El nombre y el papel de Francisco Pérez de los Cobos Orihuel en la presidencia del Tribunal Constitucional me recuerda un chiste que Macià Alavedra contó a Rodrigo Rato durante las negociaciones del Majèstic, en 1996.

En la primera reunión, Alavedra y Rato se emplazaron a llevar por escrito las condiciones del pacto que tenía que asegurar la investidura del presidente Aznar. Cuando llegó el día de la cita, el entonces conseller de la Generalitat trajo las condiciones de CiU resumidas en un folio, escritas por puntos. Rato, en cambio, se presentó con un ladrillo de 40 páginas encuadernado con tapas y espirales.

En el informe del PP había una introducción a la historia de España y a los principios de la economía de mercado, además de un análisis sobre el papel del Estado en el mundo y las líneas de actuación política y económica que se derivaban. El entonces prestigioso economista dio una ojeada al papel de CiU con una mezcla de extrañeza y de desprecio, y dejó caer: "Esto va muy al grano".

Con aquel sentido político que lo caracterizaba, Alavedra le respondió amablemente: "Ahora chocas con una diferencia de mentalidad que viene de muy lejos". Y le explicó un chiste pintoresco que había oído de su padre, periodista y secretario del presidente Francesc Macià.

Resulta que un catalán y un castellano se conocen en un viaje a Madrid y empiezan una buena relación. Al separarse en la Estación de Atocha se dan los datos personales. El castellano le dice al catalán: "Jorge Humberto Espinosa de las Llanuras. Avenida Bretón de los Herreros, número 347, 1ero 2nda. Ahí tiene usted un amigo para toda la vida, y quedo en su disposición". El catalán le responde: "Pau Pi. Bruc, 7. Mani. (Mande)"

No sé si Pérez de los Cobos reiría con este chiste, como hicieron Rato y Aznar, que después llamaba a Pujol preguntando cómo iban las negociaciones de Pau Pi paper. Y no sólo porque Pérez de los Cobos es un señor que tiende a hacer cara de solemnidad, como si se preparara para que un escultor le hiciera un busto de virrey o de procurador romano.

El presidente del TC decía en una entrevista, poco después de ser nombrado, que ama la cultura catalana como si fuese suya, un poco en la línea del presidente Aznar, cuando tenía que hacerse perdonar "el Pujol enano habla castellano". En el 2006, sin embargo, publicó un libro de aforismos titulado Parva memoria, que da entender que su paso por las universidades de los países catalanes no fue del todo agradable.

No es que Pérez de los Cobos no lleve bien la cuestión de las diferencias nacionales, es que es un memorión sin capacidad intelectual para distinguir el alma de las cosas de su expresión política. Respecto de la insolidaridad, escribe, en su libro de aforismos: "Cuando un catalán está satisfecho lo expresa diciendo: 'A mí ya me va bien'". Respecto de la avaricia, asegura: "El dinero es el bálsamo racionalizador de Cataluña". Con la misma falta de sensibilidad para ver un poco más allá de la superficie, toca el autonomismo: "No hay en Cataluña acto politico que se precie sin una o varias manifestaciones de onanismo".

Sobre el nacionalismo –que es el coco de los constitucionalistas idiotizados por Franco– asegura: "La única ideología capaz de seguir produciendo pesadillas es el nacionalismo". Los ingleses tampoco salen bien parados, y dice que han aprendido a lavarse de los gatos, como si la España castellana fuera la cuna de la higiene. A Mallorca también le caen palos: "El mallorquín ve en su propio interés una fatalidad, algo inevitable de lo que no se puede escapar. '¿Y yo qué tendría que hacer?'"

Nacido en Yecla en 1962, el padre de Pérez de los Cobos se presentó por Fuerza Nueva en las elecciones de 1977. Él mismo desgarró un ejemplar de la Constitución un año después, ostentosamente, delante de sus compañeros de clase, a la salida del colegio. Algunos compañeros del instituto recuerdan que participó activamente en la campanya contra la Constitución, a pesar de no tener la edad legal para votar, i que adornaba algunos trabajos con frases de Blas Piñar. 

A pesar de esta furia falangista juvenil, o precisamente por su causa, el actual presidente del TC estudió Derecho en la Universitat de València. Después de sacarse la licenciatura con premio extraordinario y de hacer el doctorado, pasó por la Universidad de Bologna, donde escribió una segunda tesis. En 1994 consiguió la Cátedra de Derecho del Trabajo en la Universitat de les Illes Balears, y en 1997 la misma Cátedra en la Universitat Autònoma de Barcelona.

El currículum del presidente del TC presenta una actividad frenética, y da la sensación de estar pensado para poder desembarcar en Madrid y recuperar el poder que su padre vio evaporarse. Profesor visitante en las universidades de Milán y de México, y colaborador en centenares de publicaciones y proyectos de investigación, durante su estancia en Barcelona se peleó con Salvador del Rey, un socio del bufete Cuatrecasas que está considerado uno de los mejores abogados laboralistas del mundo.

La enemistad entre los dos empezó por la disputa de la cátedra y pasó al terreno político. Mientras que De los Cobos colaboraba con el PP desde 1992 y era su laboralista de referencia, Del Rey tenía una estrecha relación con Jordi Pujol y el modelo empresarial de sus gobiernos. Cuando todavía estaba en la UAB, De los Cobos se posicionó activamente contra la negociación del nuevo Estatut, vinculando el proyecto con el "desprecio hacia España" que, según él, promueve la escuela catalana.

En el 2007, Pérez de los Cobos consiguió la cátedra de la Complutense de Madrid y en el 2010 fue nombrado magistrado del TC, apadrinado por Celia Villalobos, que es la mujer de Pedro Arriola, el estratega político de Rajoy. Durante la comisión de nombramientos, se presentó como un "modesto profesor universitario". Tiempo después, El País reveló que era militante del PP y socio de una empresa de asesoría, junto con otro cargo político del gobierno Rajoy.

De los Cobos es presidente del TC desde marzo del 2013. Unos meses antes se alió con el sector progresista del pleno para declarar constitucional la reforma del Código Civil del 2005, que legalizaba el matrimonio gay. Este gesto ayudó a presentarlo como un puente entre los jueces conservadores y liberales. Bajo su mandato, el TC ha seguido extendiendo una idea de la justicia  muy contaminada del racionalismo de cartón piedra que está pudriendo la economía y la cultura de Occidente.

Aunque numerosas voces han dudado de la independencia de criterio de De los Cobos, su problema con respecto a Catalunya va más allá de los prejuicios. Isaiah Berlin ya explicó que la principal fuente de conflicto en Europa es la tendencia de los políticos e intelectuales a olvidar que los valores pueden ser buenos y a la vez incompatibles entre ellos. Amayrta Sen lo explica en su libro The idea of Justice, intentando reconectar el racionalismo institucional con la psicología más bàsica.

Supongamos que tres niños -nos dice- se discuten por una flauta. Anna reclama la flauta porque es la única que sabe tocarla. Joan también la reclama porque dice que es el único de los tres que no tiene ningún juguete en casa. Y finalmente está Greta, que asegura que se ha pasado meses trabajando una caña de bambú para fabricarla. ¿Quién se lo tiene que quedar?

Un católico que creyese en la Santísima Trinidad respondería que los tres. Pero Sen se sirve del caso para explicar que si los estados pintan la justicia como una cosa universal es para disimular que la legalidad tiene un centro y una periferia, y favorece los objetivos concretos de unas élites y unos territorios por encima de los otros.

El papel de muro contra las aspiraciones políticas de Catalunya que hace Pérez de los Cobos en la presidencia del TC hay que verlo desde esta perspectiva. Si España es un Estado que iguala por debajo, si la igualdad pasa siempre por delante de la libertad, ¿por qué debe ser? Ya en los tiempos de Aznar, los sacralizadores de la Constitución decían que el nacionalismo y el liberalismo son incompatibles.