El Gobierno está teniendo la habilidad política de multiplicar las crisis en la gestión de Pegasus con cada giro de guion del software israelí. La explosión y las derivadas se limitaban hasta ahora al entorno independentista y la descoordinación de mensajes entre Margarita Robles y Félix Bolaños. Hoy, donde había una crisis, hay varias, y todas dejan al Ejecutivo en posición de debilidad. Primero, el marco ha cambiado radicalmente. La rueda de prensa urgente en La Moncloa, un lunes de fiesta en medio país, convocada a las 7 de la mañana, con la comparecencia del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, para comunicar al país que el presidente Pedro Sánchez y la ministra de Defensa, Margarita Robles, han sido espiados tiene varias implicaciones. Reconoce el espionaje: Pegasus existe y se ha usado ilícitamente contra el Gobierno. Comunicarlo en comparecencia pública, no en sesión parlamentaria o en la Comisión de Secretos Oficiales, evidencia que es un asunto de relevancia social, de interés público y por tanto debe ser aclarado de la misma forma. 

Esta información, ‘el presidente ha sido espiado’, podría entenderse que se guardara en secreto dada su sensibilidad nacional e internacional. Decidir revelar intromisiones "ilícitas" y "externas", entre mayo y junio de 2021, con una cantidad de datos extraídos del móvil institucional de Sánchez de ​2,6 gigas en la primera intrusión, y 130 megabytes, en la segunda, es reconocer que en estos momentos esclarecer Pegasus es un valor superior a la seguridad. La comparecencia de Félix Bolaños da luz verde a que una vez revelado el espionaje a Pedro Sánchez lo sean todos los demás. Es clave conocer cómo ha sido espiado el jefe de Gobierno, aclarar la gravedad del quién ha sido y con qué motivos. Pero también lo es también bajo qué premisas fueron espiados los más de 60 afectados del entorno independentista. Es importante en términos de seguridad, de confianza institucional y política. Y es relevante el contexto en el que los cargos del Govern fueron espiados. Si Margarita Robles cree que es compatible ser una amenaza para el Estado y un actor legítimo como socio de Gobierno. 

Si el Ejecutivo no resuelve pronto las incógnitas de Pegasus dejará abiertas las puertas a todas las conspiraciones. Cada actor político podrá airear su versión lógica o inverosímil de los hechos

La ministra de Defensa no tenía necesidad de menospreciar la revista The New Yorker y el análisis forense del laboratorio de la Universidad de Toronto Citizen Lab. La publicación es de las más reconocidas y es más fácil que el texto de Ronan Farrow se incline hacia el Pulitzer que al Fake News. La universidad está entre las veinte primeras del mundo y la siguiente en nuestro ranking nacional es la de Barcelona en el puesto 87. Menospreciar la investigación de “no sé qué laboratorio” nos pone en evidencia de cara al exterior. Por la veracidad que le otorga el Parlamento Europeo y porque no es necesario despreciar una investigación forense que han hecho en Toronto antes que en España. En concreto, antes que el Centro Criptológico Nacional, dependiente del CNI, bajo el mando de Robles. 

Por más esfuerzo intelectual y de fuentes que pongamos en el caso Pegasus, el relato del Ejecutivo es incoherente. Un win-win para la derecha capitaneada por Alberto Núñez Feijóo y un lose-lose para el Gobierno. O hay alguna pieza importante del espionaje Pegasus que no conocemos o es inexplicable el cambio de versiones. Cuando tenían que salir a apagar un fuego, han generado tres incendios más.

Por resumir, la lista de las diez posibles crisis pasan por responder a varias cuestiones. Uno. Si Sánchez ha sido el primer jefe de Gobierno en revelar ser víctima de Pegasus, debemos conocer cómo se han producido todos los hackeos en territorio nacional, independentistas incluidos. De momento, solo el patrón de los espiados y las fechas darán algunas claves.  Dos. Si el móvil hackeado de Macron era el personal y el de Pedro Sánchez el institucional, ¿cómo un dispositivo que debe estar acorazado es hackeable? ¿Quién responderá por esta vulnerabilidad? Tres. Los servicios secretos saben utilizar Pegasus. Lo compraron y conocen el programa. Aun así, no han sido capaces de proteger al jefe del Ejecutivo del propio malware. ¿Nadie va a responder por esto? Cuatro. WhatsApp comunicó el uso de Pegasus en España en 2019, entre otros, a Roger Torrent y Ernest Maragall. Ha pasado un año y el CNI, a través del Centro Criptológico Nacional, no ha ordenado revisar la seguridad de los móviles del Gobierno. ¿Quién va a asumir esta falla de seguridad de no revisar los móviles en un año? Seis. Además de la Audiencia Nacional, el CNI debe averiguar quién espió al presidente. ¿O no están para eso los servicios secretos? Siete. El ejecutivo baraja la tesis de un país extranjero. Si Marruecos espió a Sánchez como espió a Macron en fechas similares, ¿de qué proporciones sería la crisis diplomática tras ceder el Sáhara? Ocho. Si fue una corporación internacional, el escenario es tan distópico ―una multinacional con capacidad para espiar a un presidente― que obliga doblemente a resolver la autoría del espionaje. Nueve. ¿Cómo van a resolver el Ejecutivo y sus socios catalanes la desconfianza generada por Pegasus? ¿Y con Podemos? ¿Cómo recompondrá el Gobierno el bloque de investidura si hasta Yolanda Díaz denuncia públicamente sentirse espiada? Diez. Y tal vez la que más le afecte a medio plazo: ¿cómo va a solventar la sensación de descoordinación institucional? La imagen de un poder cada vez más desordenado suele terminar en la percepción de cambio de ciclo.

Por delante queda una semana con comparecencias clave, desde la ministra Robles, la directora del CNI a la reunión de la comisión de secretos oficiales. Si el Ejecutivo no resuelve pronto las incógnitas de Pegasus dejará abiertas las puertas a todas las conspiraciones. Cada actor político podrá airear su versión lógica o inverosímil de los hechos. Cualquiera que ponga una tertulia escuchará opciones con sentido y otras descabelladas. Lo peligroso es que, sin información veraz, sin un relato creíble, todas son válidas. El Gobierno afronta una crisis de seguridad nacional, otra interna con sus socios, la democrática, la exterior y la distópica. Y todas tiene que resolverlas en tiempo récord.