El 14 de julio de 1789, los parisinos descontentos tomaron la Bastilla, una prisión que estaba en horas bajas, con solo siete prisioneros, pero que contenía armas y pólvora. La Bastilla no tenía un gran valor, pero era un enorme símbolo del Antiguo Régimen, una monarquía absoluta en la que los nobles y el clero tenían poder, mientras que la creciente burguesía era menospreciada, y con un régimen feudal en las zonas rurales. El hecho de que la Bastilla fuera conquistada se considera el inicio de la Revolución Francesa, pero ocurrieron muchas más acciones que condujeron hasta la Asamblea Nacional en octubre del mismo año, donde se derogaron las leyes que habían regido Francia durante casi mil años, y un nuevo orden constitucional, que consideró la libertad y la igualdad (Liberté, Egalité) como principios intrínsecos a todos los ciudadanos. El tercer principio, la fraternidad (Fraternité) fue añadido ya entrado el siglo XIX. 

Justo después de la rendición de la Bastilla, una serie de rumores sobre la revolución incipiente y la hambruna que acontecería consecuentemente se propagaron como el fuego por toda Francia durante unos meses. Bandas sanguinarias de bandidos recorrieron pueblos, incendiando y saqueando, particularmente en las zonas rurales, destruyendo cosechas y atemorizando a campesinos. Sucedió a mediados de verano de 1789, un tiempo corto, pero muy intenso, conocido como la época de “el Gran Miedo”, que se considera en los libros de historia como un acelerante de la Revolución Francesa en las zonas alejadas de la gran urbe, París. Entre los historiadores existe un gran debate sobre cómo, cuándo y por qué se inician los rumores: ¿fue una respuesta de pánico, totalmente irracional y emocional, a lo que sucedía en París, la que alimentó la propagación de los rumores? ¿O fueron actos racionales y dirigidos a conseguir una determinada respuesta popular para favorecer el espíritu generalizado de necesidad de cambios sociales los que iniciaron este “fuego”?

Un análisis científico que usa modelos de expansión de epidemias encuentra la solución a este enigma e infiere que no fue una respuesta irracional de pánico, sino una acción dirigida y racional para provocar una respuesta de los campesinos contra el statu quo. El análisis es exhaustivo —teniendo en cuenta que se están analizando hechos que ocurrieron hace 250 años— y cuantitativo. No son especulaciones, es un análisis de los datos de los que se dispone de la época: el mapa de carreteras y conexiones con los pueblos que había alrededor; cuál era el número de habitantes del pueblo; cuál era su nivel de conocimiento medio (p. ej. nivel de incultura, si había escuelas o ningún tipo de servicio); cuál era el precio del trigo en aquella zona y el nivel adquisitivo medio; y cuál era el régimen de servidumbre con los nobles locales. Además, cuentan con unos datos históricos inestimables: en 1932 el historiador francés Georges Lefebvre hizo un recuento de todas las cartas enviadas entre conocidos de los pueblos afectados durante esta época, con el fin de realizar una estima histórica realista —como si fuera a tiempo real— de cómo se fueron extendiendo los rumores entre las distintas localidades.

Los investigadores aplican modelos epidemiológicos para intentar hacer un modelo que se adapte a cómo se van extendiendo los rumores de forma secuencial. Después de la COVID-19, todos más o menos podemos entender estos conceptos, necesarios para aplicar un algoritmo de difusión —es decir, un cálculo de la probabilidad “de infección”, en este caso, en vez de infección por un virus, de transmisión de un rumor— y ver si el modelo se adecua a los hechos históricos comprobados. Así, en este modelo, las localidades se clasifican entre las que son “potencialmente infectables” por el rumor (hay participación de algunas personas en algunas revueltas, pero no son del pueblo), de las que están infectadas (revueltas extensivas), de las que se han “infectado, pero recuperado” (han tenido revueltas, pero ya han pasado). También hay poblaciones que no fueron afectadas, y poblaciones que fueron “reinfectadas”, es decir, tuvieron al menos dos oleadas de revueltas.

Aplicando modelos epidemiológicos con distintos coeficientes y valores de expansión de los rumores similares a una infección por virus, consiguen predicciones de comportamiento que se ajustan muy bien a lo que realmente sucedió, según los datos que tenemos. Primero hubo una expansión rápida, para alcanzar un pico, y después la calma. Os adjunto un mapa de redes de conectividad, donde se indica dónde está el primer dato de “infección” para cada agrupación o comunidad, que está definida por los distintos colores. Si consultáis el artículo original, podréis comprobar la superposición con la red principal de carreteras de la época en Francia (finales del siglo XVIII), mostrando que la fuente de comunicación fue por comercio y movimiento de personas de un pueblo a otro.

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Imagen del comentario de Jack A. Goldstone (Nature, 2025) donde se muestra cómo se expandieron las revueltas (basadas en rumores) del Gran Miedo en el verano de 1789 en Francia. Los puntos indican poblaciones importantes y los colores, diferentes comunidades, donde se puede establecer en qué momento comenzaron las revueltas violentas, saqueos e incendios (artículo original de Zapperi et al, Nature, 2025).

El modelo nos indica cómo se extendieron las revueltas, pero no indican cómo y por qué. ¿Dónde se inicia la revuelta dentro de cada comunidad? El modelo demuestra que las revueltas por los pueblos no empezaron donde había más incultura, no era la gente más pobre y analfabeta la que se dejó llevar por los vientos de la revuelta. Los inicios dentro de cada comunidad se dieron en pueblos un poco más grandes, donde había más gente que sabía leer y podía tener cierto criterio, pero SOBRE TODO, y este es el punto más importante, las revueltas se extendieron como los virus en pueblos donde las leyes feudales determinaban que el poder del noble sobre la tierra dependía de antiguos títulos de vasallaje escritos entre nobles y campesinos. De modo que si los archivos se quemaban, los nobles no podían reclamar poder ni diezmos, ni ningún tipo de vasallaje sobre las tierras. Quemando los registros, no quedaba ninguna evidencia que les permitiera reclamar tributos ni tierras a quien no vivía allí. En cambio, en localidades donde la dependencia de los campesinos respecto a los nobles era distinta, no hubo tantas revueltas. Lo que este estudio científico demuestra, pues, es que hubo una intencionalidad clara detrás de este conflicto historicosocial. La Revolución Francesa no fue solo una revuelta de los burgueses e intelectuales contra la monarquía absoluta que no les tenía en cuenta y les hacía pagar más impuestos y tributos, sino que también “el Gran Miedo”, propagado por rumores atemorizantes, fue un elemento crucial, una revolución social contra un orden feudal establecido, en el que los campesinos reclamaron derechos sobre la tierra. Todo ello, confluyó en una nueva constitución y un nuevo orden social. No fue fruto del azar, fue un movimiento intencionado.

Los autores creen que este tipo de análisis de redes complejas puede explicar muchas otras dinámicas de propagación de determinados movimientos sociales. Basta con discernir cuáles son los componentes y las interrelaciones para realizar un modelo que pueda predecir con fiabilidad cómo se propagaron, cómo se propagan actualmente o, incluso, cómo podrían propagarse movimientos sociales masivos en situaciones futuras.