales. Un nuevo gobierno en el estado español que se tiene que poner manos a la obra y dar una solución para Catalunya, donde el diálogo, la negociación y la política tienen que dar luz al camino para conseguir e implementar lo que quiere más del 80% de la población de Catalunya, un referéndum de autodeterminación.