Los libros son un arma, lo sabía Joan Sales y por eso tradujo Cristo de nuevo crucificado del escritor griego Nikos Kazantzakis, una de las mejores novelas del siglo XX, prohibida por las autoridades eclesiásticas durante muchos años. Un arma, sin embargo, con mucha munición que ahora Club Editor ha vuelto a poner en circulación. Un libro escrito en 1948 y editado en catalán en 1959 tiene hoy una vigencia inusitada. Y un léxico para descubrir que conmueve por tanta belleza y precisión.

La novela tiene como eje central la coherencia y son precisamente un grupo de refugiados los que desencadenan toda la fuerza del libro: ¿hasta qué punto alguien se puede hacer llamar cristiano si no ejerce como tal? Kazantzakis (1883-1957) hiere porque va a la esencia. Deja a la institución religiosa en evidencia porque predica lo que no hace. El título es elocuente: si Cristo volviera a la tierra, se lo volvería a crucificar porque el mensaje sacude demasiado y requiere demasiadas renuncias.

La novela es un ataque frontal al poder y fue percibida como un ataque al sistema y una crítica a la religión en general y a los ortodoxos en concreto, sin que los católicos se salven (uno de los insultos del pope para cargarse a alguien dialécticamente es llamarle "jesuita").

El pensamiento de Kazantzakis, truncado de contradicciones, se nutre de la libertad del hombre y la existencia de Dios: le interesa el combate del hombre con Dios, aunque sospecha que el combate es inútil, también la lucha en general para un mundo mejor, punto de pesimismo existencial sin esperanza. Kazantzakis, en palabras de Berenguer Amenós, "no nos permite adscribirlo a ningún sistema filosófico ni a ninguna religión positiva. Todo él es entrañablemente religioso, profundamente cristiano y esencialmente antidogmático". El autor creía que "nuestra civilización ya ha dado todo lo que podía dar", que estamos ante una falta de humanidad en el planeta y que el nuestro es un mundo en desequilibrio. Del comunismo le gusta el aspecto revolucionario y renovador pero también se decepciona: el comunismo no ha sabido conquistar la esencia del hombre, que ciertamente no se encuentra en el estómago, dice.

Sus libros pueden atraer hoy a gente que está en búsqueda y que no quiere recetas ni dogmas, sino autenticidad, aunque esta tenga un precio altísimo. De hecho, él ni muerto se salvó de las condenas: lo enterraron fuera del cementerio, en la ciudad de Iraklio, en Creta, donde había nacido.

El espíritu griego, como pueblo inmortal y eterno, también emerge en las palabras de un autor inclasificable, despreciado y que ahora, aunque se sentiría incómodo, tendría que ser un libro de texto en seminarios y escuelas de teología

Fue excomulgado por su libre recreación de la vida de Jesucristo y hoy en cambio tendría que ser valorizado y su libro tendría que estar en la mesilla de noche de miles de personas que quieren saber más sobre la condición humana. Es un retratista del alma impresionante, y tiene un conocimiento del cristianismo y de otras religiones envidiable. Cristianos de varias ramas podrían utilizar este libro cuando alguien les pregunte "Y eso del cristianismo, ¿de qué va?". Porque el libro condensa todos los grandes temas teológicos, desde la encarnación a la redención, y desgrana nociones como la culpa, el perdón, la gracia, la confesión... Kazantzakis hace decir a sus personajes frases de esta índole: "¿Y si por casualidad nuestras religiones no dijeran más que tonterías? ¡Este mundo es un sueño, la vida no es más que aguardiente, pues a beber y emborracharse! Si nuestro Mahoma y vuestro Cristo hubieran bebido aguardiente como nosotros, se habrían hecho buenos amigos y no hubiese hecho falta arrancarse los ojos... como no bebían, han convertido el mundo en un charco de sangre!". La institución religiosa le parece una estructura perversa y corrupta, pero en esta lucha suya entre la carne y el espíritu (recordemos que Kazantzakis es autor de La última tentación de Cristo, que Scorsese llevó al cine) se posiciona a favor de los últimos, los desposeídos.

Como persona que está en búsqueda, le atrae mucho la ascesis y las diversas practicas de ayuno, plegaria, purificación, el castigo, la lepra, el Diablo, el pecado...

En la novela, presentada el día de Santa Llúcia (nos conserve la vista para ver las injusticias), en la Sala Capitular del siglo XV de la iglesia de Santa Anna en Barcelona ―la parroquia que abre sus puertas a los sintecho―, el escritor Martí Sales se preguntó qué le pasa a nuestra sociedad cuando alguien te ve leyendo un libro con este título y se extraña. La también escritora Anna Punsoda destacó la fuerza de los personajes que son también arquetipos (como Adán y Eva) y que ponen sobre la mesa temas candentes: refugiados, violencia de género, búsqueda de autenticidad. El espíritu griego, como pueblo inmortal y eterno, también emerge en las palabras de un autor inclasificable, despreciado y que ahora, aunque se sentiría incómodo, tendría que ser un libro de texto en seminarios y escuelas de teología. Por su humanidad inseparable del mensaje del Evangelio, y por su tensión hacia la autenticidad y la coherencia.