El acuerdo de claridad planteado por Esquerra Republicana es una estafa. Así de rotundo lo afirmo. Es una propuesta sosa, ¡otra más!, del independentismo mágico. Tan maravillosa como la desobediencia que no saben gestionar los que promueven esta vía y el exceso de heroísmo les rebota como un bumerán. Clara Ponsatí dio una lección de cómo se pueden hacer las cosas bien y aprovechar una fisura legal para desconcertar al adversario, evitar arrodillarse y animar a la tropa. La acción era una parte del relato. Estén atentos a todo lo que ocurra hoy y después comparen.

1. El desobedecer depende de uno mismo. Se trata de una decisión personal que puede conducir al suicidio o bien medir con cautela hasta dónde llegar. Les proporcionaré un ejemplo, que probablemente no les agradará, al que estoy dando vueltas desde hace tiempo. Lluís M. Xirinacs era un rebelde total, hasta el punto de asumir muchos riesgos personales. Entre 1969 y 1977 protagonizó ocho huelgas de hambre, incluida la de 1972, que fue además de sed. Los días de ayuno voluntario oscilaron entre los tres días (1975) y los cuarenta y dos días (en 1973, tras la detención de los 113 de la Assemblea de Catalunya). La lucha no violenta de Xirinacs le llevó a “plantarse” ante la puerta de la cárcel Modelo para defender la amnistía de los presos políticos. Le acompañaron los “mendigos de la paz”, que fueron el pilar de la Marcha de la Libertad de 1976. Las huelgas de hambre de Xirinacs fueron duras, pero nunca pusieron en peligro su vida. Por el contrario, el activista del IRA Provisional Bobby Sands falleció el 5 de mayo de 1981, tras una huelga de hambre de sesenta y seis días. Tenía veintisiete años y el 10 de abril había sido elegido diputado de Westminster por los condados de Fermanagh y South Tyrone. Utilizó su cuerpo como arma para combatir el autoritarismo británico. Xirinacs era gandhiano —y, por ende, pacifista—, y nunca convirtió su cuerpo en una bomba. Una cosa es dejarse apalear por la policía con la violencia que refleja una fotografía del 1 de febrero de 1976 hecha por Manel Armengol, en la que se ve cómo los “grises” golpean con furia a Ferran Garcia Faria, un “mendigo de la paz” no suficientemente reivindicado, y otra cosa es sacrificarse. Las muertes en una manifestación no son consecuencia de un ritual sacrificial de los manifestantes, sino de la violencia policial. A Ester Quintana y a Roger Español les vaciaron un ojo en 2012 y en 2017, respectivamente, por parte de los Mossos d’Esquadra y de la Policía Nacional.

2. La desobediencia es un acto de rebeldía que se elige y se mantiene con inteligencia. Un acuerdo, por el contrario, surge del consenso en el que intervienen más de un actor. Ninguna comisión académica puede crear un consenso político. Por otra parte, el acuerdo de claridad es una propuesta de Esquerra, partidista, como les ha recordado el ministro socialista Félix Bolaños, y me parece abusivo que la Generalitat pague dietas a los académicos seleccionados. Se deberían reunir en la calle Calabria y que los republicanos les pagaran el trabajo de manera adecuada. No descarten que el unionismo les acuse de algo. Los altos cargos de Esquema deberían estar al tanto de que, en la España constitucional, los jueces hacen política y se sirven de la justicia para eliminar a alguien que se convierte en un estorbo. Con esto en mente, y no lo digo para proporcionar ideas, sino por un simple “principio de realidad”, la mayor distorsión que plantea esta comisión es que no se sabe a quién se dirige. Cuando leo algunas declaraciones de los promotores del acuerdo de claridad, tengo la sensación de que el acuerdo no es una propuesta dirigida a los poderes españoles, sino a los catalanes. Esquerra se está convirtiendo en un partido posindependentista, recogiendo la idea expuesta ayer por Jordi Barbeta en su columna. Los republicanos se han añadido al discurso unionista de que el proceso de secesión ha dividido a los catalanes, como si la sociedad catalana fuera muy diferente a otras. Todas las sociedades están divididas, por una u otra razón. O por muchas. Desde la época de Séneca se sabe que la política es la vía para conciliar pensamientos diversos, lo que es el fundamento de la democracia. Solo las dictaduras buscan la unanimidad. Es un error ofrecer el acuerdo de claridad a los catalanes, porque la mayoría tiene claro qué quiere. Cuando en 2016 el actual conseller Joan Ignasi Elena coordinaba el Pacte Nacional pel Referèndum, el 80% de los catalanes estaban de acuerdo en que la vía para resolver el conflicto era convocar un referéndum legal. No pudo ser porque el establishment español (incluido el PSOE) no aceptó esta vía bajo ningún concepto. 

No hay libertad sin reformismo. El retorno al pensamiento mágico es la solución de los ilusos

3. Uno de los inconvenientes de los políticos catalanes (y de muchos asesores, académicos o no), es que no tienen conocimiento de la historia. En la extensa biografía que Borja de Riquer ha dedicado a Francesc Cambó se puede leer cómo este político se preparó a fondo para gobernar. Se quedaba dormido leyendo un libro de un autor clásico, latín o griego, que él mismo había hecho traducir al catalán. El ser un hombre cultivado no impidió que Cambó a menudo cayera en errores que le terminarían hundiendo, especialmente cuando no supo prever el alcance del golpe de Estado de Franco y la guerra civil posterior. Aunque sabía mucha historia, como Jordi Pujol, por poner otro ejemplo de político con conocimientos históricos, no entendió la naturaleza del nacionalismo español. El español es uno de los grandes ejemplos de nacionalismo étnico, forjado a través de la violencia. Nace con la resistencia a la invasión napoleónica y tiene un fuerte componente militarista, aunque en la historiografía española fantasee con la supuesta tolerancia del nacionalismo liberal que murió con la II República. La transición posterior a la muerte de Franco, que abrió la puerta al régimen del 78, fue una transición armada, en la que tanto los militares españoles como los terroristas vascos (más la coletilla de algunos catalanes que, una vez desarmados, se integraron a ERC) condicionaron la recuperación de la democracia. El constitucionalismo de vía estrecha se benefició de la desestabilización provocada por la violencia. Se utilizó el “voto de las armas”, resumiéndola de la manera del profesor Xavier Casals, para limitar los cambios reales. Los historiadores observamos la realidad desde las personas y las ideas que esas personas defienden para explicarse, mientras que los politólogos a menudo solo hablan de leyes. Ninguna buena ley ha salvado jamás vida alguna ni ha resuelto ningún conflicto. Oriol Junqueras, que es historiador, debería saberlo.

4. Este acuerdo de claridad pasará sin pena ni gloria, como todas las medidas que se escriben y no dependen de uno mismo. El PSOE y el PSC ya han advertido a Esquerra Republicana que no piensan prestar ni un minuto de atención a su propuesta porque no hay nada que discutir sobre la unidad de España. Dado que no admiten la posibilidad de convocar un referéndum de independencia, ¿qué sentido tiene debatir la claridad del proceso referendario? Tienen razón. Como director de la Escola d'Administració Pública de Catalunya aprendí una lección. Aquella tarea coincidió en el tiempo con la elaboración de los dieciocho largos y detallados informes del Consell Assessor per a la Transició Nacional. Un brindis al sol, sinceramente, porque algunas de las propuestas dependían de la respuesta que el Estado les brindara. El diagnóstico estaba mal hecho y ya sabemos cuál fue el resultado. Lo que me llevó a sospechar que no andábamos por buen camino (a pesar de que debo reconocer que no lo manifesté públicamente), es que los mismos que, como se vio, estaban dispuestos a dejarse enchironar por un ideal difícil de lograr, la independencia, a la vez renunciaran a cambiar la administración pública. Deseaban ser independientes y, al mismo tiempo, eran incapaces de aprobar una ley que rompiera la dinámica de privatización y burocratización de la administración. No hay libertad sin reformismo. El retorno al pensamiento mágico es la solución de los ilusos. No es ninguna propuesta, como no lo es el acuerdo de claridad, que nace muerto. La política catalana necesita regenerarse. Lo primero que necesita es que los políticos dejen de engañar al pueblo y que algunos se retiren definitivamente.