El principal problema que tendría una hipotética —y muy improbable— república española es que si los electores quisieran a un presidente de derechas, podrían elegir a uno recientemente autoproclamado republicano de toda la vida como Carlos Herrera, y si quisieran uno de izquierdas, podrían optar, por ejemplo, por José Sacristán, que siempre ha dicho también que él de monárquico no tiene nada.

En cualquiera de los dos casos, el resultado para los catalanes sería seguramente muy similar a tener un monarca preparadísimo pero que, mira por dónde, ahora resulta que le ponen caliente las porras.

Los politólogos tendrían que estudiar a fondo un país que tanto le da que su jefe de estado llegue al cargo por vía electoral o carnal. Hay tanto consenso en algunas cuestiones y tanta incomprensión en otras que, por lo que se ve, no hay que perder ni un minuto más intentando teñir de morado la tercera franja de la bandera.

Carlos Herrera confirmó del todo este extremo cuando, en una reciente entrevista en Telecinco, se definió como republicano de siempre. Que no se extienda el pánico: acto seguido aclaró que la situación es tan convulsa en España que ahora es aconsejable dar el control a una figura no partidista. En fin, que la república es para cuando las cosas van bien y los partidos se dan besos en la boca. Para Herrera, pues, hasta que el Congreso no parezca una fiesta de swingers es mucho mejor que el jefe de estado sea una persona de juicio, es decir, no elegida por los ciudadanos. Y que sepa repartir un poco de estopa cuando conviene. Felipe VI, pues, es perfecto.

Los politólogos tendrían que estudiar a fondo un país que tanto le da que su jefe de estado llegue al cargo por vía electoral o carnal

Quizás habría que recordar aquí que cuando Carlos Herrera debutó como presentador en su programa en la Cope (con un nombre creativo, Herrera en la Cope) fue apadrinado con una llamada del monarca emérito, que le agradeció haberle apoyado en "circunstancias difíciles".

El rey Juan Carlos no acabó de aclarar si se refería, por ejemplo, a la amenaza de intervención económica de mayo de 2010, o si más bien hacía alusión a una crisis bien diferente, la de Botsuana, cuando en pleno descalabro económico todo un país pilló a su rey con el fusil de cazar elefantes en una mano y los calzoncillos en la otra.

En aquel momento los partidos no se peleaban tanto como ahora y el rey demostró no tener mucho juicio, pero Carlos Herrera le apoyó igualmente.

Otro republicano español con pedigrí es el actor José Sacristán. Aparte de republicano, es evidente que se le da bien hacer promoción de sus obras de teatro. Alguien le debe haber aconsejado —con razón— que si no quiere pasar inadvertido tiene que hacer ruido en las entrevistas. Y no se ha privado de nada.

Haciendo honor a su apellido, Sacristán ha preparado hostias para todo el mundo: al rapero Valtònyc, a punto de entrar en prisión por sus atrevidas letras, le ha dicho "gilipollas" y "tonto del culo". A la persona que contrató a los titiriteros encarcelados en Madrid la ha tildado de necia. Y a los que hablan de presos políticos en Catalunya les ha dicho que no tienen "ni puta idea" de lo que es una dictadura. Argumentos algo rudimentarios viniendo de un intelectual de su talla.

Entre una cosa y otra, leídos y escuchados los razonamientos tanto de Sacristán como de Herrera, lo que a mí me parece claro es que ninguno de los dos tiene ni puta idea de lo que quiere decir ser republicano.