De estar de moda ser un "business friendly" (amigo de los empresarios) se ha pasado en unos años a reivindicar el "fiscal friendly" (o sea, a favor de aplicar la política fiscal para estimular el crecimiento). El retorno de la inversión pública ya ha comenzado y vuelve para quedarse una buena temporada.

La política monetaria está dando señales cada vez más claras de agotamiento. Fue providencial en 2008 para evitar que la economía mundial cayera en una gran depresión, y luego para superar la crisis de la zona euro, pero después ha ido perdiendo eficacia progresivamente. El crecimiento es mediocre, la inversión no arranca y las tensiones deflacionistas derivadas del exceso de capacidad global existente no desaparecen. A su vez, los ultra bajos tipos de interés, sin haber logrado los objetivos primordiales, están dañando gravemente la rentabilidad de los bancos.

Como ha explicado estos días Maurice Obstfeld, economista jefe del FMI, "las economías avanzadas son actualmente el foco central de la incertidumbre acerca de las políticas a utilizar".

Las economías avanzadas son actualmente el foco central de la incertidumbre acerca de las políticas a utilizar

Es en el G-7 donde ha empezado el movimiento "fiscal friendly".

Canadá ha puesto en marcha un importante plan de infraestructuras a 10 años vista por valor de 91.400 millones de dólares. Un 10% se aplicará a corto plazo. El banco central de Canadá ha recortado dos veces los tipos de interés hasta dejarlo en el 0,5% y ha terminado reconociendo sus límites. El plan, que también incluye la mejora del bienestar de las personas, será financiado en gran parte por un aumento del déficit fiscal. Su cifra no será elevada pero significa un brusco giro por parte del equipo del primer ministro Justin Trudeau respecto a la política de austeridad del anterior gobierno conservador.

Japón, después de abandonar la idea de subir los impuestos, ha anunciado un paquete de 74.000 millones de dólares para estimular la economía. No obstante, el malestar contra el "abenomics" continúa mientras la deflación no da señales de corregirse.

En EEUU, Hillary Clinton y Donald Trump (que promete además un fuerte recorte de los impuestos) se han mostrado partidarios de incrementar los gastos en defensa e infraestructura. Hasta ahora, las diferencias entre la Casa Blanca y el Congreso y el Senado frenaban las inversiones públicas. Hay líneas férreas en Nueva York que se encuentran en un estado de preocupante deterioro. Jeffrey Lacker, de la Reserva Federal, dijo el jueves que el crecimiento de la deuda actual de EEUU no es preocupante.

En Gran Bretaña, la nueva primer ministro, Theresa May, se ha mostrado partidaria de aplicar políticas expansivas para contrarrestar los efectos contactivos derivados del Brexit.

En Alemania, donde se defiende a capa y espada la austeridad, las políticas de acogida de los refugiados suponen gastos suplementarios elevados. También está prevista una reducción de impuestos el año que viene, que es compatible con unas cuentas públicas equilibradas.

En Europa, el Plan Juncker, que asciende a 315.000 millones de euros, también supone un estímulo a la demanda. España, que tiene problemas para cumplir los objetivos de déficit público y por tanto tiene recortada su cartera de gasto, es junto con Italia el país que más se está beneficiando de los recursos del plan.

La OCDE ha animado la aplicación de políticas de inversión pública aprovechando los bajos tipos de interés para endeudarse. Según los expertos como Dani Rodrik, puede mejorar la productividad y ser un catalizador de la inversión pública. "Y a diferencia de otros tipos de gasto público, como las transferencias sociales, sirve para acumular activos, no para consumirlos".

Carmen Reinhart, que ha trabajado muy a fondo con Kennett Rogoff sobre estas cuestiones, se ha mostrado partidaria de la inversión pública a corto plazo, pero advierte del peligro de caer en posturas acomodaticias de cara al crecimiento de la deuda. "Más bien habría que poner el énfasis en la reestructuración de deudas", ha dicho.

Las expectativas acerca del efecto de estas políticas sobre el crecimiento no es muy elevado, en torno al 0,5% de aumento del PIB anual, con el lado negativo del aumento de la deuda.

Quizá por ello, Maurice Obstfeld, del FMI, dice que "es esencial un enfoque de política triple y de gran alcance que apoye la recargada política monetaria con políticas fiscales (cuando haya margen fiscal suficiente) y reformas estructurales". Y añade: "una de las causas de la incertidumbre económica, sin embargo, es que cada una de estas tres herramientas esté sujeta a restricciones económicas o políticas".

Ese es el caso, si bien los optimistas, como el economista Martin Eichenbaum, quien hablando sobre las nuevas tentativas fiscales del Gobierno Trudeau, ha indicado: "Todos estamos mirando para ver: ¿darán resultado?".