La alcaldesa de Barcelona dice que el Palau Sant Jordi se encuentra inhabilitado para acoger evento alguno por causa de unas obras de mantenimiento que se están llevando a cabo en él. Muy lista y previsora ella, porque un partido político que manifiestamente le repugna había reservado el local y pagado la mitad del alquiler para el próximo 31 de marzo, cuando, de pronto, tuvieron que devolverles la pasta porque “se aparecieron” las obras. Lástima, cómo lo siento, otra vez será… Bueno, esa otra vez tal vez tarde algún tiempo, porque en la Fira parece que tampoco han encontrado manera de acogerlos. Parece esto la historia del portal de Belén…

El guiño de la alcaldesa a la propia parroquia y aledaños le puede costar caro. En marketing, el caso de Vox parece un ejemplo de manual de lo que se denomina una campaña pasiva. De tanto dar de lado algo o a alguien se acaba por hacer omnipresente, y desde luego puede dar por descontado la alcaldesa que será ese obstáculo sufrido lo que ayude al partido advenedizo a concitar mayor número de adhesiones al acto sustitutivo del frustrado; más aún, podemos imaginar que el prólogo del discurso del líder de la formación periclitado, allá donde finalmente se ubique la actuación, será recordar la proeza de la alcaldesa que, de adalid de ocupas, ha pasado a convertirse, subterfugio legal en la mano, excusa de mal pagador en ristre, en telonera del partido al que no concede “derecho a la vivienda” alguno, ni siquiera por un par de horas, no fuera que se contaminara de ideas ajenas, no fuera que luego alguna estrella de relumbrón hiciera ascos a reutilizarlo.

Es una ironía que todos los partidos que llegan al poder con discursos de renovación tengan que acabar haciendo el vacío a los recién llegados 

Ese es el peligro de querer poner puertas al campo. El guiño a la parroquia consiste en alardear, sin que nadie en apariencia se lo pueda echar en cara, de que no ha permitido a Vox llenar el Sant Jordi. Porque, ¿y si consiguiera emular la proeza de aquel PSC que un año, junto con sus confederales teñía de color rojo toda España y llenó el espacio hasta la bandera? Pero obviamente la alcaldesa no entiende que el pluralismo se construye también con lo que no compartimos; sobre todo con lo que no compartimos. Pensar que es posible no pensar en el elefante es tan infantil como aquellos fantasmas de la niñez que más poblaban nuestras mentes cuantos más aspavientos hacíamos por eliminarlos.

Es una ironía que todos los partidos que llegan al poder con discursos de renovación tengan que acabar haciendo el vacío a los recién llegados por miedo a que su anquilosamiento propio se perciba más en contacto con la savia nueva, pero sobre todo por el temor a verse despojados de la púrpura. Por eso la alternancia en el poder y en las personas que lo ostentan es cosa sana. Así el fracaso se convierte en cura de humildad y no en resentimiento por lo que se percibe como arrebatado. Y en todo caso, en ejercicio de confrontación y debate sobre las ideas, algo de lo que no andamos sobrados.