Creo que el robo de cobre que afecta a las líneas R2, R8 y R12 de cercanías ha sido muy positivo para el país y para su gente. Por ejemplo, tanto criticar que el tren no llega a la T1 y ahora se demuestra que aquella sabia decisión fue la mejor para dar un mejor servicio a los usuarios (y a las usuarias). La R2 es la línea de cercanías que actualmente llega a la T2 (y que será la línea que algún día antes del siglo XXIII llegará a la T1). Imagínese usted por un momento que el tren ya llegara a la T1 (como pasa en todos los aeropuertos del mundo) y que la gente usara este medio público de transporte para ir y venir de una terminal por la cual sólo pasaron 37 millones de personas durante el año 2014. ¿Qué pasaría? Pues que ahora habría graves problemas, la gente se quejaría, se tendrían que buscar alternativas... Una problemón. En cambio, como la línea que tendría que llegar a la T1 no llega, ahora no hay ningún problema. ¡¡¡Es fantástico!!!

El robo de cobre ha demostrado que se invierte demasiado en Rodalies. Si ADIF, o RENFE, o quien sea (porque cuando pasa una cosa así al final no sabes quién tiene que hacer qué) hacen un gran despliegue de medios para ofrecer una alternativa, y cuando la tienen a punto resulta que el ordenador que tiene que comunicársela a los usuarios (y a las usuarias) hace la perla, quiere decir que tenemos que volver a los métodos de toda la vida. Fuera los modernos ordenadores, 386 en funcionamiento actualmente, y recuperemos a los jefes de estación con su gorra, su bandera y su silbato. Si no hay ordenadores, no se estropean.

¿Y qué me dice de la salud que están haciendo a los 20 mil usuarios (y usuarias) afectados? Ahora, venga, rapidito de la estación al autocar, que está aparcado a dos calles porque no puede llegar más cerca. Ahora sal corriendo del autocar porque llega un tren que nadie sabía que llegaba pero que ha aparecido. Ahora vuelve al autocar porque el tren se ha marchado antes de tener tiempo de llegar al andén. Ahora que volvemos a estar en el autocar, retornemos al andén de la vía 3 porque llega otro tren que nadie sabe de dónde ha salido. Ahora a correr escaleras abajo y escaleras arriba porque anuncian que el tren no entrará por la vía 3, sino por la 1. Ahora que todo el mundo está en la vía 1, venga, volvamos a la 3 (escaleras arriba, escaleras abajo) porque al final entra por allí. Ahora volvamos al autocar porque resulta que era una falsa alarma y no viene ningún tren. Y ahora llamada al gimnasio para darse de baja porque con el ejercicio que estás haciendo, ya no tienes que ponerte en forma. Por lo tanto, gracias al robo de cobre, los viajeros (y las viajeras) mejoran la condición física, están más sanos y se ahorran pagar un gimnasio. ¿Qué más podemos pedir?

Bueno, y por no hablar de la mejoría en las relaciones humanas. ¿Cuántas amistades y, ojo, cuántas parejas saldrán de estas aventuras compartidas? Imposible saberlo, pero serán unas cuantas porque estas cosas unen mucho. ¿Y, qué me dice de la mejoría en la calidad humana de las comidas navideñas? Cuando después del cuarto canelón ya no hay conversación (ni aire para respirar, ya que está todo en el estómago intentando hacer bajar la bechamel) y los cuñados (y las cuñadas) empezarían a discutir, podemos vivir momentos de hermandad como este:

– Pues yo estuve tirado dos horas en La Llagosta.

– Pero, ¿qué me estás contando? Yo estaba en Mollet Sant Fost...

– Hooombre, haberlo dicho, que yo llevaba un poquito de caldo.

– Cáspita, pues yo tenía carne rebozada... Siempre que cojo el tren voy con la fiambrera por si acaso.

– Y lo hubieras podido calentar con mi hornillo.

– Por supuesto, y tú habrías podido venir a dormir un rato en mi tienda de campaña. Siempre la llevo por si roban cobre o cae la catenaria... o por lo que sea.

En resumen, con unas encuestas tan ajustadas, es evidente que el primer partido que prometa robo de cobre para todo el mundo, cogerá una ventaja que puede ser decisiva. Tengámoslo en cuenta.