Tiempos difíciles para la economía de las familias, de las empresas y del Estado. De la Generalitat no podemos decir demasiado porque su papel en la crisis sanitaria y las consecuencias económicas que le comporta quedan en teoría subsumidas al Estado. Sin dinero y competencias, poco se puede hacer.

El panorama que tiene el estado español ante la comunidad internacional viene definido por un conjunto de parámetros que, si uno es malo, el otro es peor. Por el lado de los ingresos, en concepto de impuestos se espera una caída espectacular, que el mismo gobierno ha cuantificado, de manera muy optimista, en 26.000 millones de euros. El impuesto de sociedades, este año y el que viene, estará bajo mínimos; el IRPF caerá como cae el empleo y previsiblemente los salarios; y el IVA irá en sintonía con el consumo, a la baja clara. Por el lado de los gastos, más gasto sanitario para afrontar el coronavirus, el imprevisto de los ERTE, el crecimiento de las prestaciones de desempleo, la provisión para avales a empresas que cerrarán o que no podrán devolver los créditos, y para acabarlo de arreglar, una caja de la Seguridad Social que en vez de billetes tiene telarañas.

La consecuencia para las arcas públicas es clara: mayor déficit. El Estado lo pronostica, seguramente que también en un escenario optimista, en cerca del 10% del PIB. Eso hará que el endeudamiento que ahora roza el 98% del PIB salte hasta el 115%, aunque hay estimaciones que lo sitúan muy pronto por encima del 120% y algunos del 130%. Los años 2021 y siguientes también vendrán marcados por déficits importantes.

Entre la incorporación de nuevas necesidades financieras del Estado a raíz del coronavirus y la pesada mochila de deuda que ya se llevaba encima, uno se pregunta: ¿y eso cómo se resuelve? Las vías son dos: apretarse bien fuerte el cinturón (gastar menos en conjunto) y generar más ingresos, por la vía de los impuestos.

El recorrido de una reforma fiscal que equipare la presión que reciben los españoles con la de economías como la alemana, la francesa o la italiana, es muy grande, tan grande como la falta de valentía política nacional para afrontar un reto de este tipo. A no ser que venga exigido desde fuera.

El Estado no tiene más remedio que endeudarse más de lo que ya lo está. Se puede dar por descartado el helicóptero que reparte billetes, también los coronabonos y las transferencias sin retorno

Apretarse el cinturón no es una práctica que se haga a gusto, y menos en un Estado que durante la última crisis siguió alargando miles de kilómetros para un AVE ruinoso. En España uno no se aprieta el cinturón, se lo aprietan a la fuerza. La alternativa es la quiebra. Se lo apretarán países que no despilfarran. En qué se puede traducir eso ya se verá, pero no descarten rebaja de pensiones, rebaja de sueldos públicos (los privados se rebajarán solos), reducción de la inversión en capital físico público y en capital humano, entre otras cosas. ¿De dónde, si no, saldrá el dinero para hacer frente a unos gastos destinados a crecer, a pesar de la reducción de ingresos?

El Estado no tiene más remedio que endeudarse más de lo que ya lo está. Se puede dar por descartado el helicóptero que reparte billetes, también los coronabonos y las transferencias sin retorno, que son las soluciones que querrían el Parlamento Europeo (que no manda) y los países del sur (que lo necesitan), pero no los países del centro y norte de Europa (que no lo quieren de ningún modo).

Endeudarse en el marco de la UE, que es donde está integrada la economía española. Una pequeña parte de la solución podría venir del pronunciamiento de Merkel y de Macron la semana pasada, relativo a que la Comisión emita deuda de 500.000 millones, vinculada a los presupuestos comunitarios, que se repartirían entre los estados más afectados por la crisis sanitaria. Ya se verá. Sería deuda comunitaria, cierto, pero saldría gratis si no es que viene condicionado a apretarse el cinturón. El resto de financiación proveniente de la UE, sobre todo si viene del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), será a cambio de recibir la visita y el control de los "hombres de negro", es decir apretárselo mucho más, a modo de cura de caballo. La financiación de la deuda en mercados fuera de la UE presionarían muy al alza la prima de riesgo y, por lo tanto, el coste del servicio de la deuda. Eso es lo que tiene el estado español por delante. Vienen tiempos de dieta, generalizados, y de rescate para un país que ha demostrado demasiadas veces que no se sabe administrar.