Cuando la COPE lo entrevistó, el papa Francisco ya conocía el asunto Novell y había decidido que se aceptaba la renuncia del obispo de Solsona. Para el papa de Roma, el caso Novell debe de ser estrambótico, pero ciertamente no le quita el sueño. No sería impensable que lo perciba como una posibilidad que forma parte de la condición humana y debe confiar en que ya se encontrará una solución y abogue por calmar las aguas.

Este Papa ha visto y oído de todo, y no es de fácil escandalizar. A la jugosa entrevista que le ha hecho Carlos Herrera en la COPE, el Papa no hace referencia al caso Novell porque no se lo preguntan. Sí habla de hospitales y enfermedades, un tema recurrente entre las personas mayores, pero no le dedica más espacio del necesario. Donde emerge un Bergoglio insólito es en alguna de las respuestas más personales donde rehuye hablar institucionalmente y se abre como persona.

Sorprende que insinúe que le cuesta soportarse a él mismo: "Es difícil aguantarse a uno mismo. Es una ciencia que todavía tengo que acabar de aprender, no es fácil".

Se le ve cansado: en más de una ocasión repite que se pasa el día recibiendo a gente. Una obviedad de su agenda pero que no tendría por qué subrayar, y en cambio lo hace. También se muestra sincero cuando dice, textualmente, que "a veces somos caprichosos con nosotros mismos y queremos que las cosas salgan automáticas". Confiesa que no va con guiones previos, y que "cuando estoy delante de una persona, la miro a los ojos y dejo que salgan las cosas: ni se me ocurre pensar en qué le diré. Son futuribles que no me ayudan, me gusta lo concreto. Lo que no ha pasado te enreda, te hace daño". El Papa ha vivido varios desengaños y explica que "eso es bueno porque te hacen aterrizar de emergencia a la vida. Y el asunto, aconseja, está en levantarse". El Papa tiene frases que parecen inspiracionales de tazas de té: "En el arte de ascender, lo que cuenta no es caer, sino no permanecer en el suelo". Y como argentino que es, cita el tango: "Dale que va", que todo es igual. Hacía días que no oíamos al Papa hablar del Demonio, y ha vuelto a hacerlo: "El Diablo corre por todos lados, pero a mí los que me dan más miedo son los diablos educados. Son estos que tocan el timbre, te piden permiso, entran en tu casa, se hacen amigos...", y Jesús ya habló eso.

Descubrimos a través de la entrevista en la radio que el Papa no es de dar golpes sobre la mesa: "No me sale, soy más bien tímido", reconoce. Quiere ser recordado como un pecador que trata de hacer el bien y pide a los radioyentes que recen por él para que el Señor lo siga protegiendo porque "si me quedo solo, soy un desastre". Solo no se queda, pero no será porque algunos no lo intenten.