Marion Muller-Colard defiende la existencia de los intranquilos, los seres perturbados y perturbadores en detrimento de las almas tranquilas. Vivir con un punto de inquietud, sin protección y con agitación interior. La pensadora desea que las personas sean "ligeramente" perturbadas, con unos gramos de impaciencia y con alteraciones necesarias. Lo contrario a la paz de espíritu, de la tranquila condición de la ataraxia. Invita, a través de obras literarias, pero también de los textos del Evangelio, a acoger la inquietud, la desazón y el desasosiego como lucha contra el conformismo y el adormecimiento. Uno de los aspectos más reconfortantes de ser profesor es constatar el inconformismo de los estudiantes inquietos. Solo hace falta que les insinúes que alguna cosa no se puede hacer, que ellos se aferran con la fuerza de un molusco a la roca y te reprochan que es injusto, que por qué no, que quién lo dice. Que bien que existan estudiantes intranquilos y no muebles impasibles y narcotizados. Muller-Colard (Marsella, 1978) ha teorizado sobre estos perfiles. La autora está traducida por la editorial Fragmenta y es una de las escritoras y pensadoras cristianas protestantes más inspiradoras que existen en el país vecino. Ha ganado el premio de Espiritualidad Panorama-La Procure con su obra La intranquilidad, que ahora llega en catalán. Muller-Colard confiesa que conoció la intranquilidad en la cuna, ella y nosotros. Venir al mundo comporta aquella precipitación de repente en unos brazos que nos acogen, calientan o abandonan. Todo aleatoriamente, sin que entendamos los motivos. En aquella cuna estábamos nosotros, pero también la intemperie, la intranquilidad, la incomodidad, la inquietud y la angustia. Aquel momento era vida, pero vida intranquila. Aprenderemos a aguar el vino, pero la vida siempre será o todo o nada. Marion Muller-Colard, que se ha dedicado a la mediación penal, ha recibido el Premio Abat Marcet al mejor libro en catalán de temática espiritual y estará en Barcelona el 12 de noviembre. El galardón lo ha conseguido por otra obra, El otro Dios: el lamento, la amenaza y la gracia, donde reflexiona sobre el sufrimiento de los justos y rompe las mitologías en torno del bien y el mal: "Aquel hombre ya ha pasado por una fuerte enfermedad, no puede tener otra peor", pensamos. Y no es cierto, porque puede suceder. Con Dios no se hacen contratos de este tipo, y la autora, que ha estudiado teología en Estrasburgo, constata que no hay posibilidad de negociación ante el misterio del mal, pero ella presenta su visión —esperanzada— de qué quiere decir vivir.

Releyendo su propia experiencia con un hijo muy enfermo, parte en busca de una fe que ya no es la seguridad ilusoria de estar protegida del destino y de los peligros. Apuntala su pensamiento en la figura de Job, hombre sabio y justo a quien solo le pasan desgracias y se rebela ante Dios, de quien se siente abandonado. Con Job ella cuestiona la posibilidad de eliminar la culpa y el pensamiento mágico para arriesgar una confianza sin red.

No se recrea en la queja ni en la amenaza, sino en la gracia. No es tan habitual contar con voces femeninas intelectuales de su profundidad. Un acierto traducirla, invitarla, entrevistarla, leerla y escucharla.