Nos encontramos, de nuevo, ante una escalada aterradora en Oriente Medio, con pocos precedentes. El ataque, en diferentes olas, por parte de Israel a territorio iraní con el supuesto objetivo de destruir el programa nuclear de este país; y la respuesta del país persa con reiterados ataques con drones y misiles balísticos e hipersónicos, algunos de los cuales han superado las defensas antiaéreas israelíes —las más sofisticadas del mundo— causando también víctimas. Una escalada que se hace difícil de entender, cuando la mayoría de los especialistas en la materia coinciden en que la destrucción del mencionado programa nuclear es imposible si se utiliza exclusivamente la vía aérea.

Es más, todo esto ocurre en un contexto creciente de presión de los últimos días sobre Israel por parte de sus aliados, empezando por EE. UU., pero también por países europeos relevantes, precisamente para forzarlo a parar los planes de estos ataques —que se percibían próximos, si bien no se intuían tan inminentes— y dar más margen a la diplomacia, es decir a las negociaciones que precisamente encabezaba la Casa Blanca con Teherán.

Y es que nos encontramos ante una clara voluntad de sabotaje —por parte de Netanyahu— a los esfuerzos de los EE. UU. de utilizar la vía diplomática para intentar resolver los retos que genera el programa nuclear iraní. Visión que es compartida por la mayoría de analistas, entre ellos Thomas M. Countryman, exsubsecretario de Estado por el Control de Armamento y No Proliferación de los EE. UU. con Obama, y brevemente en el primer mandato de Trump.

Las mentiras de Trump y las promesas imposibles de Netanyahu

Uno de los elementos preocupantes de la situación actual es la evidencia —ahora ya del todo confirmada— de que Trump no controla a Netanyahu, y que este actúa por libre con la "tranquilidad" de que si la situación acabara poniendo en peligro la seguridad de Israel, los EE. UU. se verían arrastrados a rescatarlo, al precio y al coste que fuera.

De poco sirve que Trump intente ahora, a través de sus habituales hipérboles, aparentar que controla la situación cuando todo el mundo sabe que eso no es cierto. Y eso es extremadamente peligroso, porque uno de los elementos del tradicional —y macabro— equilibrio del Oriente Medio era precisamente el papel que ejercían los EE. UU., también cuando tocaba frenar a Israel. Este factor ahora ha desaparecido y seguramente no se debe exclusivamente a Trump, ya que la actitud tremendamente pasiva de Biden a finales de su mandato con relación a la actuación de Israel en Gaza y en el Líbano —por miedo a que eso tuviera un impacto en la campaña presidencial— seguramente contribuyó a la progresiva pérdida de control de Washington sobre Netanyahu.

Otro interrogante es el supuesto objetivo inicial de estos ataques. Como hemos dicho, desde hace tiempo se conoce que las infraestructuras nucleares claves iraníes se encuentran bajo tierra, protegidas de los posibles ataques aéreos. Por tanto, es imposible su destrucción total si no hay una incursión terrestre, cosa que Israel —a más de mil kilómetros de Irán, y con Iraq, Siria y Jordania de por medio— no tiene la capacidad de llevar a cabo. Puede ralentizar seriamente el progreso de su programa nuclear, lo puede estropear sustancialmente, pero no lo puede destruir completamente.

Y eso hace pensar en las otras "promesas imposibles" de Netanyahu, porque este después de los ataques del 7 de octubre de 2023 ya prometió la completa destrucción de Hamás —que no ha alcanzado, tampoco la liberación de los rehenes— y posteriormente de Hizbulá, a quien ha debilitado seriamente, pero tampoco ha erradicado. Y, ante la repetición de patrones, es lógico pensar que la prioridad de Netanyahu podría ser otra, como la de agudizar y ampliar el conflicto tanto como sea posible y así alargar su permanencia en el poder.

Lo que sí que sabemos es que la sexta ronda negociadora entre Teherán y Washington prevista para hoy en Omán, referente precisamente al programa nuclear iraní, se ha suspendido por parte iraní a raíz de la crisis actual.

La cuestión de Gaza

Además, todo eso pasa justo en unos momentos en que la presión y la crítica internacional contra Israel por su actuación en Gaza, también por parte de países tradicionalmente aliados y por sectores sociales tradicionalmente proisraelíes, estaba creciendo como nunca.

Una operación que parece mantenerse en marcha por las cifras de muertes en Gaza que siguen llegando en paralelo a las noticias relativas a Irán. Todo parte de un intolerable y terrible proyecto de limpieza étnica masiva, lleno de enormes y constantes violaciones del derecho internacional y del derecho internacional humanitario; que ha provocado un nivel de aislamiento internacional de Israel sin precedentes, con enfrentamientos durísimos de Netanyahu y de su gobierno contra los principales organismos de la comunidad internacional empezando por las Naciones Unidas, pero incluso con la Santa Sede.

Es difícil, pues, pensar que la iniciativa israelí de activar precisamente ahora los ataques contra Irán sea ajena a esta situación. De hecho, la crisis derivada de los ataques a Irán también ha comportado que se haya pospuesto la conferencia internacional organizada conjuntamente por Francia y Arabia Saudí (con el apoyo entre otros del Reino Unido y Canadá), y que tenía que empezar el martes en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. Una conferencia en la que Francia y otras potencias importantes abrían la puerta al reconocimiento de Palestina como Estado, cosa que no interesaba nada a Netanyahu y a sus aliados políticos.

Vemos, pues, como en Oriente Medio se busca el conflicto y se sabotea la diplomacia... y eso puede acabar teniendo un precio muy caro.