A medida que transcurren los días parece hacerse más evidente que el adelanto electoral dictado por Pedro Sánchez será decisivo para convertir a Xavier Trias en el nuevo alcalde de Barcelona, responsabilidad a la cual regresará después de ser desalojado en el 2015. Sánchez y los pésimos resultados obtenidos el domingo por ERC en Barcelona —y en el conjunto de Catalunya, con más de 300.000 votos perdidos— son dos factores que hoy parecen (casi) incontestables. Como apuntamos en un análisis de urgencia escrito la misma noche del escrutinio, toda la presión se ha orientado hacia Esquerra a fin de que impida, de la mano de socialistas y comunes, que Trias se convierta en alcalde. Estas presiones han fracasado, al menos hasta el día de hoy.

ERC, pendiente de una reflexión interna más profunda y global sobre lo que está ocurriendo, ha decidido que, ante el grave batacazo del domingo, lo más prudente es replegarse sobre lo que es el núcleo central de su identidad política: el independentismo. En esta línea, ha ejecutado el movimiento táctico —a través fundamentalmente del presidente Pere Aragonès— de alargar la mano a Junts, lo cual implica, naturalmente, permitir que Trias consiga la alcaldía. No ha hecho caso, pues, a las apelaciones de Jaume Collboni y Ada Colau para conformar una mayoría de fuerzas "progresistas" —palabra que aquí se tiene que entender como sinónimo de "partidos de izquierdas". Colau llama a tajer un pacto tripartito (PSC, Barcelona en Comú y ERC) aunque su modelo de ciudad ha sido claramente rechazado en las urnas. A su vez, Collboni reclama también un acuerdo entre perdedores, a pesar de haber prometido en campaña que, si no ganaba, se iría a la oposición. ERC recibió el domingo un golpe fuerte y se ha situado a la defensiva, lo que hace perfectamente comprensible que no quiera saber nada, de una maniobra tan poco estética como la de apartar Trias.

El mapa político municipal resultante de las elecciones celebradas el domingo en Catalunya está más fragmentado y es más complejo que antes

Es obvio que la posición adoptada por ERC parte de la consideración que una buena parte de su electorado se ha quedado en casa asqueado, entre otras cosas, por la falta de unidad y las constantes disputas entre independentistas. Conjurarse contra Trias muy probablemente acentuaría este descontento y desencadenaría un nuevo castigo en las elecciones españolas del 23 de julio. Un mal resultado en julio debilitaría ERC, que tendría menos capacidad de plantar cara a un eventual gobierno de PP y Vox, así como, si no fuera este el caso, de seguir ejerciendo el rol de aliado principal de Sánchez en Madrid.

Igualmente, la cúpula de ERC ha tenido en cuenta que contribuir a arrebatar a Junts per Catalunya la alcaldía de Barcelona podría hacer que la formación de Jordi Turull y Laura Borràs decidiera revolver y priorizar los pactos con el PSC. Hay que considerar que el mapa político municipal resultante de las elecciones celebradas el domingo en Catalunya está más fragmentado y es más complejo que antes. Eso, en la práctica, hace que decidir la alcaldía en muchos lugares sea cosa, básicamente, de tres: socialistas, Junts y ERC. Si Junts decide cerrar sistemáticamente acuerdos con los socialistas, los republicanos pueden perder una gran cantidad de alcaldías, y el correspondiente poder real sobre el territorio.

A pesar de todo, las crónicas nos informan de los continuos movimientos de Jaume Collboni, que no se conforma ahora con sentarse en los bancos de la oposición. Por eso, los socialistas, viendo muy difícil llegar a torcer la voluntad de ERC, han ido a llamar a la puerta del PP. De nuevo, las elecciones del 23 del mes que viene juegan a favor de Trias. ¿O es que alguien cree que el PP, en plena precampaña de las elecciones españolas, regalará Barcelona a los socialistas, es decir, en un Pedro Sánchez al que se disponen a sacar de la Moncloa utilizando ferozmente las armas que hagan falta? No parece lógico. Mientras tanto, por su parte, Sánchez ha trasladado totalmente su atención a las elecciones de julio, cosa que hace que arrebatar Barcelona a Junts resulte, en estos momentos para él, bastante menos importante que si las elecciones españolas no se hubieran anticipado.