Como a Joaquín Sabina, alguien nos ha robado el mes de abril incluso antes de que empiece. Los 43.200 minutos de este mes han sido ya oficiosamente declarados “minutos de la basura” a los efectos de negociar y formar un gobierno en España. Habrá movimientos, claro. Más bien, aspavientos: reuniones, fotos, gestos para la galería, mensajes cruzados a través de los medios, amagues y regates de todos los colores: el enésimo castillo de fuegos artificiales. Aquí ya sólo se trata de esperar al 2 de mayo, fecha en la que se convocarán las nuevas elecciones, y luchar por una buena posición en la salida.

Muchos creen que esta negociación se dio por terminada el día en que Pedro Sánchez perdió su investidura –que, a su vez,  fue un globo hinchado artificialmente porque nunca tuvo una posibilidad real de ganar–. El propósito institucional de aquella ceremonia fue iniciar la cuenta atrás hacia las elecciones; y el propósito político de Sánchez fue regalarse un mes de protagonismo mediático y maniatar a su partido para que nadie pudiera moverse contra él mientras fuera candidato (en eso sigue). A partir de ahí, todos suponemos que el Rey no va a proponer a un nuevo candidato salvo que alguien se presente en La Zarzuela con 175 votos garantizados, todos ellos confesables; y todos presumimos que tal cosa no va a suceder.

Algunos quizá esperan un acuerdo salvador en el último minuto como ocurrió en Catalunya, pero las circunstancias son totalmente distintas

Algunos quizá esperan un acuerdo salvador en el último minuto como ocurrió en Catalunya, pero las circunstancias son totalmente distintas. Aquí sólo se trataba de poner de acuerdo a dos fuerzas, Junts pel Sí y la CUP –el resto de los partidos estaban fuera de la negociación– y el único obstáculo era el nombre del president. Esta vez las combinaciones son múltiples, hay muchos jugadores en la mesa y quién ocupe la presidencia es sólo una de las cartas con las que se juega. La partida es mucho más compleja y, precisamente por eso, está más cerrada.

El Partido Popular ya ha tomado su decisión en firme: por lo que a ellos se refiere, habrá elecciones. Rajoy sabe –probablemente lo supo desde el principio– que no tiene la menor posibilidad de que este Parlamento lo elija presidente, y no está dispuesto a abrir ningún otro escenario. Constatado que el PSOE es incompatible con el PP, y Ciudadanos es incompatible con Rajoy, sólo le queda el comodín del público. Su esperanza: que el PP con él al frente vuelva a ser el partido más votado, que esta vez la suma de PP+Ciudadanos alcance mayoría absoluta y que Rivera y los suyos no puedan resistir la presión para que de esas segundas elecciones salga un gobierno. No es fácil, pero no es descabellado. Y sobre todo, es un supuesto necesario: si no quieren o no pueden sacarse de encima a Mariano, su opción se reduce a colocar la ficha sobre un número, cerrar los ojos mientras gira la ruleta y esperar el milagro.

Pedro Sánchez tiene una fecha marcada a fuego en su calendario: el 14 de abril. Ese día sabrá si alguien compite contra él por la secretaría general del PSOE o es candidato único (salvo que antes se decida aplazar el congreso previsto para el mes de mayo, en cuyo caso ya no se trataría de elegir a un secretario general sino a un candidato para las elecciones). Por una u otra vía, si nadie comparece contra él se habrá asegurado como mínimo una segunda oportunidad en las urnas; y con el frente orgánico neutralizado, aún le quedarían casi dos semanas para lanzarse a una negociación a tumba abierta, prescindiendo ya de todas las limitaciones que en su día le puso el comité federal de su partido. Pero me temo que será tarde, entonces ya no habrá novia para esa boda.

La prioridad de Pablo Iglesias ya no pasa por un acuerdo con Pedro Sánchez (yo creo que nunca pasó)

La prioridad de Pablo Iglesias ya no pasa por un acuerdo con Pedro Sánchez (yo creo que nunca pasó). Ahora tiene que hacer urgentemente tres cosas: primera, que sus confluencias no se deshagan de aquí a las elecciones. Segunda, contener un posible resurgir de IU. Y tercera, cerrar la brecha interna que él mismo ha abierto. Ya no puede quedarse a mitad de camino: o consuma la purga, o negocia una tregua. Todo eso es ahora mucho más perentorio para él que seguir mareando la perdiz de un acuerdo con el PSOE que, a estas alturas, ya sería más un quilombo que una solución. 

Su esperanza: que el 26 de junio se dé un resultado parecido al del 20D, pero con Podemos como primer partido de la izquierda: el soñado sorpasso a partir del cual el guión cambia por completo.

En cuanto a Ciudadanos, hasta aquí ha jugado hábilmente las malas cartas que le dió el 20D, pero a partir de ahora todo son peligros. Suspira porque estas elecciones le entreguen por fin lo que las anteriores parecían prometerle y finalmente le negaron: el centro del escenario, la llave de la negociación. Y debería temer justamente lo que Rajoy desea: que tras el 26J el único gobierno viable sea PP-Ciudadanos y Mariano le cite en la Moncloa para negociar. Él sabe –lo sabemos todos– que la sociedad española no va a tolerar una broma más después de esas elecciones.

No es de recibo que un país tenga que tirar nueve meses a la basura por el hecho de que la fragmentación del Parlamento impida un acuerdo de gobierno

No sé si finalmente se abrirá el melón de la reforma de la Constitución. Pero si se hace, una de las primeras cosas que hay que incluir en esa reforma es el procedimiento de elección de presidente y formación de gobierno tras unas elecciones generales. No es de recibo que un país tenga que tirar nueve meses a la basura por el hecho de que la fragmentación del Parlamento impida un acuerdo de gobierno. Sobre todo porque de esos nueve meses de interinidad (entre unas cosas y otras no tendremos un gobierno operativo hasta septiembre), nos han sobrado seis. Y también porque esta experiencia nos ha servido para comprobar que la perspectiva de repetir las elecciones se convierte en el principal obstáculo para negociar seriamente un gobierno.

Cuando termine esta historia y hagamos balance de todo lo que España ha perdido y lo que ha dejado de ganar durante estos eternos meses de desgobierno, nos daremos cuenta de que esto no debe volver a suceder. Y es que no sólo nos han robado anticipadamente el mes de abril: la incuria irresponsable de los dirigentes nos ha quitado todos los anteriores y todos los que, por desgracia, aún tenemos por delante hasta salir de este atasco de mierda.