Empezaron hace dos semanas. El Rebost Solidari de Cerdanyola del Vallés, Gra de Blat de BCN y Hesed de Figueres, con la ayuda de los bomberos, se pusieron a trabajar para llenar un trailer de ayuda con destino al campo de refugiados de Idomenei, en Grecia.

Y de momento ya han llenado cuatro y han tenido que parar la recogida porque la avalancha de solidaridad les ha creado un grave problema logístico: no tienen dónde guardar tanto material. Ropa, zapatos, cochecitos de niño, pañales, productos de higiene...

Da gusto ver la pista de baloncesto de los carmelitas de Badalona. Las fotos no expresan exactamente el impacto que tienes cuando accedes. Y tampoco transmiten el trabajo de los voluntarios, que también han desbordado la organización.

Son seres humanos los que han provocado la guerra que hace que miles de familias con niños se jueguen la vida para huir de la confusión, la miseria y el horror.

Son seres humanos los que crean y hacen funcionar las mafias que se encargan de expoliar a estas familias para trasladarlas a la rica Europa, poniendo en riesgo sus vidas y la de sus hijos, en muchos casos bebés. Con total impunidad.

Son seres humanos los que reciben a los refugiados en campos que están en peores condiciones que algunas pocilgas.

Son seres humanos los que cierran las fronteras de sus países para que los refugiados no puedan pasar.

Son seres humanos los que, sentados en un despacho, no hacen nada para distribuir a los refugiados entre los países y las ciudades que están deseando acogerles.

Son seres humanos los que han montado una especie de compra-venta de refugiados con Turquía, basada en aquello que le llaman la geopolítica, una cosa que, naturalmente, siempre va por delante de la solidaridad y de la humanidad.

Todos los citados, de varios países, con varias ideologías y orígenes y diversos en general, son seres humanos. Y eso dice muy poco de los seres humanos.

Pero la gente que ha llevado ropa, que la clasifica, que trae cajas de cartón, que está yendo con su furgoneta particular y se ofrece para transportarlas. Y los alemanes que llevan comida y abrigo a los refugiados, los húngaros y los polacos que los acogen en su casa, o los eslovenos que van a la frontera a ayudarlos... Ellos también son seres humanos.

Y es gracias a esta gente anónima, y que siempre está, que hay que seguir creyendo en los seres humanos. Al menos en algunos. En los buenos que, como usted sabe, no son precisamente "ellos".