El poemario luce una portada verde, reluciente y fresca. Los versos del poeta Pau Gener Galin son pequeños dardos que interpelan pero no destruyen, poesía que sacude pero no devasta. Tancat per mancances es un título espléndido que se inventó Gener Galin y que podríamos adjudicarnos muy a menudo. Cuántas veces hablamos con alguien y nos dice que está "cansado", "agotado", "ausente", "quemado". Sería entonces el momento para que esta persona nos hiciera saber que está "cerrado por carencias", y mostrara así los límites. También encerraríamos a algunas personas durante un tiempo debido a sus innumerables carencias. Bueno, quizás vosotros no lo haríais porque sois muy buena gente. Es fácil punir a quien no está a la altura. Castigar.

Y a pesar de las carencias, nos damos cuenta de que somos humanos, eternamente imperfectos, y que necesitamos la clemencia de los demás. "Sí, vale, lo acepto, es culpa mía haber llegado tarde, pero el tren todavía está en la vía". Sólo el acto misericordioso del revisor que nos diga "venga, sube" nos puede salvar. No es justo, porque somos nosotros que llegamos pasada la hora, y quizás incluso hacemos esperar a otra gente que sí lo había hecho correctamente. Es un acto de flexibilidad humana, que una máquina no tendría. La flexibilidad no es fácil, ni siempre es justa. Los que nos dedicamos a la educación sabemos que "hace falta una gran dosis de flexibilidad para gestionar la complejidad que nos rodea", como nos repite mi decano. La flexibilidad, sin embargo, no se puede generalizar ni convertirse en un café para todo el mundo.

Sólo los líderes que entiendan que no todo el mundo está siempre a la altura podrán ser respetados por sus trabajadores

Estamos en momentos de aprender el arte de ser flexibles. Adaptarnos sin dejar de ser nosotros mismos como personas, pero tampoco como instituciones, ONG, fundaciones, comercios o negocios. La vida nos arrastra y no nos permite poner el cartelito de "hoy está cerrado por carencias". Imaginad a un profesor que no se siente preparado un día y lo pusiera en la puerta. O un dentista. O un enfermero. O la oficina de Correos. O un barbero. O una informática. O un sacerdote. Y tendrían razón, sería justo que lo pudieran colgar, pero el sistema no nos permite estas licencias. Cuando se acusa al papa Francisco de populista por decir que el capitalismo salvaje es inhumano, se le acusa de ser un defensor del "cerrado por carencias".

Sólo los líderes que entiendan que no todo el mundo está siempre a la altura podrán ser respetados por sus trabajadores. Las personas que mandan no pueden pretender que nadie esté abatido, extenuado, debilitado o que se vacíe como Guardiola. Tienen que ser empáticos con su gente y ver que ellos parten de otra premisa vital, profesional, salarial. Y también los trabajadores tienen que entender que sus jefes son limitados. Imaginaos que alguien de vuestro entorno mañana se atreve a poner el cartel del cerrado por carencias. Quizás no demostraría una debilidad, sino una grandeza y una humanidad a la cual no estamos nada acostumbrados