["Buenos días, amor mío. Me gusta pensar que en momentos difíciles siempre ayuda muchísimo tener una referencia a Dios. Siempre es la familia en primer lugar, y no. En primer lugar, diría que, en primer lugar, siempre es Dios y después la familia. La familia es tan importante, cariño, la familia siempre es importante. Llevas un camino que es un poco complicado. Cuando lo miro, pienso 'Qué complicado es el mundo en que se ha metido la Rosalia'. Pero bueno, si eres feliz, yo también soy feliz."]

Algunos tienen suficiente con cinco líneas de Word para considerar que una persona catalanohablante mundialmente conocida y admirada ha hecho alguna cosa por nuestra lengua. "Aún gracias", dirán, y con este "aún gracias" nos tendrán exactamente donde nos quieren. Que alguien que ha nacido y vivido en catalán tenga la bondad de poner un audio de treinta segundos en esta lengua en un álbum de dieciséis canciones nos tiene que dejar de parecer una obra de caridad y nos tiene que empezar a parecer un "como mínimo". Las migajas, aparte de ser un parche, son un espejismo, porque cada vez que te las dan crees que ya ha pasado el hambre.

Una vez tuve una relación con un hombre que no tenía nunca tiempo para mí. Me tenía que montar la vida para estar siempre disponible para cuando él lo estuviera porque, si no, sabía que no nos veríamos. Cuanto más tiempo aguantaba en esta situación, más normal me parecía que la dinámica fuera esta, porque detrás del poso de los hábitos y la costumbre, y, por lo tanto, de la práctica, se solidificaba la razón de ser de una situación esencialmente injusta: yo seguía en mi lugar porque creía que me merecía estar en aquel sitio. En mi lugar, al menos, tenía la seguridad de que en algún momento llegarían las migajas, que eran lo que quería y lo que me alimentaba, porque eran aquello a lo que me había acostumbrado. Salir de las situaciones en que te has hecho creer a ti mismo que tienes el estómago pequeño es un trabajo de días, de semanas o de años, porque a menudo el tamaño del estómago la dicta la autoestima.

Que la nota de voz exista nos es un favor, pero no porque "salve" ninguna lengua ni acerque el catalán a tantísima gente que ha decidido no hablarlo porque está cargada de excusas, que en realidad son prejuicios. Nos es un favor porque puede ser el enésimo recordatorio de que hay pan y de que la gran mayoría de veces nos dejamos satisfacer por gestos que no son más que caridad lingüística.

Que somos una nación con la autoestima tocadísima en términos lingüísticos te lo explica tu madre, la de la estelada en el balcón y el disco de La Trinca debajo del asiento del coche, cada vez que pide el café con leche en castellano porque el camarero le parece más morenito de la cuenta. También te lo explican los millares de seguidores que tiene el crío que imita a su profesora de catalán en TikTok y que son incapaces de entender que quien es castellanohablante y solo habla catalán para burlarse, lo está estigmatizando. O todos los adolescentes que escogen publicar sus primeras fotos en Cocoa en castellano, a pesar de ser hijos de Sant Esteve de Palautordera. Tener la autoestima lingüística tocada se proyecta en dos extremos que vienen del mismo sitio, pero que de entrada parece que no tengan mucho que ver: el del autoodio y el de la celebración exagerada. Hay quien esconde su condición de catalanohablante y hay quien, sin esconderla, tiene el estómago tan pequeño que celebra una nota de voz como si el Barça hubiera marcado el quinto gol el domingo pasado en el Bernabéu. El problema de nuestras migas es que nos alimentan. De hecho, muchos hacen pasar las migas por el pan, y se acaban olvidando de que el pan existe.

Es evidente que si Rosalía no hubiera decidido poner la nota de voz de su abuela en G3N15 yo no habría hecho este artículo. Lo he tomado de ejemplo y me lo he hecho venir bien para escribir sobre la parte de la diglosia y minorización lingüística que recae sobre nuestra responsabilidad individual, y cómo quedamos afectados. Que la nota de voz exista nos es un favor, pero no porque "salve" ninguna lengua ni acerque el catalán a tantísima gente que ha decidido no hablarlo porque está cargada de excusas, que en realidad son prejuicios. Nos es un favor porque puede ser el enésimo recordatorio de que hay pan y de que la gran mayoría de veces nos dejamos satisfacer por gestos que no son más que caridad lingüística. Tenemos el listón que para cogerlo tendríamos que hacer un viaje al centro de la tierra y Rosalía nos ha dado la oportunidad de decidir qué hacemos de esta miga: alimentar el espejismo o romperlo.