Decía Josep Tarradellas que en política los gestos tienen tanta o más importancia que los acuerdos o los desencuentros. Por lo general, los gestos suelen ofrecernos una idea visual bastante aproximada del momentum que se quiere plasmar. Así, hemos podido ver a Manuel Fraga bañándose en la playa de Palomares para demostrar que los niveles de contaminación radiactiva en el agua no eran peligrosos. Más recientemente, una imagen que plasmó mejor que cualquier información la consulta del 9N fue el abrazo largo y emotivo entre Artur Mas y David Fernàndez. En los dos casos, la imagen era el mensaje.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez tampoco nos tendrán que explicar cómo les ha ido el encuentro en el Congreso de los Diputados. Menos de media hora de reunión y la insólita imagen del secretario general del PSOE extendiendo la mano en señal de saludo y el presidente del Gobierno en funciones abrochándose la americana y evitando el apretón de manos. Seguramente, un asesor que se quedó fuera de la sala aconsejó al líder del PP que adoptara esta actitud fría y distante. Pero la imagen no le ayuda en estos momentos en que los conservadores han perdido la iniciativa política en la investidura de un presidente del Gobierno, Rajoy no consigue tejer alianzas más allá de Ciudadanos y la explosión simultánea de corrupción de los populares en Valencia, Madrid y Baleares ha dejado al presidente en funciones a la intemperie.

La imagen también es una bofetada a la gran coalición entre PP y PSOE que defienden insistentemente los primeros y algunas viejas glorias de los segundos (amén de Susana Díaz). ¿Cómo se puede predicar una alianza gubernamental entre populares y socialistas si no son capaces ni tan siquiera de saludarse?