Explicar la "questione catalana" en Trento es una experiencia que no estaba en la agenda para este mes de octubre. Y menos teniendo en cuenta que se cumplen 500 años precisamente ahora de la Reforma Protestante y que Trento es todo un símbolo de la Contrarreforma. Aquí se celebró el Concilio de Trento, que duró muchos años, entre 1545 y 1563. Era una respuesta a la Reforma de los protestantes, y entre otras decisiones establecieron la misa tridentina, que algunos tradicionalistas todavía reclaman. Uno de los aspectos que me gustan de aquel concilio es que obligó a los obispos a residir en los obispados. Parece una banalidad, pero la idea de un obispo sin su pueblo, es un sinsentido.

La ciudad, que pasa tranquilamente por un trozo de Austria en Italia, tiene una vida cultural muy alta. Librerías por todos lados, bibliotecas bien fornidas. Se venden todavía muchos diarios, la gente visita los museos. Sólo el MUSE, el de Ciencias Nacionales, tiene 2 millones de visitantes anuales. Pensemos que el Museo de Montserrat recibe 2 millones y medio. En las librerías proliferan volúmenes sobre montaña, y en los de religión que me llaman la atención destaca una novedad de Teresa Forcades. Entre las novedades, uno de Rafael Nadal. Es natural que desde una región con un alto nivel de autonomía se interesen por lo que nos está pasando en Catalunya, porque tal como me reconocía el presidente de su consejo, "lo que os pasa a vosotros nos afecta a todos". Este efecto dominó de la "cuestión catalana" despierta interés, también simpatía y en algunos casos, clara oposición y rechazo, también desde un territorio autónomo como el Trentino, desde donde escribo estas líneas. Los que reclaman más por la autonomía, y la viven como tal, son los de Bolzano, más arriba. Mis amigos tridentinos piensan que tenemos que encontrar una solución en Catalunya porque lo que están viendo los deja desconcertados. Me preguntan si tenemos bastante capacidad de imprimir moneda. También quieren saber qué dice la Iglesia, y qué piensan los intelectuales. Y las otras religiones. Y mi familia. Y si España puede vivir sin nosotros. La persona que me acompaña al aeropuerto me dice que está convencido de que "nos darán la independencia". Dar la independencia es un concepto que se repite. Los periodistas que encuentro me reconocen que sus diarios suelen ser anti-independentistas, y quieren averiguar por qué los catalanes se han empeñado en querer ser separatistas, y por qué justo ahora, cuando con un poco más de autonomía bien gestionada ya estaría bien y no haríamos temblar Europa. Un periodista de la RAI quiere saber si en la narrativa independentista la religión es una dimensión más, como la economía o la lengua. Le respondo que sin entrar en las raíces cristianas de Catalunya, lo que sí que me parece relevante es la respuesta acordada entre los obispos españoles y los catalanes pidiendo que las cosas se hagan bien y en paz, y no sólo ellos. Y que si la dimensión religiosa pinta alguna cosa, tiene que ser para recordar que Catalunya es una tierra de acogida e inclusión, y que si las religiones separan no hacen ningún bien, ni espiritual ni social. La reconciliación también es un asunto nada menor, ya que la crispación te lleva a no apreciar suficientemente el otro. Porque el otro, sea quien sea, formará parte, siempre, de nuestro entorno, porque no somos unos ermitaños, ni lo queremos ser.

Catalunya no sólo les interesa a estos habitantes de la Provincia Autónoma de Trento por la situación, que les resulta próxima, sino que quieren saber cómo se gestiona la diversidad religiosa desde el Govern. Nos ven como un modelo a seguir. En una fase histórica en que las teorías de la secularización han fracasado, y en que el elemento religioso, a pesar de no ser hegemónico sí que está presente y se ha transformado, de momento para quedarse, que un gobierno como el catalán tenga por ejemplo una Dirección General de Asuntos Religiosos les parece una gran noticia. Les interesa que haya un diccionario catalán de las religiones, un mapa de las religiones, un barómetro sobre el estado de opinión de la ciudadanía, así como una voluntad de ser una herramienta que facilita que la sociedad civil tenga más información sobre las religiones. No olvidemos que en Catalunya hablamos de más de 8.000 lugares de culto. Los amigos tridentinos me pasean por la ciudad y veo dónde dormían los obispos (que eran príncipes) durante el Concilio de Trento. No se detecta todavía el peso de la inmigración como en otros lugares, pero el islam crece. El imán de Trento es un personaje implicado en la vida cultural de la ciudad. Nos faltan más excusas, ocasiones y oportunidades para estar juntos. Ni que sea por discusiones tridentinas. Pero discutamos, que nos mantendrá vivos.