Se da la curiosa paradoja en el momento presente de que quienes nunca dan la cara, pero siempre quieren revolver la pomada supuestamente sanadora de todos nuestros males, parecen apostar por la unión de cualquier cosa que tenga apariencia de catalanismo en un engendro estético cuyo fondo ético se les antoja irrelevante, incluso si es contradictorio. La mayor parte de los comentaristas y las crónicas periodísticas sobre las eventuales aventuras amorosas entre las fuerzas hoy extraparlamentarias que de un modo u otro se llenan la boca con la palabra Catalunya abogan por la unión de todas ellas en un totum revolutum al que solo en el caso de que consigan ir de la mano auguran apoyos y dinero para llevar a cabo su campaña en unas ya inminentes elecciones.

Con esa apuesta incondicional por la suma se evidencian dos cosas: por supuesto, hasta qué punto quien no da la cara es valiente tras el parapeto, pero, sobre todo, qué cantidad de vacuidad existe en una sociedad civil que sabe y ha sufrido el desastre del procés, pero no desdeña que haya gente en esa amalgama que siga hablando de la independencia de Catalunya como si fuera algo asumible a medio o largo plazo. La realidad ha demostrado lo contrario y la realidad es tozuda, pero la irreflexividad de según quién es aún mayor.

El electorado al que se dirige la unidad del catalanismo está harto de engaños, y si no confía, se quedará en casa. Ya sabemos qué resultado produce eso en el número de escaños de cada partido, y qué fuerzas políticas obtendrán beneficio

Sí, imagino que también habrá quien observe que las trampas al solitario se dan ya entre las propias fuerzas en liza, y la demostración es que un partido que se afirma no independentista, Units per Avançar, fantasee con la idea de compartir candidatura con el PNC, como si lo de su declarado independentismo fuera un brindis al sol. Al fin y al cabo, hablan los de Pascal de llevar a cabo un referéndum cuando lo acuerde con el Estado, un Estado que, se ponga como se ponga Unidas Podemos (que tampoco se pone ya a nada en este tema), no piensa abrir la caja de Pandora, a pesar de ser este el gobierno con mayor número de aprendices de brujo de la historia de España. Mesas de diálogo, plurinacionalidad, y otros bla-bla-bla…

Sin embargo, no es ese el principal problema. La cuestión más importante es el papel que un machihembrado así debería jugar en el futuro, si, como resultaría previsible y deseable, la amalgama decidiera contribuir a la gobernabilidad del conjunto. ¿Quién confiará en un grupo en cuyo seno tiene voz constante y tal vez predominante un partido que manifiesta que su deseo más íntimo es dejar de estar en ese país en cuyo gobierno participa? Tal vez si no fuera predominante, tal vez si constara de forma residual, podría atisbarse un cierto sentido en la suma, sometido a control del resto y expulsado del grupo si lo traicionase. Pero apunta maneras y reivindicación de jugar un papel protagonista que, por su visibilidad, generaría problemas de credibilidad en el resto y un frente abierto al ataque desde las posiciones contrapuestas.

La unidad del catalanismo no puede jugarse en este campo, no puede venderse a ese precio. No otra vez. Otras fuerzas catalanistas, como Lliures, que esta tarde celebra su V Conferencia, que desde su fundación viene reivindicando esa unidad con un ideario ideológica y territorialmente claro, en el que la obediencia catalana del partido no le hace, como le ha ocurrido al PNC, renegar de la imprescindible lealtad constitucional, deberían ocupar ese espacio central al que el resto confluyeran. Pero hace falta que los que tanto empujan desde las bambalinas dejen de jugar a la ambigüedad que nos ha conducido a este laberinto. La próxima partida no puede jugarse así, porque ese concreto electorado al que se dirige la unidad del catalanismo está harto de engaños, y si no confía, se quedará en casa. Ya sabemos qué resultado produce eso en el número de escaños de cada partido, y qué fuerzas políticas obtendrán beneficio. ¿Imaginan quiénes serán los primeros en quejarse?