En la última década —quizás décadas— la crisis que nos ha atropellado a todos (a unos más que a otros) ha sido más de valores que económica. O quizás la segunda ha sido consecuencia de la primera. Hay cuestiones que casi todos convendríamos en definir como prioritarias en el momento de (re)construir la sociedad del bienestar (educación, cultura, salud) y que han sido de las más estropeadas y maltratadas en este periodo inicial del siglo XXI. Hoy, a pesar de una innegable recuperación por mínima que sea y que no nos ha llevado a los niveles previos a la crisis (quizás ya no nos llevará nunca), hoy, digo, la amenaza del patente crecimiento del fascismo y todo lo que comporta (xenofobia, homofobia, machismo, etc.) pone en peligro los pilares de nuestra sociedad. Y ahora que tanto se habla de este avance de la extrema derecha (o simplemente "la derecha", según dijo en FAQS el cabeza de lista del PP en Barcelona, el ex-Fuerza Nueva Josep Bou), nos hacen falta referentes desde el punto de vista ético, personales y estructurales.

¡Fascismo, nunca más! es el eslogan de este año del Barnasants, que más que un festival es un proyecto cultural. Siempre sus eslóganes van más allá de la música y del arte, son una mirada afinada a la realidad que nos rodea y hacen evidente que, como dice su director, Pere Camps, sin cultura ganan ellos (y con "ellos" ya sabemos a quién se refiere). Un pequeño repaso a los lemas de las ediciones más recientes sirve de muestra: Inútil cosmonauta el que contempla estrellas para no ver las ratas (2018, utilizando palabras de Manolo Vázquez Montalbán), Visca l’assemblea! (2017), Les úniques esglésies que il·luminen són les que paguen el rebut de la llum (2016), Volem el pa sencer (2015, recordando a Ovidi Montllor), La pàtria és el poble (2014) o bien Les idees no viuen sense organització (2012, en homenaje a Gramsci).

Cuando hablamos de construir un nuevo país, también hablamos de los valores que el Barnasants hace 24 años que propugna, desde los escenarios y desde la coherencia de pensamiento, plasmada igualmente en cortometrajes, conferencias y mesas redondas. Es una estructura de estado. Sí, sus organizadores se ganan la vida (solo faltaría, son trabajadores de la cultura), pero priorizan el mensaje a la taquilla. Dan valor a las causas, a la ética, al cambio social, a las oportunidades para los jóvenes talentos y al reconocimiento a los de siempre. Una canción tiene que poder cambiar el mundo. Un festival tiene que poder ser mucho más que las cifras de venta de entradas. Dicho esto, no solo de militancia vive el hombre (y la mujer) y sería bueno que el Govern de la Generalitat apostara por este festival de una forma más estratégica. Construir el país también es eso, contribuir a crear una sociedad culta y comprometida y reconocer la tarea de los que desde abajo ayudan a construirlo. Para combatir el fascismo hay que construir más cultura.

Mañana (martes 15 de enero) se hará la presentación oficial de la 24ª edición de Barnasants. Será a las 20 horas en la antigua Fàbrica Estrella Damm y servirá para desgranar la programación de este 2019. Cada año, incansablemente y durante tres meses, Barnasants ofrece una programación de un centenar de conciertos. Este año, además, con una mirada por todos los Països Catalans, incluidos L'Alguer, Formentera y el País Valencià. El año que viene se cumplirán 25 años de la aventura de Pere Camps y su gente. Un ejemplo de resistencia, militancia, trinchera, pero también constancia, calidad y compromiso. Larga vida. ¡Va por nuestra gente!