"Yo no arreglo cuerpos. Despido a personas". Esteban Ferrándiz es tanatopráctico, una profesión poco conocida que consiste en limpiar, taponar, suturar y maquillar cuerpos de difuntos. Como sus compañeros de profesión, concibe su trabajo como un servicio, uno de los más delicados del mundo. Los que se dedican a él lo hacen por vocación, para ayudar.

La muerte es nuestro último acto social, y no se puede llegar sin preparación. Es lo que piensan estos profesionales que preparan estéticamente (ya no hay ninguna otra forma de prepararse, una vez muertos) a los difuntos para el velatorio y el entierro. Es un ritual que requiere mucha moral. No se trata solo de preparar cuerpos estéticamente a fin de que queden limpios y huelan bien, sino que se tiene que intentar que estén serenos, tranquilos. Estos expertos empiezan su tarea yendo a buscar a los difuntos y explicando a la familia cómo procederán. Es un trabajo con una función social primordial, por lo que tienen que ser personas próximas, respetuosas, sensibles. Para ser un buen tanatopráctico hace falta saber anatomía y tener un buen hígado: a menudo los muertos no están en camas plácidas y perfumadas, sino en sitios insospechados. Y quizás los cuerpos no estén enteros. Jean Monceau es uno de los tanatoprácticos más famosos del mundo. Fue él quien se cuidó de Lady Di y de Jacques Cousteau. En Francia la profesión está muy regulada y los tanatoprácticos pueden firmar los certificados de defunción.

La tanatopraxia no es sólo tanatoestética, sino que las técnicas que se aplican a los difuntos persiguen primordialmente retrasar el proceso de descomposición y conseguir que parezca tan natural como se pueda un cuerpo que ya es un cadáver, inyectando un líquido especial. Si os entusiasma esta profesión, debéis saber que el título de tanatopraxia no existe en Catalunya, pero sí en Andalucía y en las Balears. Toda nuestra existencia está abocada a la muerte, pero todo parece distraernos de esta realidad: ante la muerte no hay cremas que rejuvenezcan, pero sí productos que dignifican los cuerpos que todavía están ahí, por pocas horas. Y también hay gente que quiere acompañar a los muertos en estos últimos momentos. Me parece poético, pero también ético.