Un personaje más o menos público residente en Madrid me comentaba hace muy pocas horas: "Esta vez Mas no tiene salida. Está en medio de la tormenta perfecta. Le falta un escaño para que la CUP se pueda abstener y estos no tienen pinta de ceder por más presión que reciban. Además, el Estado va a emplearse muy a fondo en el tema del 9-N. Finalmente, ¿durante cuánto tiempo mantendrá la cohesión que hoy expresan en público los 62 diputados de Junts pel Sí?". Otro político, en este caso catalán, en una línea parecida añadía: "Convéncete, no tiene salida. A medida que pasen los días, lo importante no serán los 72 escaños independentistas sino la suma de intereses para desplazar a Mas". Vaya por delante que hoy todo el mundo es cupólogo, un nuevo género periodístico para analizar lo que hará la CUP y que ya avanzo que yo no lo soy. Miraré, por tanto, de no aventurar, durante estas semanas, los pasos que pueden dar.

Sí que me llama la atención, en cambio, la ligereza que sobre el particular expresan unos desde la distancia física y otros desde la diferencia ideológica, en muchos casos en las antípodas. Como si el presente no tuviera pasado y se quisiera hacer un reset a voluntad respecto al papel jugado por unos y por otros. Es cierto que la imputación del 9-N puede ser un elemento distorsionador en la toma de decisiones. Pero lo sustantivo no debería ser eso, sino que haya llegado a ser imputado después de un tortuoso camino en el que los fiscales catalanes tuvieron que cambiar en bloque su opinión, más tarde se llevó por delante al anterior fiscal general del Estado y, finalmente, amenaza la continuidad del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya por el enfado en el Consejo General por "la lentitud" con que se ha llevado el caso.

El 9-N no es patente de corso para Mas. Pero a nadie debería extrañar que su partido no esté dispuesto a aceptar que se vete su candidatura con el argumento de la corrupción y por haber aplicado una política que ha incluido recortes en muchos departamentos. ¿Alguien ha pensado que aceptarlos sería tanto como reconocerse culpable de corrupción y el responsable caprichoso de los recortes?