Finalmente, ya tenemos a un nazi en una institución catalana. Y no utilizo la palabra nazi con banalidad retórica, porque no es un eufemismo de otros sinónimos menos contundentes. Es exactamente lo que es: un nazi. Se trata de Jordi de la Fuente, estrecho colaborador de Jordi Garriga, número dos en la lista de Vox por Sant Adrià y nuevo diputado de la Diputación de Barcelona. Su biografía política no permite dudas: después de pasar por Plataforma per Catalunya, fue uno de los líderes del partido nazi Movimiento Social Republicano (MSR), que se disolvió el año 2018. Algunos de sus militantes, integrados a su vez en el grupúsculo nazi Blood and Honour, fueron condenados en 2010 por tenencia de armas y delitos de violencia, odio y xenofobia. El MSR estuvo vinculado al Hogar Social Madrid y formó parte de la Alianza Europea de Movimientos Nacionales, una plataforma de extrema derecha en la cual destacaban los nazis Jobbik de Hungría, Amanecer Dorado de Grecia o la Fiamma Tricolore italiana.

Declarado negacionista y xenófobo, también es un admirador de la organización terrorista Hizbulá, con la que ha llegado a reunirse en el Líbano, convencido de que es necesaria la alianza con los árabes contra los judíos, talmente hizo el gran muftí de Jerusalén, cuando se reunió en 1941 con Hitler y creó la división SS Handschar de musulmanes bosnios y albaneses, que se dedicaron a cazar judíos de la antigua Yugoslavia. Hay imágenes suyas levantando el brazo en un concierto del grupo nazi Gang Calavera, y es conocida su estrecha relación con otro neonazi, Alejandro Fernández Ruiz, colaborador directo de Garriga, que tiene entre sus méritos haber participado en un homenaje a Rudolf Hess en Wunsiedel, Alemania. Para acabar la gloriosa biografía de Jordi de la Fuente, en estos momentos está pendiente de juicio por delito de odio y lesiones. Se enfrenta a dos años de prisión por atacar un centro de migrantes en El Masnou, está imputado por agredir a una vecina en un acto de Vox en Nou Barris y está implicado en el acoso ultra al oratorio musulmán de la calle Japó. Este es el flamante diputado de Vox en la Diputación de Barcelona.

Los nazis, fascistas, franquistas y otras miserias humanas no han preocupado nunca, de verdad, a los servicios de inteligencia españoles, pero los catalanes demócratas que defienden el derecho de Catalunya a la independencia siempre han sido su prioridad

Mientras un personaje como este, exponente inequívoco del odio, puede hacer política con normalidad, en nuestro país han inhabilitado a todo un president de la Generalitat, el president Torra, por una pancarta sobre la libertad de expresión, le han quitado el acta de diputada a la presidenta Borràs, han enviado a la prisión a líderes civiles y pacifistas por hacer una manifestación, o han procesado a la mesa del Parlament, por permitir un debate. Si le añadimos toda la represión sobre el independentismo, la cosa ya llega al delirio y confirma la naturaleza profunda del estado español, cuya concepción siempre ha estado vinculada a posiciones anticatalanas y profundamente reaccionarias. Por eso Torra no puede ejercer la política y un neonazi lo puede hacer, porque los nazis, fascistas, franquistas y otras miserias humanas no han preocupado nunca, de verdad, a los servicios de inteligencia españoles —muchos de los cuales han mamado de las tetas franquistas—, pero los catalanes demócratas que defienden el derecho de Catalunya a la independencia siempre han sido su prioridad, su preocupación y su objetivo de caza.

Un objetivo del cual no se esconden. Por si hubiera alguna duda, estos últimos días nos han suministrado múltiples evidencias. De entrada, la decisión de Grande-Marlaska de incluir el independentismo como una amenaza terrorista en el informe de Europol. Informe del cual se ha desentendido la Comisión Europea. No solo eso, sino que el informe solo habla de dos amenazas terroristas, el yihadismo y el independentismo vasco y catalán, y, en cambio, no considera preocupante el crecimiento de la extrema derecha, ni la existencia de partidos nazis. En paralelo, acabamos de conocer una nueva infiltración policial en movimientos independentistas, la cuarta conocida hasta ahora, cosa la cual ratifica que el independentismo es considerado, no como una posición ideológica legítima, sino como un objeto de persecución. Y al mismo tiempo, para remachar el clavo, Míriam Nogueras explicaba el otro día, en una entrevista a la SER, que lo primero que hace un presidente español, nada más entrar en la Moncloa, es convocar la Comisión Delegada en temas de inteligencia, formada por los cargos más altos de seguridad. Esta comisión decide cuáles son los peligros más graves, contra los cuales se pueden utilizar todos los poderes efectivos del Estado, y eso se transforma en lo que se denomina una directiva de inteligencia. En 2012 Rajoy situó el yihadismo como primer punto de combate y el independentismo como segundo. Cuando entró Pedro Sánchez, volvió a hacer la misma directiva, considerando una prioridad de inteligencia combatir al independentismo catalán.

Es mentira que España sea un país democrático que permite cualquier tipo de ideología. Es mentira que todos los ciudadanos puedan defender sus ideas si lo hacen de manera pacífica. Y es mentira que los independentistas tengan garantizados sus derechos básicos. Muy al contrario, estamos bajo la diana de inteligencia, somos considerados enemigos del Estado y, como tales, utilizan los instrumentos del Estado para combatirnos. Somos ciudadanos de tercera, sospechosos permanentes, controlados policialmente y agredidos en nuestros derechos. Los nazis no les preocupan, los fascistas tampoco y con la extrema derecha se encaman, pero a la que se acerca un indepe vasco o catalán, disparan con todas las armas. Es España. Y no, para los independentistas no es una democracia.