Algunos famosos personajes de la cultura y la política de nuestro país y de otros países vecinos fueron despedidos hace unos días en el puerto de Barcelona por unos cuantos miles de personas, poca cosa si se confronta con la pretensión a la que obedecía la gesta, porque los despedidos integraban la comitiva que partían en barco hacia Gaza con la voluntad de llevar alimentos y medicinas a una población desasistida, pero sobre todo con la pretensión de hacer ruido, de manifestar su condena a lo que llaman genocidio y a su perpetrador, el gobierno de Benjamin Netanyahu.

Si la pretensión fuera asistir a personas desesperadas, desasistidas o perseguidas, ¿cómo es que tantas otras que son objeto de actos de barbarie en el mundo entero no merecen su queja, su atención y, es un sarcasmo, su sacrificio?

Es cada vez más difícil mantener la mirada puesta en la masacre sin condenarla, ni siquiera recordando que, con todas sus sombras, ese Israel del otro lado de la frontera es occidente, pero vive un mundo que ni siquiera imaginamos y que un 7 de octubre se manifestó en toda su abyección. Es difícil de aceptar ese horror, sobre todo para quien, sostenido por la fe cristiana, sabe que cualquier persona es nuestra hermana por el solo y sublime hecho de ser hija de Dios. Pero este no menor argumento no vale en sí mismo. En acciones como la Flotilla de la joven con el mejor nicho de negocio conocido, a la vez que es su distracción, y en el de la exalcaldesa que nunca se fue solo sirve para construir un discurso político; la pretensión no es socorrer a la población de Gaza, pues todo el mundo sabe que con lo que lleven en esos pocos cascarones o algunos otros que se les pudieran sumar no se solventa el problema ni siquiera para un día. Porque, si la pretensión fuera asistir a personas desesperadas, desasistidas o perseguidas, ¿cómo es que tantas otras que son objeto de actos de barbarie en el mundo entero no merecen su queja, su atención y, es un sarcasmo, su sacrificio?

Pueblos cristianos abrasados en Nigeria, decenas de mujeres asesinadas diariamente en Ciudad Juárez, rencillas tribales que han acabado aniquilándose mutuamente durante generaciones, un estado latinoamericano cerca de ser aniquilado por su presidente... El objetivo no es dolerse por Gaza o con Gaza, sino contra Israel, porque el objetivo de flotillas rodeadas de alharaca menor y trufadas de gente conocida es político, no social, ni humanitario. A quienes ayudan a los dolientes de la India ni se los escucha, ni atiende, ni palmea la espalda antes de subir al avión que los conduce al infierno. Estos otros, los del relumbrón, deberían ser recompensados con nuestra indiferencia, pero claro, cuando pienso que quizá alguno puede estar con ello labrando una vuelta a la política, vuelvo a mirar hacia arriba y pienso: ¡que Dios nos pille confesados! Algunos han tenido que cejar en el empeño del viaje por el mareo y un poco de oleaje, pero eso para la acción política no constará en el expediente. En los barcos, no sé, pero en política, por supuesto que flotan.