No conozco ningún catalán que no se haya preguntado nunca qué catalán tiene que hablar. Porque, para quien no lo sepa, catalanes, hay muchos. Y ahora os lo voy a demostrar. Empezaremos por uno de los catalanes más desagradables de oír: el catañol, que vendría a ser una confluencia de castellano y catalán (en realidad sería un castellano de toda la vida con alguna palabrita catalana para quedar bien y enternecer al oyente catalán). A continuación, tendríamos el catalán académico, que poca gente se atreve a utilizar porque, con un solo error que cometas, corres el riesgo de ser linchado en la plaza mayor del pueblo o de la ciudad donde vivas. Uno de mis preferidos: el catalán callejero, que admite, sin que tengas que pagar nada a cambio, un tenir de, un sisplau o un è mol bo això que menjut. Dentro del mundo de los oficios que no sirven para nada, tendríamos el catalán de la política, que nunca es igual, siempre fluctúa según el tipo de votantes que quieren que vayan a las urnas. Para los que les gusta la música de calidad, tenemos el catalán del reggaeton, que solo utiliza dos palabras: chingar y culo. Para los empresarios, en cambio, tenemos el catalán administrativo; si os interesa, lo venden por fascículos en cualquier quiosco. Para los nostálgicos, tenemos el catalán anterior a la última reforma ortográfica del IEC, que conserva todos los acentos diacríticos. Para los estudiantes, también tenemos un catalán: el catalán del patio de escuela, que vendría a ser castellano. En la zona de Barcelona, hace relativamente poco, los jóvenes nacidos después del año 2000 han empezado a utilizar un catalán que solo tiene una vocal: la a (si me están leyendo, seguro que piensan que aixà ca dic na as varitat). Hay un gran número de testigos que afirman que, en la zona de TV3, también ha surgido un nuevo catalán que nada tiene que ver con el que se hablaba cuando se inauguró; según dicen las fuentes, se caracteriza por ser una maraña de catañol y de reggaeton. Podría continuar con cientos de catalanes más, pero, llamadme tiquismiquis, quiero hacer otras cosas antes de jubilarme.

No hay un catalán mejor o peor que el otro; existe un catalán para cada contexto.

La pregunta continua abierta: ¿qué catalán tenemos hablar? Como dirían los gallegos, depende, depende del contexto en el que os encontréis. Eso sí, hay unos cuantos catalanes, de los que he citado más arriba, que no hace falta que los habléis nunca, a menos que viajéis al extranjero. Centrémonos en los contextos, pues. Si estáis haciendo un pícnic con un grupo de amigos en el campo, os podéis permitir un sisplau o un tinc d’anar a pixar; nadie os denunciará a las autoridades lingüísticas. Si, en cambio, sois el presentador de un programa cultural de TV3, utilizad un catalán postreforma ortográfica del IEC; quedaréis como unos señores y os ahorraréis un linchamiento en las redes sociales. Como podéis ver, estos dos ejemplos son casos muy extremos y, por lo tanto, es muy sencillo saber qué catalán tenéis que utilizar; pero, ¿qué pasaría si salierais de fiesta y quisierais ligar o flirtear con alguien? El primer paso que tendríais que dar es conocer la procedencia del individuo con el que deseáis intimar. Si viene de Inglaterra, tendréis que hablarle en inglés; si viene de Escocia, en gaélico, pero, si viene de Lleida, tendréis que hablarle en catalán occidental (de los catalanes más bonitos que he oído jamás). Esto, por un lado. Por el otro, tendréis que saber qué nivel cultural tiene. Si lo primero que os dice es: estás más bueno/a que el pan, mejor que os larguéis; no terminará bien. Si, en cambio, empieza a recitar Els fruits saborosos de Carner, optad por responderle con un catalán delicado y armónico.

Otro elemento muy importante que tenéis que conocer es la edad que tiene; sobre todo por temas legales y para adaptar la temática de la charla. Si no pasa de los veinticinco años, habladle de viajes, de influencers, de cosmética... con un catalán inclusivo y con anglicismos (ejemplos: ellis ballen molt bé o quine marca d’eyeliner portis?), y, al cabo de un par de días, hacedle un ghosting. Si, en cambio, tiene más de cuarenta años, centraos en hablarle de los chándales de táctel o de cómo era la vida cuando no había móviles con un catalán de Pompeu Fabra y os lo habréis ganado. De cincuenta años para arriba, con un catalán callejero, causaréis sensación.

Como veis, no hay un catalán mejor o peor que el otro; existe un catalán para cada contexto. Lo que sí es imprescindible es que habléis en catalán y no en castellano; ¿por qué, si no, qué sentido tiene llamarlo catalán? Tenemos la gran suerte de tener una lengua muy rica, que admite distintos registros y dialectos. Aprovechémoslo. No todas las lenguas tienen esta gran suerte. Cuanto más la hablemos, más rica y resiliente será. Todo depende de nosotros, los hablantes.