El hecho es que soy cristiano. Son palabras de Alexéi Navalni, icono de la oposición rusa, enterrado hace pocos días en el barrio de Maryino, en Moscú. Navalni era el típico creyente postsoviético ruso opositor al régimen. Pero la espiritualidad no es una dimensión de su vida ni de su lucha que se haya puesto de relieve. Todo el mundo ha alabado su militancia, fortaleza y coraje.

Ciertamente, no era un cristiano proselitista. Lo exteriorizaba poco. Y cuando había hablado del tema, le habían ridiculizado, diciendo que no conocía bien la fe ortodoxa, que no era un practicante asiduo y que no respondía al cristiano ortodoxo ruso modélico. Hablaba poco, de su fe. De no creer en nada, ateo convencido, los últimos años se había convertido al cristianismo. Navalni no era un político cristiano. De hecho, llega tarde a la fe. Los estudiosos de su biografía sitúan el momento hacia 2020, justo después de un atentado fallido que quería poner fin a su vida.

El secretario de estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, expresó "estupor y tristeza" ante la muerte de Navalni

Su funeral ha tenido lugar en una importante iglesia ortodoxa de la capital rusa. No quería capitalizar el Evangelio para su causa, y en vida nunca lo utilizó como arma. Pero solo hace falta escucharlo y releer qué decía para ver diáfanamente las influencias. En algunos casos, explícitas, como cuando en 2021 volvió del exilio y citó Matáis 5, 6, el texto bíblico de las Bienaventuranzas del Evangelio, donde se dice textualmente: "bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". En aquel momento citó sin ambages los textos en los que se recuerdan las palabras de Jesucristo y las calificó directamente de instrucciones para el activismo. Han silenciado a una persona que, siguiendo un retrato robot de qué es ser un cristiano coherente, cumplía con muchos de los parámetros. Su idea del sufrimiento, la visión que tenía de la injusticia y como lo aceptaba, son lecciones que no se pueden desvincular de una visión cristiana de la vida.

El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, expresó "estupor y tristeza" ante la muerte de Navalni y dijo que habría esperado que la lucha del disidente se hubiera resuelto de manera diferente.

El testimonio de Navalni ahora se declina desde el activismo de su mujer, que carga contra Putin, que también se declara creyente. Yulina Navalnaya acusa a Putin de tener una religión falsa, porque ningún cristiano auténtico podría hacer lo que Putin está haciendo.