La red social TikTok ha desbancado por divertida, ágil y adictiva a las otras redes que conocemos. En mi imaginario, TikTok es el lugar donde mi sobrina Maria baila con unas coreografías que yo no conseguiría nunca a no ser que me apuntara a un cursillo de contorsionismo. La investigadora Verónica Israel ha planteado a mis alumnas como las religiones utilizan TikTok para conectar con sus usuarios. Hemos visto de todo. Desde judíos disidentes con su comunidad hasta un matrimonio musulmán que nos revela los secretos del Corán, como por ejemplo que la palabra año sale 365 veces en el texto sagrado del islam. También hay sacerdotes católicos que bailan, monjas que explican chistes, budistas que enseñan a meditar sin reír.

TikTok también se conoce como Douyin en China y es una aplicación para crear y compartir vídeos cortos. Su propietario es ByteDance. Tengo alumnos que reconocen que le dedican mucho tiempo diariamente. Los vídeos son muy cortos: entre 3 y 15 segundos, y los que salen en bucle pueden llegar a un minuto. Ahora pensad que estamos enseñando, en la escuela, en la universidad, en ciclos formativos... a alumnos que se están acostumbrando a una atención que por término medio llega a 15 segundos. Los profesores tienen que ser los maestros de la síntesis, de la depuración perfecta de los conceptos. O unos reyes del entretenimiento, unos auténticos actores de teatro que impliquen y atraigan la atención del espectador, que ya no es espectador, también participa.

Entender que las religiones tienen también un aspecto de diversión cuesta. Comprender que la tecnología puede ser una aliada para transmitir un mensaje de manera no jerárquica ni aburrida, también

Tengo que confesar que, mirando algunos de estos vídeos religiosos, entiendo que algunas personas religiosas no se sientan precisamente cómodas. Ver religiosas fregando y riendo, franciscanos en la cocina diciendo que no están amargados, salesianos en una biblioteca estudiando y riendo o sacerdotes pasando el rosario y bailando, puede costar un poco de digerir. También hay comunidades que lo utilizan como reclamo para pedir ayudas: tenemos que reparar el campanario, necesitamos fondos para ayudar a los sintecho, etc. ¿Es una cuestión de sensibilidad, sólo? Probablemente, no. Entender que las religiones tienen también un aspecto de diversión cuesta. Comprender que la tecnología puede ser una aliada para transmitir un mensaje de manera no jerárquica ni aburrida, también, y hay personas reticentes al imperio de la diversión y al supermercado divertido religioso. Detrás de esta aparente fiesta de la superficialidad hay aspectos que no se pueden olvidar. Las diferentes religiones y ramas espirituales no hacen el feo a las nuevas tecnologías. La gente joven que forma parte de las comunidades religiosas no pide permiso a nadie para expresar su fe y su espiritualidad cómo, cuándo y con quién quiera, con alcance mundial. La necesidad de conexión de las religiones se hace patente con estas herramientas que buscan salir del solipsismo y de la falta de comunidad real entre los miembros de un mismo grupo. En TikTok se produce también el diálogo interreligioso: hay vídeos de un judío dialogando por ejemplo con un musulmán, e interactúan de manera divertida y distendida. Las religiones no quieren aparecer como sustitutas de la diversión, sino también poner un pie en ella. No se trata de escoger entre mirar TikTok o ir a misa o al culto, sino de poder hacer ambas cosas, posiblemente no al mismo tiempo.