En Montserrat son capaces de unir la sabiduría bíblica, la Regla de San Benito y los principios de administración de empresas. Y hacerlo bien. Quien ahora es el abad, Manel Gasch, con el monje Ignasi M. Fossas, la teóloga y biblista Marinella Perroni y la consultora y profesora de Milán M. Cristina Bombelli se han estado reuniendo en la montaña sagrada catalana para ver si en la gestión empresarial y la tradición bíblica y monástica tenían resonancias que fueran útiles para poder acompañar mejor a personas y procesos en las empresas. El ocio es enemigo del alma, dirá de manera tajante la Regla de San Benito (RB, 48,1), mientras algunos gigantes tecnológicos de Sillicon Valley nos presentan su modelo empresarial con sofás de colores, música, gimnasios y espacios de ocio precisamente para alimentar el alma (productiva, quizás). Armonizar el tiempo productivo y el ocio, conciliar de manera satisfactoria no es nada fácil ni se hace bien de forma natural. Se tiene que forzar.

Una de las condiciones de la Regla de San Benito, que ha regido los monasterios benedictinos en todo el mundo, es la organización de los espacios. Aspecto que durante el confinamiento a los que no vivían en monasterios con varias salas donde eso fuera posible les dificultaba, y mucho, esta sana costumbre de separar el lugar donde comes, duermes, estudias o descansas o te relacionas con los otros, que en léxico monástico tiene el bonito nombre de recreación. La ambición empresarial contrasta con la humildad bíblica y benedictina. Ya sabemos que Dios es misericordioso, según los textos bíblicos, pero que no soporta el orgullo. Y algunos confunden ambición con orgullo en el tejido empresarial.

En las reflexiones montserratinas se habló de la motivación individual de ocupar una posición y como en el mundo empresarial es algo considerado positivo. Quieres promocionar, crecer, aportar. A veces es tan positivo que incluso se utiliza discriminatoriamente, seleccionando solo a quien tiene un interés muy alto. Según los autores de Administrar assenyadament, el libro publicado por PAMSA que recoge estos encuentros en Montserrat sobre empresa, bíblica y vida monástica, eso condena a menudo a las mujeres, que en conjunto son menos ambiciosas y poco motivadas para acceder al poder. Ambición es positivo, pero cuando es un adjetivo (ambicioso y peor todavía, ambiciosa) es un defecto.

La sabiduría bíblica y monástica nos hace entender que el ejercicio del poder es un proceso relacional en que el bien de la institución pasa por encima de los posibles intereses personales

En los monasterios se da una situación que en la empresa no siempre pasa, y es que la persona que ocupaba tu cargo sigue coexistiendo contigo. En la empresa puede pasar, pero a menudo no es así. La coexistencia de predecesor y sucesor es una evidente oportunidad de mentoría y acompañamiento. En la empresa, el nuevo jefe a menudo tiene que asimilar el cargo más solo, sin un comunicado que acoge, sostiene, critica y juzga. También san Benito es iluminador cuando en la regla insiste en la capacidad de control de las pulsiones de la envidia, la sospecha, la exageración y la obstinación, nuestro pan de cada día en según qué culturas empresariales. La sabiduría bíblica y monástica nos hace entender que el ejercicio del poder es un proceso relacional en que el bien de la institución pasa por encima de los posibles intereses personales.