El servicio entendido como una atención al otro, el ofrecimiento de una prestación, mueve el mundo. En economía un servicio no es un suministro sino una acción útil. Nos referimos a un buen servicio en un restaurante, al sector de los servicios para diferenciarlo como sector terciario, al servicio como personal de asistencia, y a servicios dentro de una organización para indicar prestaciones diversas.

Se ha confundido el espíritu de servicio con una asistencia doméstica, como si fuera natural que la mujer se ocupe del servicio, como si "sirviera" más. Esta visión utilitarista de la persona femenina no es compartida por el papa Francisco, que quiere visibilizar mucho más a las mujeres trabajadoras y que en su pontificado ha conseguido aumentar mucho el número de mujeres contratadas en el Vaticano

Las religiones han incorporado el servicio desde tiempos ancestrales. En el cristianismo, la diaconía nos remite a instituciones de beneficencia. Los políticos hablan mucho de servir al pueblo, y los militares, a la patria. El papa Francisco, que justo el 13 de marzo de hace 10 años llegó a la sede de san Pedro, ha confesado que le preocupa que en la misma Iglesia, el papel de servicio al cual todo cristiano está llamado, se desplaza, en el caso de la mujer, más hacia el servilismo que hacia un auténtico servicio. Se ha confundido este espíritu de servicio con una asistencia doméstica, como si fuera natural que la mujer se ocupe del servicio, como si la mujer "sirviera" más. Esta visión utilitarista de la persona femenina no es compartida por el papa Francisco, que quiere visibilizar mucho más a las mujeres trabajadoras y que en su pontificado ha conseguido aumentar mucho el número de mujeres contratadas en el Vaticano, concretamente a 1.165. Cuando él empezó hace 10 años eran 846. De estas destacan nombres como la número 2 de la Gobernación del Vaticano, sor Raffaella Petrini, secretaria general. Es destacable el caso de sor Alessandra Smerilli, salesiana, que es la secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Nunca una mujer había ocupado un cargo así de alto en la estructura, precisamente de un dicasterio querido por el Papa y que controla muy de cerca. Otros nombres propios son Emilce Culda (Comisión por América Latina), Nathalie Becquard (Sínodo) o Francesca di Giovanni, en la imponente Secretaría de Estado, pasando por Barbara Jatta (directora de los Museos Vaticanos) o mujeres subsecretarias. Nos moveríamos entre números 2, 3 mientras hasta ahora veíamos solo mujeres en las categorías 6 o 7. En el Vaticano van haciendo trabajo, mientras aquí tímidamente se va dando paso a mujeres que cuando sobresalen demasiado son tildadas de estar demasiado expuestas, de tener un ego muy grande (porque los hombres no deben tener ego), de ser ambiciosas y poco humildes. Pero son mujeres preparadas, brillantes, capaces, relacionales, holísticas y que saben cooperar y no solo competir. Algunos obispados, fundaciones, asociaciones, movimientos, escuelas, hospitales y entidades ya las van descubriendo. Sería triste que en la Iglesia pasara lo que durante años también ha pasado en la Academia: que las mujeres se marchen. O peor, que se las eche, o no se procure que tengan un sitio que es suyo. La Iglesia no se puede permitir perder esta fuerza. El Papa acaba de decir en la Santa Sede que allí donde ponen mujeres, las cosas mejoran. Quizás aquí si lo prueban, funciona y todo.