Carles Puigdemont ya prometió que volvería a Catalunya en caso de ganar las últimas elecciones europeas (mezclando perversamente el condicional y el imperativo: "Si quieres que vuelva el president, tienes que votar al president") y se ratificó en la promesa cuando obtuvo el acta de eurodiputado. Hace pocos días, el president 130 aclaraba que estos espejitos —conscientemente falsos cuando los enunció— ahora se realizarán, poniéndole un poco de ironía, en diferido. De hecho, Puigdemont ha rizado el rizo y todavía ha inyectado una dosis más de chantaje: solo vendrá al país como president legítimo si la contingencia parlamentaria lo permite (a lo cual, añadió, ayudaría una candidatura unitaria). Al "votadme y volveré" ya nos habíamos acostumbrado, pero esto de pedir unidad después de haber sido el artífice de romper un gobierno independentista ya es demasiado cínico incluso para un convergente.

La tomadura de pelo y la impunidad de mearse en la cara de la gente es tan monumental que no habría que comentar mucho más. Ya tiene gracia que el president dijera que Catalunya tiene que ser ambiciosa porque se ha acostumbrado a protagonizar victorias de bajo vuelo; ¡él, precisamente, que protagonizó y enunció una declaración unilateral de independencia de solo ocho segundos! Una gesta que, como repetiré por enésima vez, el antiguo president de la Generalitat decidió solo sin ningún tipo de respeto por el Parlament de Catalunya que acababa de votarla. Pues bien, el Molt Honorable ahora dice que, de todas estas mentiras, nos tenemos que olvidar porque ahora es la hora de restituir al Govern ilegalmente desbancado por el 155; todo esto estaría muy bien, excepto por el pequeño detalle de que él mismo puede concurrir a las elecciones solo porque ha pactado una amnistía con un partido como el PSOE.

España está encantadísima de hacer volver al president y dejarlo concurrir a unas elecciones, porque así se lava la cara ante la justicia europea y el resto de países del Viejo Continente

El lector querrá responder a toda esta retahíla histórica de hechos recientes (y fácilmente contrastables) diciendo que vale la pena "indultar" al president porque, a pesar de las mentiras, sigue siendo nuestro activo político más valioso. Mi respuesta es sencilla y cartesiana: ningún activo que se base en la mentira y en vender gato por liebre a la gente tiene ningún tipo de valor. De hecho, es justamente al contrario: solo cuando el electorado pueda afianzar su independentismo limpiándolo de falsarios, podrá avistar un futuro mínimamente esperanzador. Puigdemont pide el voto a los ciudadanos de una manera delirante; lo hace, insisto, solo porque uno de los partidos del 155 le ha permitido volver al país. Sin embargo, como él mismo sabe que la amnistía puede acabar en papel mojado por el efecto de una judicatura medio franquista, exige al pueblo que lo haga president dentro de un régimen autonómico. No se puede tener más morro.

Ante las enmiendas que he resumido, muchos conciudadanos me dicen que tengo toda la razón del mundo (no soy yo quien tiene razón; ¡son los hechos!), pero que prefieren votar a un falsario "nuestro" que entregar el voto a los españoles. A mí este razonamiento me parece digno de alguien que merece tratamiento psiquiátrico, pero cuando menos me resulta honesto. Es la misma lógica que aplican las hembras maltratadas por sus machos cuando te dicen que no los abandonan porque, en el fondo, los quieren y algún día, vete a saber cuándo, seguro que acaban cambiando. Es el argumento del catalán prototípico que, durante toda la vida, ha decidido comprar en la misma charcutería aunque sepa perfectamente que tienen el precio del jamón fraudulentamente inflado. Si prefieres vivir en una mentira, pero que sea catalana, como quien cree que el Espíritu Santo es manifestación divina, mis razones no te servirán.

Asumir que se vota irracionalmente siempre será mejor que osar sostener que Puigdemont es un peligro para el Estado. Contrariamente, como se ha demostrado manta vez en la configuración de la amnistía, España está encantadísima de hacer volver al president y dejarlo concurrir a unas elecciones, porque así se lava la cara ante la justicia europea y el resto de países del Viejo Continente. Si Puigdemont se presenta, y por lo tanto asume los criterios de participación de unos comicios españoles, ¿dónde quedarán todos los casos abiertos donde se reclamaba enmendar al Estado por autocrático? ¿Qué cara creéis que pondrán los jueces europeos cuando se reclame justicia después de haber pactado una amnistía por la cual se acabará perdonando incluso a los polis agresores del 1-O? ¿Cómo puedes deslegitimar, en definitiva, un sistema con el cual te has acabado acostando? Si no lo ves, amigo mío, es que te gusta vivir engañado.

Me alegra que el president vuelva. Así, aparte de no votarlo, podremos recordarle cada una de las veces que nos ha mentido. Necesitaremos tiempo, porque la lista es casi infinita.