Durante un breve pero intenso periodo de tiempo, la prensa española ha abandonado su ávida voracidad contra Puigdemont para dirigir las dentelladas contra Pello Otxandiano, el nuevo apestado de la larga lista de herejes contra la santa cruzada española.

La furia anticatalana ha transmutado en furia antivasca, con el espantajo de ETA nuevamente regresado a los micrófonos más aguerridos. Y, tal como pasó con las gallegas y la amnistía, aquello que Madrid impone como un gran anatema, tiene un escaso recorrido en las tierras afectadas, confirmada la sospecha de que Madrid es un auténtico alien político. El problema es que consigue imponer sus manías por encima de los sufridos terrestres, que intentan estructurar relatos más razonables y menos histéricos. Así pues, el "contra ETA se vive mejor" del peor PP se ha permitido un retorno momentáneo gracias al resbalón del candidato de Bildu, todavía verde en el arte de driblar las trampas de la prensa española. Y ha sido tanto el ruido del drama queen español, bien aliñado con el uso y abuso retórico de las víctimas, que el pobre Pello ha tenido que desdecirse, pedir perdón y pasear de rodillas con la casulla herética, bajo pena de sufrir alguna plaga bíblica. Suerte tiene de que el esforzado García-Castellón está demasiado entretenido buscando terroristas entre las huestes catalanas, como para fijarse en él, pero tiempo habrá para encontrarle alguna imputación fantasiosa, vista la delirante imaginación patriótica de que disfruta el ínclito juez.

Más allá de las obsesiones del Madrid villa y corte, el panorama vasco que hoy se clarificará dificulta los pronósticos. Dos cosas están claras: una, que Bildu puede hacer el sorpasso al PNV y ganar las elecciones por primera vez; y dos, que considerar vencido al viejo partido de Sabino Arana es una temeridad. En el otro lado también parece claro el resultado agónico de Sumar y Podemos por la batalla fratricida que han emprendido, y que ya los dejó descoyuntados en las elecciones gallegas. Y, afortunadamente, también a Vox le pueden ir mal las cosas y expulsar, por primera vez, de un parlamento donde había conseguido representación, de manera que ni la extrema derecha, ni la extrema izquierda españolas contarán para nada esta noche electoral.

La partida es otra y se mide en un doble combate, donde los cuatro contrincantes se juegan alguna cosa más que el próximo gobierno: Bildu versus PNV, y PSOE versus PP. Por la banda nacionalista, la entronización de Bildu como primera fuerza vasca validaría la estrategia pactista de los abertzales, alejados de las viejas reivindicaciones independentistas. Para decirlo en comparativa catalana, sería el triunfo de la estrategia pragmática de Junqueras, aunque sin las renuncias tan sonoras que han hecho los republicanos. Y, sobre todo, se enviaría el mensaje de un cierto agotamiento de la estrategia del PNV que tan buenos réditos les ha dado durante décadas. La conclusión, en este sentido, sería sorprendente dado que hablamos de Euskadi: ganaría el radicalismo al pactismo, pero con sordina, después de que el radicalismo dejara de ser radical, y fuera pactista él mismo. Un Bildu a la PNV, en versión 2.0., es decir, una especie de cambio generacional político, sin cambiar mucho el territorio donde se mueven. Ambos partidos soberanistas, pero sin estar situados, ninguno de ellos, en la casilla independentista. Es cierto que, como pasa en Catalunya, ganar no quiere decir necesariamente gobernar, y todos los indicadores van en la dirección de un pacto PNV-PSOE, pero también es cierto que si el PNV pierde la hegemonía en manos de Bildu, cambia el paradigma vasco.

Es cierto que, como pasa en Catalunya, ganar no quiere decir necesariamente gobernar, y todos los indicadores van en la dirección de un pacto PNV-PSOE, pero también es cierto que si el PNV pierde la hegemonía en manos de Bildu, cambia el paradigma vasco

En la otra, la contienda PSOE-PP también tiene relevancia, más allá de la diferencia de votos entre los socialistas y los peperos. Por una parte, Pedro Sánchez necesita unos buenos resultados para validar su estrategia de alianzas, y la apuesta de la amnistía, aunque hace unos equilibrios bastante penosos, como el de sus declaraciones desde Bruselas asegurando que las palabras de Otxandiano eran intolerables y que tenían que sufrir un castigo electoral, pero que eso no afectaría a la estabilidad de gobierno. Es decir, Bildu es muy malo en Euskadi, pero es un socio amable, dócil y ordenado en Madrid. Se parece bastante a lo que hace con las catalanas, donde Salvador Illa tiene que salvar a Catalunya de Puigdemont y toda la caterva de irresponsables e intolerantes independentistas "contrarios a la convivencia". Pero el mismo Puigdemont que no es bueno para ser presidente de la Generalitat, es fantástico para que lo haga a él presidente de España. Es el famoso trilerismo de Sánchez, que practica sin que se le mueva el rictus.

Y si el PSOE necesita validar a Pedro Sánchez, el PP necesita erosionarlo, a la manera que lo hizo en las gallegas, obsesionado con los tres objetivos que se ha marcado: salir del ostracismo de los últimos años, poder jugar la carta del gobierno con el PNV, y dejar a Vox fuera de partida. De los tres objetivos, el más seguro es el tercero.

Sea como sea, los resultados de las vascas incidirán en el panorama español y darán mucho juego a los analistas, pero no creo que tengan mucha incidencia en las catalanas que vienen después, porque aquí el retorno del president Puigdemont marca el mostrador, el independentismo se mantiene en posición, y ERC no va de subida, sino de bajada. En todo caso, dos naciones, dos elecciones, diferentes contingencias.