Estos últimos días no hay comida, encuentro o conversación donde no surja la siguiente pregunta: “¿Por qué debo votarles?”. Como hace tiempo que digo que debemos volver a los básicos, mi respuesta va alineada en este sentido: "Porque son catalanes". En el caso de partidos políticos, entiendo como catalanes a aquellos que responden a una estricta obediencia catalana, no supeditados a Madrid. Más allá de si nos gustan sus estrategias o lo hartos que estemos de sus peleas estériles. CUP, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. No, los Comuns no están incluidos. Son un partido completamente subordinado a Sumar, un partido español, y a una agenda española, la que les lleva a pactar con Valls o el PP la alcaldía de Barcelona. Por cierto, que con la mayor campaña a favor de la abstención —iniciada desde una parte del independentismo— en unas elecciones españolas la CUP se presente, significa claramente que ya es un partido sistémico. Veremos cómo evoluciona.

Lo más relevante a considerar esta vez al votar no es quiénes son los candidatos o qué hacen los partidos, sino a quiénes representan: a los catalanes. Porque el momento bajo que vivimos se arreglará y cuando esto ocurra será bueno tener diputados en Madrid. La crisis de ahora no se arreglará sola, la arreglará la gente. Pero hace falta un poco más de tiempo. Un margen que, de aquí al 23 de julio, no tenemos. Hace falta generar las palancas que vuelvan a situar la energía en el camino positivo, constructivo, de propuesta. Hace falta generar la ilusión que nos saque del camino negativo, destructivo, de reventón. De ese reproche constante de lo que no ha funcionado en el pasado y sobre lo que ya no podemos hacer nada. Y centrarnos en lo que sí podemos hacer. Es decir, dejar de formar parte del problema y pasar a formar parte de la solución. ¿Y qué puede ayudarnos a recuperar la ilusión y a generar un ambiente positivo? La unidad. No existe alternativa. Ya se ha probado todo por no ejercerla. Y no va.

Si la reacción de Catalunya al espantajo "que viene la derecha" es "pues votemos a la izquierda", será una noticia muy negativa. La reacción catalana debe ser en clave nacional

Ahora tenemos enfrente un peligro, pero que puede convertirse en una oportunidad. La historia se repite y vale la pena extraer algunos aprendizajes: dejamos de llamarlo independencia para llamarlo república, no ha ido del todo bien y ahora viene la derecha. Si la reacción de Catalunya al espantajo "que viene la derecha" es "pues votemos a la izquierda", será una noticia muy negativa. La reacción catalana debe ser en clave nacional. De defensa propia frente a un estado sádico contra las minorías. Venga quien venga, porque tanto la derecha como la izquierda van a saco. Basta con ver la reacción de la ministra de justicia, del PSOE, ante el posicionamiento del TGUE sobre la inmunidad del president Puigdemont, o cómo Sumar se desdice del referéndum. Contra nosotros, en España, todo vale. Tanto por unos, como por otros. Debemos tomar conciencia de ello de una vez y debemos saber defendernos. La diferencia en las formas no debe confundirnos la coincidencia en el fondo: quieren arrasarnos.

Por lo tanto, es necesaria una respuesta nacional. Unos diputados catalanes que actúen en clave nacional y que defiendan los intereses de nuestra nación. Un comportamiento nacional, ojo!, en todos los ámbitos: no solo vale pedir responsabilidades a los políticos. ¿Y es esto lo que nos ofrecen los partidos catalanes de cara a las elecciones? Ya veremos. Por el momento nos ofrecen la oportunidad de demostrar que existimos. ¿Poco ambicioso? Quizás. Pero estamos donde estamos. Vendrán tiempos mejores, seguro. Aseguremos las posiciones. ¿Que querríamos propuestas más concretas? Estas elecciones no van de eso. Van de si se impone un derecha-izquierda o si se mantiene un Catalunya-España. Eje en torno al cual, cuando se ha ido a Madrid con programas ambiciosos, se ha vuelto con incumplimientos totales. Mande quien mande. Venga la derecha o venga la izquierda. Contra Catalunya todo vale. Esto ha sido siempre así, pero ahora es peor. España es un estado a la defensiva que no soporta la diversidad. La única manera de mantenerla es estar presente.