Me gusta mirar a la gente que no sabe que está brillando. Observar cómo desprenden luz, dejando migas de pan porque otros encuentren el camino. Así, como quien no quiere la cosa. Personas atemporales que nunca sabes exactamente qué edad tienen en realidad. Ahora se disfrazan por Carnaval como si tuvieran veinte años, o bien te aconsejan como si llevasen en el mundo más tiempo que el universo mismo. Me gusta mirar como hacen burradas serias, como conversan con la naturaleza. Son personas que, además, saben ser espejo y juegan a hacer la ratita para qué puedas localizarlas cuando te deslumbra el punto de resplandor, allí, en el fondo, donde parecía que no había más que un atardecer de invierno. Hay épocas en que se hace de noche demasiado pronto.

Avanzan las nubes, montaña abajo, hasta devorar el espacio azul que ahora habitas. Dices nubes pero, probablemente, vistos desde fuera deben parecer sólo niebla deshilachada. Los ves correr, como persiguiéndose entre ellos, para ocupar la mayor parte de cielo posible. Medalla de oro a quien primer tape el sol. Estás dentro de la neblina blanca y gaseosa y aun así todavía tienes nítida visión de tu entorno más próximo: cepas de árbol, hojas verdosas —primavera prematura—, caminos de tierra, alguna loma escarpada. Debe ocurrir como en aquel dicho que explica que los árboles no te dejen ver el bosque. Ahora, la boira no te deja ver las nubes. Pero tú, dentro de tu mundo de algodón flotante, lo ves claro. La mirada interior siempre brilla, sin saberlo, como aquella gente a quien observas y centellea como la barra de un auto de choque al hacer contacto con el techo metálico, en aquellas atracciones de feria que ya no paseas como antes.

Me gustan las personas que deletrean la palabra vida y les salen más sílabas que al resto de los mortales

Me gusta mirar a la gente que no sabe que está brillando porque dibujan más verdad que un refrán de la yaya. Me gusta la gente que no sabe que lo estás observando porque rezuman la autenticidad del valor de cada día. Personas que son como una dinamo: cuanto más hacen, más pueden hacer. Generan la energía a base de caminar e ir soltando lastre. Abrazan la piel del mar pidiéndole permiso a la sal. Deletrean la palabra vida y les salen más sílabas que al resto de los mortales porque lo exprimen como una naranja navel recién cogida. Me gusta mirar a la gente que no sabe que está brillando y hacerles una foto y que salga velada.