El Coliseo de Roma es el anfiteatro mayor del mundo, y un lugar donde han muerto incontables animales. Y miles de personas. Se inauguró en el año 80 a.C. y fue escenario de los munera gladiatoria, los combates entre gladiadores, y las cacerías o venationes, muchos golpes con animales exóticos. Los historiadores están divididos sobre el martirio de cristianos en el Coliseo: mientras algunos sostienen que los cristianos fueron martirizados en otros lugares, como el Circo Massimo o catacumbas, algunos sostienen que el Coliseo también fue uno de los escenarios. Lo que sí está documentado es que centenares de miles de condenados a muerte cerraban aquí sus ojos para siempre, y de manera cruenta e inhumana, mientras los romanos reían, comían y se divertían. El Coliseo es un lugar de espectáculo y de muerte, básicamente, por muy precioso que sea y los recién casados romanos se vayan a hacer fotos porque es un buen fondo y queda bien. Y de noche, más. Espectacular, pero uno de los edificios más crueles del mundo. Ahora los focos de color rojo, de un simbolismo evidente, lo envolverán. Y lo harán también en miles de ciudades de todo el mundo. Se trata de una propuesta, "Ciudades por la Vida", que hace más de 20 años encabeza la Comunidad de Santo Egidio (también presente en Catalunya) para abolir la pena capital en todo el mundo. Es una gran movilización contemporánea mundial que pone evidencia que muchos países siguen manteniendo esta práctica, que califican de "castigo cruel e inhumano". Una justicia "alta y civilizada", recuerdan, tendría que ser capaz de renunciar definitivamente a la pena capital. El día 30 de noviembre hay actos, movilizaciones, comunicados... y cada ciudad implicada escoge un monumento significativo y lo ilumina.

En España la pena de muerte se abolió en 1995, y no se había aplicado desde 1975. En el mundo, la primera abolición de la pena de muerte se sancionó en 1786 en el Gran Ducado de Toscana.

En el mundo hay 2.371 ciudades que ya se han adherido (se puede hacer desde este link, ayuntamientos). La Iglesia Católica había mantenido en el Catecismo la pena capital, pero en el 2018 el Papa Francisco la abolió, aduciendo que era "inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona". De hecho, cada vez está más viva la conciencia que la dignidad de la persona no se pierde, tampoco después de haber cometido crímenes muy graves. La posibilidad de redención no se puede sacar sin caer en una cadena de barbarie del ojo por ojo, diente por diente. Las ciudades se iluminarán, pero los textos legislativos necesitarán todavía más luz. Y los corazones de las personas, aumentar considerablemente la potencia energética que pueda superar la lógica de la venganza.